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¿Qué es la activación conductual?

Un tipo de terapia que utiliza la actividad como herramienta para lidiar con la depresión.

Escrito por: Heather Artushin

Experto clínico: Kimberly Alexander, PsyD

in English

Cuando un niño o adolescente está deprimido, uno de los síntomas comunes es la evasión. Eludir eventos familiares o sociales, no tener la energía para levantarse de la cama, descuidar la escuela, dejar de participar en actividades que solían disfrutar. Todas estas son señales de que su hijo pudiera estar deprimido. Además, alejarse de las actividades que normalmente lo hacen sentir bien, refuerza su estado de ánimo negativo.

Una de las técnicas que utilizan los terapeutas para combatir la depresión se llama activación conductual (BA, por sus siglas en inglés). La activación conductual se basa en la idea de que promover la participación de los niños con depresión en actividades (incluso si no se sienten con ganas de hacerlas) puede mejorar su estado de ánimo.

¿Qué es la activación conductual?

La activación conductual implica trabajar con una persona deprimida para aumentar las actividades que podrían reducir su depresión. La investigación ha demostrado que cuando una persona participa en actividades que generan sentimientos positivos, estas actividades se vuelven refuerzos que la inspiran a realizar más actividades de ese tipo. 

En la activación conductual, el terapeuta trabaja con los niños o adolescentes para identificar las cosas que valoran y dar los pasos necesarios que los conduzcan a aquello que les importa. “Digamos que usted tiene un adolescente que valora pasar tiempo con sus amigos”, explica Kimberly Alexander, PsyD, psicóloga clínica del Child Mind Institute. “Pero está tan deprimido que no se levanta de la cama, no sale, no responde mensajes de texto, no interactúa en redes sociales. Lo que necesitamos hacer es trabajar con él para identificar los pasos a seguir, de manera que pueda pasar más tiempo con alguno de sus mejores amigos”.

Al centrarse en el valor de la amistad, los niños se pueden fijar objetivos como levantarse de la cama, tomar un baño e ir a la escuela, donde verán a sus amigos. “Un objetivo podría ser enviar tan solo un mensaje de texto hoy”, añade la Dra. Alexander. “O bien, enviar un mensaje de texto durante nuestra sesión”.

Identificar sus valores ayuda a los niños a ver que el aislamiento y la evasión no les funcionan, y que dar los pasos necesarios para alcanzar esos objetivos que están alineados con sus valores (incluso si se trata de cosas tan simples como levantarse de la cama y darse un baño) puede hacerlos sentir mejor.

El terapeuta trabaja con el niño o adolescente, y con sus padres, para programar sus actividades. También monitorean qué tanto se está apegando al horario establecido y lo acompañan para resolver los problemas u obstáculos que le impiden aumentar su nivel de actividad.

A menudo, la activación conductual es un componente dentro de un tratamiento más amplio para la depresión o la ansiedad a través de la terapia cognitivo-conductual (CBT, por sus siglas en inglés). Pero también ha demostrado ser efectiva como enfoque de tratamiento independiente. La activación conductual es apropiada para niños de 7 años en adelante, dependiendo del desarrollo y preparación de cada niño. La preparación se refiere a la capacidad para comprometerse a participar en el tratamiento. “Necesitamos que el paciente se comprometa —explica la Dra. Alexander— o trabajar para desarrollar ese compromiso”.

¿Cuánto tiempo se requiere para que un niño que está participando en la terapia de activación conductual experimente una disminución de sus síntomas? “He visto cambios en aproximadamente ocho a diez semanas de reuniones semanales constantes, y de llevar a cabo el trabajo”, afirma la Dra. Alexander.

Dos enfoques de la activación conductual

Existen dos enfoques para abordar la activación conductual con matices diferentes. El primero, llamado tratamiento de activación conductual para el tratamiento de la depresión (en inglés) es más breve: requiere aproximadamente diez a doce semanas. Hace énfasis en aclarar los valores del niño, para luego basar los objetivos de la actividad en aquello que más le importa. Un niño podría valorar tener buenas calificaciones, mientras que para otro podría ser más importante tener amigos que lo acepten tal y como es. 

La Dra. Alexander señala, por ejemplo, que para un adolescente transgénero un valor importante pudiera ser que lo reconozcan con el género con el que se identifica. “A menudo se sienten deprimidos cuando alguien los malgeneriza [se refiere a ellos con el género equivocado]. De modo que, para ese adolescente, tendría sentido dar los pasos necesarios para desarrollar amistad con personas que afirman su género”.

En contraste, el segundo enfoque, la activación conductual tradicional, suele incluir algo que se conoce como evaluación funcional del comportamiento (FBA, por sus siglas en inglés). Se trata de una técnica para analizar las cosas que el niño está evitando (cosas que tiene que hacer, como prepararse para salir hacia la escuela a tiempo en las mañanas, y cosas que antes disfrutaba, como jugar básquetbol con sus amigos) para averiguar qué pudiera estar contribuyendo a esa evasión. El terapeuta recopila información sobre lo que ocurre antes de la conducta evasiva, así como sobre lo que podría estar reforzándola y haciendo que la conducta se vuelva a presentar en el futuro. Por ejemplo, el terapeuta podría notar que cuando el niño se rehúsa a levantarse de la cama, uno de los padres se sienta a su lado hasta que él se levanta, lo que le brinda una atención que el niño podría querer que se repita al día siguiente. Al comprender la función del comportamiento, el terapeuta puede hacer un plan que ayude a cambiarlo.

¿Cómo se lleva a cabo la activación conductual?

Esto es lo que usted podría esperar que haga un niño cuando está en un tratamiento de activación conductual.

  1. Revisar las actividades diarias. La activación conductual comienza con lo que se conoce como programación de la actividad. El niño o adolescente trabajará con su terapeuta y el apoyo de sus padres para identificar su horario actual de actividades diarias desde el momento en que despierta por la mañana, hasta la hora en que se va a dormir por la noche. 
  2. Identificar los objetivos de la actividad. El terapeuta y el niño o adolescente trabajan juntos para identificar las actividades que le interesan, ya sean actividades nuevas (en inglés) o cosas que solía hacer en el pasado, así como los pasos a seguir para alcanzar esos objetivos. En muchos casos, uno de los pasos para llegar a aquello que valoran es levantarse de la cama cuando suene el despertador. “Cuando trabajo con mis adolescentes —comenta la Dra. Alexander— realmente me interesa identificar cuáles son sus intereses personales”. 
  3. Crear un plan por escrito. La Dra. Alexander llega preparada con un calendario diario impreso e invita al niño o adolescente a escribir sus actividades para cada bloque de una hora a lo largo del día. Los niños mayores pueden utilizar la app de calendario o notas de sus teléfonos. Lo importante es que lleguen a un plan claro por escrito, y que luego lo compartan con sus padres para fines de rendición de cuentas y monitoreo.
  4. Desarrollar las habilidades necesarias para el éxito. Es importante identificar cualquier habilidad que el niño necesite desarrollar para llevar a cabo con éxito sus objetivos de actividad. “Si una de las cosas que el niño necesita es terminar sus tareas de lectura, y tiene dislexia —explica la Dra. Alexander— este niño necesitará apoyo. Tenemos que averiguar si el libro le resulta lo suficientemente interesante: ¿se trata de un libro adecuado a su nivel de lectura?, ¿requiere ayuda o motivación que lo aliente a cumplir con sus tiempos de lectura?”.
  5. Identificar motivadores. Utilizar premios puede ayudar a motivar al niño o adolescente a mantener el comportamiento deseado. Por ejemplo, un padre podría premiar al niño con más tiempo de pantallas si cumple con la actividad programada.

Un caso de estudio de activación conductual

La clave para que la activación conductual sea lo más efectiva posible es aprovechar el poder de los intereses personales de un niño o adolescente. Cuando la Dra. Alexander trabajó con una niña de 14 años con depresión e ideación suicida, descubrió que sus actividades después de la escuela eran mínimas. “En realidad estaba teniendo muchos conflictos con sus compañeros en la escuela y luego, después de la escuela, no compartían los mismos intereses que ella. Sus padres reportaban que ella se quedaba en su habitación durante horas”.

La Dra. Alexander descubrió que a su paciente le encantaba el básquetbol, pero que no tenía a nadie con quien jugarlo y no quería jugar sola. La adolescente le dijo que había sido su padre quien le había enseñado a jugar básquetbol. “Logramos programar tiempo después de la escuela para que ella y su padre fueran a hacer lanzamientos —comentó la Dra. Alexander— y el hecho de tener esa expectativa al final del día la ayudó a levantarse de la cama e ir a la escuela. Reconoció que ni siquiera disfrutaba pasar todo el día en la cama, y su estado anímico mejoró”.

Desafíos al llevar a cabo la activación conductual

A veces hay creencias profundas que emergen y constituyen un desafío que dificulta al niño o adolescente el logro de sus objetivos de actividad. La Dra. Alexander ha notado un miedo al fracaso en algunos de sus pacientes que les provoca una aversión hacia la palabra “objetivo”. “He tenido pacientes que me dicen explícitamente: ‘No me gusta la palabra objetivo. Me provoca una sensación de fracaso, de que lo más probable es que no pueda lograr lo que me propongo. ¿Y si no lo logro? ¿Qué dirá eso sobre mí?’”.

La Dra. Alexander responde proponiéndoles que reformulen el pensamiento hacia lo que llama “una mentalidad de crecimiento”, en la que se reconoce el progreso. “Por ejemplo, puede que yo les diga: ‘Si logras leer uno de los treinta minutos que te propusiste, eso no es fracasar. Eso es un minuto, y es más de lo que hiciste ayer’”, afirma. Encontrar otra palabra para sustituir “objetivo” también puede ser útil. La Dra. Alexander ha utilizado el término “intención guiada” para ayudar a sus pacientes a sentirse más apoyados por el lenguaje que se utiliza.

Otro factor importante a considerar es si la familia tiene o no el tiempo y los recursos para apoyar la activación conductual. “También tenemos que considerar qué tan factible es para el paciente tener acceso a los recursos que se requieren para cualquiera de las actividades”, explica la Dra. Alexander. “Si sus padres están muy ocupados, tienen varios trabajos y, por tanto, quizá no tienen el tiempo disponible en los momentos en que su apoyo sería de ayuda, hay que considerar todos esos otros factores durante la fase de planeación del tratamiento”.

La última revisión de este artículo se realizó el 6 de diciembre de 2023.