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En qué son diferentes las niñas de los niños con TDAH

Y los costos emocionales de pasar desapercibidas.

Escrito por: Rae Jacobson

Expertos clínicos: Stephen Hinshaw, PhD , Dra. Patricia Quinn , Kathleen Nadeau, PhD

in English

Siempre he estado en las nubes. Propensa a la impuntualidad y a perder cosas, regreso de mis ensoñaciones cuando las personas aplauden en mi cara. “Tierra llamando a Rae”, me decían con exasperación. Cuando era niña, leía por horas, pero las tareas más sencillas me hacían hundirme en un mar de lágrimas.

“Tú puedes hacerlo”, insistían mis desconcertados padres. “¡Tú conoces este material!”.

“No, no puedo”, gritaba. “No soy lo suficientemente normal para ser una persona normal. Algo está mal en mí”.

Años después, pocos meses después de mi cumpleaños número 21, ese “algo que está mal” finalmente tuvo un nombre: trastorno por déficit de atención con hiperactividad.

¿Por qué tomó tanto tiempo?

Oculto a plena vista

“Los que nos enseñaron inicialmente es que el TDAH es un fenómeno de niños”, dice Stephen Hinshaw, PhD, director del departamento de psicología en UC Berkley. “Tres décadas después sabemos que es una condición con las mismas oportunidades”.

Las mismas oportunidades de que se desarrolle, quizás, pero no se reconoce ni se trata por igual entre niñas y niños.

Según los CDC (en inglés), es mucho más probable que los niños reciban un diagnóstico de TDAH, y no necesariamente porque las niñas sean menos propensas al trastorno, sino porque en ellas el TDAH se presenta de manera diferente. Los síntomas suelen ser más sutiles y no se ajustan al estereotipo.

“Las niñas no son tan hiperactivas”, dice la Dra. Patricia Quinn, directora y cofundadora del National Resource Center for Girls and Women with ADHD. “Las personas se imaginan a los niños pequeños chocando contra las paredes y piensan: así es cómo se ve el TDAH, y si esta niña no se ve así, entonces no tiene TDAH”.

Quienes sueñan despiertos sin hacer demasiado alboroto simplemente no llaman la atención de la forma en que lo hacen quienes se comportan de forma hiperactiva e impulsiva. Mirar hacia fuera por la ventana no es nada cuando el niño al lado está bailando en la cornisa de la ventana.

Un diagnóstico tardío o sin realizar no significa solamente que las niñas se quedan sin recibir los servicios académicos y las adaptaciones que las pudieran ayudar a progresar. Las investigaciones indican que el TDAH no diagnosticado puede poner en peligro la autoestima de las niñas y jóvenes adultas y, en algunos casos, su salud mental. Mientras que los niños con TDAH tienden a exteriorizar su frustración, culpando al “estúpido examen” y portándose mal, las niñas son más propensas a culparse a sí mismas, interiorizando su ira y dolor. Las niñas con TDAH tienen una probabilidad significativamente mayor que las niñas sin TDAH de experimentar depresión, ansiedad y trastornos alimentarios.

En 2012, el Dr. Hinshaw y su equipo publicaron un estudio que mostró que las niñas que presentaban TDAH de tipo combinado tienen tasas significativamente mayores de intentos de suicidios y autolesión, a pesar de que el 40 por ciento de ellas supera los síntomas hiperactivos e impulsivos en la adolescencia. “La falta de habilidades sociales y académicas (el efecto acumulado de lo que se perdieron cuando eran más jóvenes) causa estragos”, dice el Dr. Hinshaw.

Sin el diagnóstico y el entendimiento apropiados, los fracasos se convierten en evidencias y en la confirmación de las autocondenas: No soy inteligente. Soy un fracaso. No encajo.

Quinn dice que les pregunta a los padres si sus hijas, a una edad temprana, alguna vez dijeron: “Soy estúpida”.

“Un cien por ciento dice que sí”, señala. “Incluso tan pronto como a los 8 años, una niña se da cuenta que no puede hacer cosas que otras personas pueden hacer. Y eso tiene un impacto negativo”.

Una niña de 12 años que conozco y que tiene TDAH lo expresa mejor: “Si todos los demás pueden hacer estas cosas y yo no puedo, debe ser mi culpa”.

Los miércoles vestimos de rosado 

Hoy en día, los niños tienen más obligaciones y oportunidades que nunca antes. La palabra sobreprogramación está en los labios de todos y las esperanzas de ingresar a la universidad tienen una enorme importancia. La presión de hacer varias cosas al mismo tiempo y tener éxito se ha multiplicado por diez.

Una de las consecuencias de esto es que las niñas que antes podían manejar sus síntomas de TDAH ya no lo pueden hacer. Una niña que estaba bien en la escuela primaria podría encontrarse de repente que se siente ahogada con las complejidades académicas, sociales y extracurriculares de la middle school.

Kathleen Nadeau, directora del Chesapeake Center for ADHD, va más allá. Las niñas que tienen TDAH suelen tener dificultades para decodificar las innumerables sutilezas sociales del mundo de las niñas: lo que hay que vestir, lo que hay que decir, cómo hablar, cuándo ser consoladoras, cuándo ser malas. “Las niñas se encuentran bajo mucha presión de tener que estar socialmente en sintonía y tener autocontrol”, dice la Dra. Nadeau, quien es psicóloga clínica. No poder encajar, o desempeñarse según el código de las niñas puede hacerlas el blanco de las niñas crueles y dejarlas aisladas y confundidas.

El Dr. Hinshaw se refiere a estas presiones exageradas como “The Triple Bind” (disponible sólo en inglés, en español significa “la triple atadura”). Todas las niñas, comenta, están sujetas a un trío de expectativas no razonables:

  • Ser buenas en las “cosas de niñas”, ser bonitas, empáticas, recatadas y educadas.
  • Ser buenas en las “cosas de niños”, ser competitivas, determinadas, divertidas y atléticas.
  • ¡Todos esto y más! Ajustarse a estos estándares imposibles, hacer que parezcan sencillos y verse sensuales cuando lo están haciendo.

Abrumador para cualquiera, dice el Dr. Hinshaw, pero “para las niñas que tienen TDAH, esto es una atadura cuádruple”. No hay forma de salirse.

Y aunque algunas niñas se las arreglan para mantenerse a flote, el éxito tiene un costo muy alto. Algunas veces somos nuestros propios peores enemigos, disimulando y compensando, trabajando febrilmente en una cosa mientras que otras que son igualmente importantes (si no más) languidecen.

“Las niñas que tienen TDAH esconden mucho porque se esfuerzan mucho por mantener la fachada de competencia”, dice la Dra. Nadeau. “Pero lo que está detrás de la fachada es: ‘Sí, obtuve una buena calificación en este examen, pero he estado sin dormir durante dos días, y estoy tan estresada que estoy a punto de volverme loca’”.

¿Qué hay en un nombre?

El tiempo entre la declaración de mi incapacidad de ser una persona normal y obtener un diagnóstico fue turbulento y frustrante. Cada fracaso socavaba mi autoestima. Comencé a pensar en mí misma como un ser roto, una persona estúpida que no era igual a las demás.

Pero de repente, a medida que me reconocía a mí misma en los síntomas, la desconcertante discrepancia entre lo que debía poder hacer y lo que realmente parecía ser capaz de hacer ya no era una cosa invisible y sin nombre. Era algo fuera de mí misma, algo que podía entender, algo que podía planificar y dirigir.

“Algunas niñas necesitan lentes, algunas necesitan tratamiento para el TDAH”, dice el Dr. Hinshaw. “Es una vulnerabilidad a la que es necesario hacer frente: no es algo que te define”.

Conozco de primera mano los beneficios de tener un diagnóstico, y tengo la esperanza de que con los avances en la investigación y abogando por ellos, la próxima generación no tenga que esperar tanto.

La última revisión de este artículo se realizó el 31 de enero de 2024.