Usted puede ayudar a un niño a manejar sus miedos haciéndole saber que usted ve lo asustado que está y, al mismo tiempo, creando un plan para trabajar juntos en desarrollar la valentía. Ofrecer apoyo y darles a los niños la oportunidad de manejar el miedo por sí mismos ayuda a disminuir su miedo con el tiempo. Si los miedos de su hijo afectan gravemente a su vida diaria, un profesional de la salud mental lo puede ayudar.
Cómo ayudar a los niños a manejar los miedos
Por qué es clave que aprendan a calmarse solos.
Experto clínico: Gabriela Fiszbein, LCSW
in EnglishLo que aprenderá
- ¿Cómo pueden los padres ayudar a los niños a controlar sus miedos?
- ¿Cómo deberían los padres hablar con sus hijos acerca de los miedos en la infancia?
- ¿Cuándo deberían los padres buscar ayuda para un niño que está asustado?
Lectura rápida
Los miedos forman parte de la infancia. Monstruos en el armario. Perros que se acercan demasiado. Truenos estruendosos. Como padres, siempre queremos que los niños se sientan mejor. Pero los expertos dicen que los padres no pueden (ni deberían) estar siempre ahí para ayudarlos a calmarse. Enseñar a los niños a controlar por sí solos los miedos de la infancia es fundamental para desarrollar la confianza y la independencia. Entonces, ¿cómo ayudamos a los niños a que empiecen a sentirse más valientes? En primer lugar, necesitan practicar. Esto significa que los padres tienen que sentirse cómodos permitiendo que sus hijos se sientan un poco inseguros a medida que resuelven cómo enfrentar las cosas.
Ayude a su hijo a hablar de aquello que lo asusta. Los niños no siempre tienen las palabras para explicar lo que les da miedo. Hágales preguntas específicas. Por ejemplo, si un niño le teme a los perros, usted podría preguntarle: “¿Qué es lo que te da miedo de los perros?”.
Hágales saber a sus hijos que usted se toma en serio sus temores, aunque para usted no sean aterradores. Por ejemplo, en lugar de decir “¡no es para tanto: eso no da miedo!”, intente decir: “¡Parece que sentiste mucho miedo!”. Una vez que los niños se hayan recuperado del susto, usted puede hablar con ellos sobre cómo trabajarán juntos para fortalecer su valentía. Fijar objetivos fáciles de alcanzar, como comprometerse a acariciar un perro amigable, es un buen punto de partida.
Controlar los miedos requiere tiempo, así que tenga paciencia y elogie mucho a los niños. La mayoría de los miedos son una parte normal y natural de la infancia. Sin embargo, si un niño tiene miedo todo el tiempo, o tiene miedos que le impiden divertirse, o que interfieren en su vida diaria, puede ser señal de ansiedad y de que es momento de buscar ayuda profesional.
Los miedos son una parte inevitable de ser niño: esconderse detrás del sofá durante una tormenta eléctrica. Estar seguro de que hay algo en el armario: ¡un monstruo! Realizar esas interminables rutinas nocturnas: ¡Cinco minutos más! ¡Un vaso más de agua! Todo para evitar acostarse solos.
Cuando estos temores se acumulan, es nuestro instinto natural como padres calmar y consolar. ¡No hay nada debajo de la cama, te lo prometo! Pero, de manera realista, los padres no pueden, y no deberían, estar siempre allí para ayudar a los niños a calmarse. Enseñarle a su hijo a manejar sus miedos sin la intervención de los padres lo ayudará a desarrollar la confianza y la independencia que necesitará para sentirse más en control y con menos miedo, tanto ahora como a medida que crece.
Autorregulación
Entonces, ¿cómo ayudamos a los niños a que empiecen a sentirse más valientes? La clave es una habilidad invisible llamada autorregulación. La autorregulación es esencialmente la capacidad de procesar y manejar nuestras propias emociones y comportamientos de una manera saludable. Es lo que nos brinda la capacidad de hablarnos a nosotros mismos y calmarnos solos, o de sentir las cosas sin tener que reaccionar ante ellas.
La mayoría de los adultos practican la autorregulación sin pensarlo dos veces. Piense en la sensación de miedo que siente por un momento antes de tranquilizarse diciéndose a sí mismo que en realidad no hay nada de aterrador en una habitación oscura. Pero para los niños, desarrollar la autorregulación requiere tiempo, práctica y espacio para aprender, lo que significa que los padres tienen que sentirse cómodos dejando que los niños se sientan un poco inseguros a medida que resuelven cómo enfrentar las cosas.
No le tema a los miedos
“Tener miedo a veces es una parte normal y saludable del crecimiento”, dice Elianna Platt, trabajadora social del Child Mind Institute. Y, aunque por desgracia los niños enfrentan a veces cosas que son realmente aterradoras, la mayoría de los miedos infantiles no representan una amenaza real (el “monstruo” en el armario es solo un abrigo viejo que usted tenía la intención de donar), lo que significa que en realidad presentan una oportunidad ideal para que los niños trabajen en sus habilidades de autorregulación. Pero para que eso suceda, los padres a menudo tienen que enfrentar primero su propia ansiedad.
“Queremos dar a los niños la oportunidad de practicar cómo superar situaciones difíciles”, dice Platt, “pero para muchos padres, es más fácil decirlo que hacerlo”. Cuando usted ve a su hijo angustiado, la respuesta natural es querer tranquilizarlo, especialmente si la solución parece fácil.
Pero, aunque intervenir de inmediato puede ayudar a su hijo a tener menos miedo en ese momento (y a que usted se sienta mejor), a la larga puede hacer que sea más difícil para él aprender a calmarse a sí mismo. “Si los niños reciben el mensaje de que mamá o papá siempre estarán allí para consolarlos, no hay mucho incentivo ni oportunidad para que aprendan a hacerlo ellos mismos”, señala Platt.
Cómo ayudar
Por supuesto, esto no significa retirar todo el apoyo. “No estamos hablando de meter a su hijo en una habitación oscura y decirle: “¡Adiós! ¡Sé valiente! ¡Te veo en la mañana!”. El objetivo, dice, es guiar a los niños delicadamente, hasta que estén preparados para tomar las riendas por sí mismos. Queremos proporcionarles el andamiaje que necesitan para sostenerse por sí solos”, dice Rachel Busman, PsyD, psicóloga clínica en el Child Mind Institute.
Entonces, ¿cuál es la mejor manera de ayudarlos (sin ayudar demasiado)?
Ayude a su hijo a hablar sobre aquello que lo asusta. Los niños pueden saber a qué le temen, pero no siempre tienen las palabras para explicarlo. Hacer preguntas específicas puede ayudar. Por ejemplo, si un niño le tiene miedo a los perros, usted podría decir: “¿Qué hace que los perros te den miedo?”. “¿Hay algún perro que te haya sorprendido o derribado?”. “¿Hay algún perro al que le tengas miedo?”. Una vez que comprenda mejor a qué le tiene miedo su hijo, tendrá una idea más precisa de cómo ayudarlo a superarlo.
Algunos miedos comunes de la infancia son:
- Estar solo.
- La oscuridad.
- Los perros u otros animales grandes.
- Los insectos.
- Las alturas.
- Vacunas o ir al médico.
- Ruidos desconocidos o fuertes.
- Monstruos imaginarios: la “cosa” debajo de la cama, etc.
Valide lo que siente y siga adelante. Una vez que sepa cuál es el miedo, diga a su hijo que usted le cree lo que le está diciendo: en serio. “Cuando un niño dice que algo da miedo, hay muchas posibilidades de que nosotros, como adultos, pensemos que eso no da miedo”, dice la Dra. Busman. “Pero siempre deberíamos comenzar por validar sus sentimientos”. Por ejemplo, en lugar de decir ‘¡ay, hijo, eso no da miedo!’, o ‘no hay nada allí que dé miedo’, intente decir: “¡Eso suena aterrador!”, o “sé que muchos niños se preocupan por eso”.
Una vez que usted haya brindado tranquilidad, es importante avanzar rápidamente, dice la Dra. Busman. “No queremos detenernos en ofrecer consuelo en torno a lo que da miedo, porque incluso eso puede convertirse en un refuerzo y adquirir vida propia”. En su lugar, comience a hablar sobre cómo trabajarán juntos para ayudarlo a comenzar a sentirse más valiente y llegar al punto en que pueda manejar el miedo por sí solo.
Haga un plan. Trabaje con su hijo para establecer metas razonables. Por ejemplo, si generalmente necesita que usted se siente en la habitación con él hasta que se duerma, podrían acordar que al final de la semana intentará apagar la luz y quedarse dormido solo. Una vez que hayan establecido el objetivo, hablen sobre los pasos que seguirá para alcanzarlo, y sea paciente.
Por ejemplo, un plan podría ser:
- Noche uno: Acuerden que usted leerá dos libros, apague las luces y encienda una lámpara con luz tenue y luego siéntese en silencio con él (sin hablar ni jugar) hasta que se duerma.
- Noche dos: Lea un libro, luego apague las luces y encienda la lámpara. Deje la puerta entreabierta y quédese afuera, pero no en la habitación.
- Noche tres: Lea un libro, luego encienda la lámpara y cierre la puerta.
- Noche cuatro: Lea un libro, luego apague las luces y cierre la puerta.
Brinde ánimo y sea paciente. Finalmente, los padres deben recordar que el cambio requiere tiempo y que el miedo es un sentimiento muy poderoso. Sea constante y elogie el esfuerzo de su hijo: “Creo que fuiste muy valiente al quedarte en tu habitación durante media hora. ¡Veamos si puedes quedarte más tiempo mañana!”.
Hágale saber que usted cree que él puede enfrentar sus miedos, incluso si aún no está tan seguro. “Decir cosas como, “¡tú puedes hacerlo!’” o “¡estás siendo tan valiente!” puede ayudar a que su hijo se sienta más seguro”, dice la Dra. Busman. Los niños, especialmente los más pequeños, pueden necesitar algunos intentos antes de que las cosas se normalicen, así que no se dé por vencido si su hijo sigue pidiendo ese tercer vaso de agua o se esconde de los perros en la calle, incluso después de que hayan empezado a trabajar para desarrollar la valentía.
No todos los miedos son iguales
Ayudar a los niños a aprender a manejar los miedos que enfrentan regularmente, como el miedo a la oscuridad o a ir al médico, es esencial. Pero no todos los miedos son iguales.
“Los temores que no interfieren con la vida de un niño no siempre necesitan superarse”, dice la Dra. Busman. Por ejemplo, si a un niño no le gustan las películas de terror, está bien. De hecho, podría ser un testimonio de sus habilidades de autodefensa, señala la Dra. Busman. “Al decidir, ‘no me gusta esto, no lo veré’, su hijo está defendiendo sus necesidades y diciendo: ‘Este es mi límite’”.
Por otro lado, si los temores de su hijo son persistentes, demasiado intensos o comienzan a interferir con su vida diaria, podría ser el momento de buscar ayuda. Las señales de que un miedo puede ser algo más incluyen:
Preocupación obsesiva. Su hijo se obsesiona con el objeto de su miedo, piensa o habla de él con frecuencia, incluso cuando el desencadenante no está presente. Por ejemplo, estar terriblemente ansioso meses antes de su próxima visita al dentista.
Miedos que limitan la capacidad de su hijo para disfrutar de su vida o participar en actividades. Por ejemplo, negarse a ir con su clase a una excursión al parque porque se podrían encontrar con perros allí.
Temores intensos y específicos que causan discapacidad.
Las señales de ansiedad severa incluyen ataques de pánico, conductas compulsivas, comportamiento disruptivo o abandono de actividades, o retraimiento en la escuela o la familia.
Si los temores de su hijo parecen ser algo más serio, haga una cita para hablar con un profesional para ver si se necesita más ayuda.