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Discapacidades del aprendizaje y autodefensa

Cómo enseñar a los niños a abogar por sí mismos y por qué es importante.

Escrito por: Katherine Martinelli

Experto clínico: Taína Coleman, MA, MEd

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Los primeros defensores de los niños con discapacidades del aprendizaje suelen ser sus padres, al trabajar con la escuela para obtener los servicios que necesita su hijo para progresar. Un niño con una discapacidad del aprendizaje podría tener dificultad para aprender habilidades básicas como leer, escribir o hacer cálculos matemáticos. A menudo requieren apoyo adicional, enseñanza explícita de ciertas habilidades y adaptaciones escolares para alcanzar sus objetivos. 

Pero, dado que las discapacidades del aprendizaje por lo general son invisibles, y que los padres no siempre pueden estar presentes para defenderlos, es especialmente importante que los niños con discapacidades del aprendizaje también aprendan a abogar por sí mismos. Los estudiantes con discapacidades del aprendizaje son tan inteligentes como los demás niños, pero pueden ser percibidos como flojos o rebeldes cuando les cuesta hacer cosas que a otros estudiantes les resultan sencillas. Ser francos al respecto puede ayudar a prevenir o clarificar cualquier confusión. 

¿Qué es la autodefensa o abogar por sí mismo?

La autodefensa es la capacidad de expresar por ti mismo qué es lo que necesitas obtener para tener éxito en algo. En el contexto de los niños con discapacidades del aprendizaje, significa poder explicar su discapacidad del aprendizaje: en qué sentido aprenden de manera diferente a otros niños y cuáles son sus fortalezas y limitaciones como estudiantes. También implica poder comunicar de forma asertiva (por lo general a los adultos) el tipo de apoyo que necesitan y por qué lo necesitan. 

“La autodefensa es una habilidad que es parte de la autodeterminación, es decir, estar a cargo y en control de tu propia vida”, explica Taina Coleman, MA, MEd, especialista en educación del Centro para el aprendizaje y el desarrollo del Child Mind Institute. 

Un ejemplo de esto podría ser cuando un estudiante le recuerda a su maestro que debido a su dislexia tiene derecho a tiempo adicional en el examen, o cuando pregunta si puede tomar notas en la computadora en vez de a mano, dado que la disgrafía le dificulta esa tarea. Un estudiante con discalculia (la discapacidad del aprendizaje en matemáticas) podría solicitar utilizar una calculadora. También significa sentirse cómodo de pedir ayuda en general o iniciar una conversación sobre sus dificultades. La idea es empoderar a los estudiantes para que se sientan seguros y no avergonzados al hablar de sus necesidades. 

Todo comienza con el autoconocimiento

Antes de poder abogar por uno mismo, es necesario comprender claramente aquello por lo que estás abogando. “Siempre es bueno conocer más sobre uno mismo, incluido aquello que te cuesta”, afirma Coleman. 

A algunos padres les incomoda la idea de contarles a sus hijos sobre su diagnóstico, pero ocultar esta información no los protege. Ellos notan sus dificultades, así como que hay cosas que les cuestan más que a otros niños. Es muy importante que sepan por qué les sucede esto. Cuando los niños comprenden que todos tenemos fortalezas y desafíos y que las discapacidades del aprendizaje no tienen nada que ver con la inteligencia, puede ser alivio y un impulso para su confianza. 

Coleman ha descubierto que esta conversación se puede tener incluso con los niños en los primeros años de primaria, y que debería incluir tanto en qué son buenos, como aquello que se les dificulta. “Sin importar la edad, mi objetivo siempre es desarrollar un sentido de fortaleza”, explica. Esto no quiere decir que todo se tenga que ver como una fortaleza, pero sirve como punto de partida para discutir las metas, el estilo de aprendizaje, los desafíos y la necesidad de adaptaciones del estudiante. 

Es posible que algunos niños necesiten más ayuda que otros para entender su perfil de aprendizaje. Aprender acerca de cómo aprendemos, a lo que los expertos llaman metacognición, es una parte importante del proceso. Todo esto es fundamental para desarrollar una mentalidad de crecimiento, que se basa en comprender que la inteligencia y la capacidad no son algo estático, sino que se desarrollan a partir del esfuerzo, la experiencia y la disposición a aprender de los errores. 

Comprender sus derechos

Una vez que los niños saben lo que necesitan, es momento de explicarles a qué tienen derecho. Coleman explica que, especialmente a partir del quinto grado, los niños están preparados para esta conversación porque tienen interés en la justicia y en lo que es justo. Pero incluso los niños más pequeños pueden y deberían conocer con qué herramientas cuentan. 

Haz énfasis en que recibir los apoyos que necesitan no es hacer trampa. Las adaptaciones son un derecho legal: los estudiantes con discapacidades tienen derecho a una educación educación pública gratuita y apropiada (FAPE, por sus siglas en inglés), bajo la Ley para la Educación de Individuos con Discapacidades (IDEA, por sus siglas en inglés). 

Para ayudar a aclarar este punto, a Coleman le gusta utilizar el ejemplo de los anteojos. Los anteojos son una adaptación que ayuda a las personas con problemas de visión a estar en igualdad de condiciones con respecto a los demás. Nadie diría que utilizar anteojos le da a alguien una ventaja injusta. Es lo mismo con los niños que tienen desafíos con el aprendizaje. 

Para todos los niños es útil comprender de forma general las herramientas a su disposición y cómo las pueden utilizar. Las herramientas podrían incluir entre otras cosas acceso a centros de aprendizaje, intervenciones individuales, exámenes sin límite de tiempo, audiolibros, la posibilidad de grabar las clases y usar audífonos con cancelación de ruido. Es útil decirles a los niños con qué recursos específicos cuentan y adónde acudir si necesitan ayuda. Si tienen un Plan de Educación Individualizado (IEP, por sus siglas en inglés) o un plan 504, hazles saber qué adaptaciones incluyen y cuáles son sus derechos como estudiantes. 

Comunicar sus necesidades

La autodefensa se pone en práctica cuando aprendes a comunicar tus necesidades y derechos. Los estudiantes tienen que saber a quién acudir y cómo explicar su situación de manera efectiva y respetuosa.

Los niños se podrían sentir avergonzados o estigmatizados cuando se hace mención de sus diferencias del aprendizaje, o simplemente se podrían sentir nerviosos al tener que hablar con adultos. Puede ser muy útil preparar guiones y practicarlos a través de juegos de rol en un espacio seguro.

“Yo practico con los estudiantes”, dice Coleman. “¿Cómo podemos escribir esto en un correo electrónico? ¿Cómo podemos convencer a alguien en caso de que sea necesario? Porque, desafortunadamente, puede que se topen con educadores y adultos que piensan que los niños no necesitan lo que necesitan. Practicamos con todas las respuestas posibles. Por lo general, no ocurren los peores escenarios, pero de todas maneras es necesario que los niños practiquen cómo enfrentarse a ellos.

La autodefensa también puede ser necesaria fuera del salón de clases, por lo que vale la pena cubrir una variedad de escenarios, desde el campamento de verano hasta diversas situaciones sociales en las que los niños tengan necesidad de defenderse. A menudo es tan simple como decir: “Oigan, tengo una discapacidad del aprendizaje que hace que esto sea confuso para mí”. No necesitan divulgar más detalles de los necesarios, pero pueden compartir con sus amigos o consejeros aquello que les facilitaría las cosas, como hacer planes por mensaje de texto en lugar de mediante una llamada telefónica, o aprenderse las reglas de un nuevo juego con anticipación. 

Apoyo familiar

Aunque gran parte de la autodefensa ocurre en la escuela, esto comienza en casa. Padres y cuidadores pueden dar el ejemplo de cómo es abogar por sí mismo, tanto para ellos mismos como para sus hijos. Y pueden reforzar el mensaje de lo importante que es defenderse a sí mismo para acceder a las herramientas necesarias para lograr tus objetivos. Esto podría ser, por ejemplo, que uno de los padres le cuente a sus hijos cómo solicitó una adaptación en el trabajo, les comparta una historia relevante de un libro o película, o los defienda en la escuela y pelee para que les den lo que necesitan. 

 “Una de las mejores cosas que yo puedo hacer para apoyar a un niño con una discapacidad del aprendizaje es ayudar a su familia a que se convierta en su defensora”, afirma Coleman. “Así que si el niño está desarrollando sus habilidades de autodefensa, los padres también lo hacen, y el aprendizaje ocurre de forma simultánea”. 

Aclarar y repetir

La autodefensa no es una habilidad que se enseñe una vez y listo.  “Requiere tiempo y no es lineal”, explica Coleman. “Así que cuando mis niños más pequeños lo logran, llega una nueva etapa de desarrollo en sus años de adolescencia y volvemos a empezar desde el principio”. En ocasiones hay que enseñarla y trabajarla muchas veces conforme el niño crece y va cambiando. 

Como muchas cosas, se trata de un proceso, y lo que significa la autodefensa para un niño de seis años, será muy distinto para un preadolescente, un adolescente o un adulto. Para los niños más pequeños, es difícil aprender cuándo se requiere verbalizar algo y puede ser suficiente con que aprendan cuándo pedir ayuda. Por su parte, los niños mayores pueden tener un papel mucho más importante en determinar y expresar lo que necesitan. Cuando los niños se sienten comprendidos, es más probable que se sientan motivados a progresar.

Habilidades de liderazgo

Además de ayudarlos a que sean ellos mismos los que hagan valer sus derechos, cuando un niño se siente cómodo de abogar por sí mismo, suelen empezar a ampliar las acciones de autodefensa. “Los niños se vuelven líderes”, observa Coleman. “Se fijan en lo que pasa a su alrededor y alzan la voz por otros, comparten su conocimiento sobre herramientas y quieren hablar con los funcionarios de la escuela para mejorar las cosas”.

Cuando comprenden que todos somos diferentes y que cada estudiante tiene sus necesidades y desafíos específicos, se sienten empoderados tanto a nivel personal como social. Adquieren el potencial de crear espacios más inclusivos en los que los niños puedan defenderse unos a otros, en vez de hacerse bullying entre sí.

La última revisión de este artículo se realizó el 22 de marzo de 2024.