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Discapacidades del aprendizaje y depresión

Por qué los niños con discapacidades del aprendizaje suelen desarrollar depresión y necesitan apoyo emocional.

Escrito por: Molly Hagan

Expertos clínicos: Laura Phillips, PsyD, ABPdN , Helene Omansky, LCSW

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Pensamos que las dificultades de aprendizaje afectan a los niños en la escuela, pero los desafíos con habilidades como la lectura, la escritura, las matemáticas y el lenguaje afectan todos los aspectos de la vida, no sólo al desempeño académico. Las utilizamos todo el tiempo: al leer las señales de la calle, contar el cambio, jugar y seguir las conversaciones con los amigos.

Tener dificultad con habilidades que parecen ser fáciles para otros, dentro o fuera del aula, puede tener un impacto emocional desde edad temprana. Las investigaciones muestran que los niños con trastornos del aprendizaje tienen un mayor riesgo de desarrollar depresión. Este riesgo aumenta a medida que los niños entran en la adolescencia.

“Los niños pasan en la escuela la mayor parte de su tiempo despiertos”, dice Laura Phillips, PhD, neuropsicóloga y directora sénior del Centro para el aprendizaje y el desarrollo del Child Mind Institute. “Cuando pasas ocho horas al día dedicado a algo que para ti es difícil, se produce un gran impacto negativo en tu autoconcepto (es decir, tu idea acerca de quién eres como persona) y en tu capacidad de sentirte exitoso”.

Escuela y autoestima

La depresión se puede manifestar de distintas maneras:

  • Parecer triste o irritable.
  • Tener problemas para dormir.
  • Perder el interés por las cosas que antes te gustaban.
  • Estar cansado todo el tiempo.
  • Aumentar o perder mucho peso.

Pero en la raíz hay sentimientos de desesperanza y baja autoestima. Estudios demuestran que, en el caso de niños con trastornos del aprendizaje, el entorno escolar puede contribuir e impulsar estos sentimientos.

Un niño con un trastorno del aprendizaje no diagnosticado está en mayor riesgo de desarrollar depresión, porque no entiende la razón de su dificultad con cosas que a los demás no les cuestan. La frustración y el fracaso crean la sensación de que algo tiene que estar mal con ellos. Contar con un diagnóstico los puede tranquilizar y brindarles el apoyo que necesitan. Pero salir adelante con éxito en la escuela seguirá siendo una batalla. Cuando se trata de las emociones de un niño, el diagnóstico de trastorno del aprendizaje no es una solución mágica.

“No siempre se siente mejor de inmediato”, señala Helene Omansky, LCSW, trabajadora social sénior del Child Mind Institute. “Mejorará, pero los niños recién diagnosticados necesitan tiempo para adaptarse a su sistema de apoyo, así como para desarrollar confianza en habilidades de las que hasta ahora pueden haber carecido”.

Si crees que tu hijo pudiera estar deprimido, acércate a un profesional médico para pedir ayuda, pero sin olvidar que hay formas en que otros padres y los maestros también pueden brindar apoyo.

Los desafíos académicos se hacen más difíciles

Los requisitos de la escuela cambian a medida que crecemos, y hay un cambio que puede ser especialmente difícil para los niños, sobre todo para quienes tienen déficits de lectura y del lenguaje. “Desde preescolar hasta segundo de primaria, se aprende a leer”, explica la Dra. Phillips. “En tercer grado, el énfasis cambia a leer para aprender”.

En otras palabras, la lectura se incorpora a todas las clases. Los niños que tenían dificultad en la clases de lengua y literatura, pero que se enorgullecían de sus habilidades matemáticas, se enfrentan de repente a los problemas matemáticos de lógica. “Y entonces pierden la confianza en aquello que podría haber mantenido su sentido del yo y su autoestima”, explica la Dra. Phillips.

Este cambio es el primero de muchos. Los niños seguirán enfrentándose a sus retos de formas inesperadas, y esto puede ser desalentador.

“El impacto de un trastorno del aprendizaje se amplía a medida que se avanza en la escuela”, dice la Dra. Phillips.

Es importante que los padres comprendan la profundidad de la frustración que puede estar sintiendo un niño y que la reconozcan, dice Omansky. Tendemos a tratar de dispersar las cosas negativas con incentivos: “¡Eres muy inteligente!”. Pero esto puede hacer que el niño se sienta aislado y no escuchado. Si un niño dice que se siente tonto porque no logra entender cómo resolver un problema de lógica, Omansky dice: “Está bien validar esto al decir algo como ‘puedo ver lo frustrante que es esto para ti’”.

Comparaciones con los compañeros

Alrededor de los 8 o 9 años, los niños se centran menos en sí mismos y empiezan a entenderse en el contexto de sus compañeros y en comparación con ellos. Si antes la escuela era simplemente frustrante, ahora los niños se preguntan por qué ciertas cosas parecen ser tan fáciles para los demás. Podrían sentir que trabajan el doble que los demás y, como es comprensible, podrían pensar que no es justo.

A esta edad, los niños también se vuelven más cohibidos y pueden sentir que sus déficits son más visibles. Esto se podría manifestar, por ejemplo, como un niño que no se atreve a levantar la mano en clase, pero también como un niño que juega solo en el recreo. Cuando un niño no puede resolver un problema de matemáticas o le llaman la atención por no terminar una tarea, es fácil que pase de “me siento tonto” a “nadie va a querer jugar conmigo”, señala Omansky.

Los niños con dificultades de aprendizaje también pueden tener problemas con las habilidades sociales, como seguir el hilo de una conversación o encontrar las palabras adecuadas para responder. A veces no captan bien las señales sociales y, si reciben les hacen demasiados comentarios negativos, es posible que eviten socializar por completo.

Algunos niños desvían la atención de sus desafíos al portarse mal. Ser percibido como divertido o rebelde podría reforzar nuestra autoestima. Pero evitar los problemas no hace que nos sintamos mejor con ellos, sino que al contrario, nos hace más decididos a ocultarlos.

Ocultar las señales

Las tasas de trastornos del aprendizaje no son significativamente diferentes según el género, pero los niños tienen más probabilidades de ser diagnosticados por su tendencia a ser disruptivos en clase, lo cual es una señal de alerta evidente. Las niñas, por su parte, tienden a retraerse, lo que dificulta su identificación.

“Es mucho más probable que las niñas se sienten tranquilamente al fondo de la clase y traten de pasar desapercibidas”, afirma la Dra. Phillips.

Esto se traduce en que las niñas no reciben un diagnóstico de trastorno del aprendizaje o reciben un diagnóstico tardío. Cuando los trastornos del aprendizaje son pasados por alto, la ansiedad o la depresión de un niño pueden ser los primeros signos reconocibles de que necesita ayuda. “Podrían sentir mucha ansiedad o estar más desanimados académicamente”, dice la Dra. Phillips. “Por lo tanto, podría ser la ansiedad o la depresión lo primero que los lleve a recibir atención clínica”.

También es importante que los adultos empaticen con esta experiencia. “Padres y maestros bienintencionados no quieren poner el reflector innecesariamente sobre un niño, pero puede que no estén haciendo las preguntas adecuadas que permitan una mayor intervención o exploración”, dice Omansky. Cuando un niño se muestra ansioso, desmotivado o deprimido, los adultos de su entorno deberían investigar si pudiera estar teniendo dificultades, añade. “Los niños no siempre tienen las habilidades necesarias para saber cómo abogar por ellos mismos y decir: ‘No entiendo’”.

Un círculo vicioso: Cómo la depresión afecta el aprendizaje

La depresión puede afectar a las funciones cognitivas, agudizando los desafíos con el aprendizaje.

Las investigaciones demuestran que la depresión puede:

  • Ralentizar el procesamiento de la información.
  • Ralentizar la consolidación de la memoria, es decir, el modo en que el cerebro transforma lo aprendido en recuerdos a largo plazo.
  • Dificultar prestar atención y concentrarse.

Es un círculo vicioso: los desafíos de aprendizaje contribuyen a la depresión, con lo cual se contribuye a su vez a más desafíos. Pero hay maneras de interrumpirlo.

Seguridad en el aula

La forma en que un niño se relaciona con su entorno escolar también puede afectar su forma de aprender y de verse a sí mismo. Este es un factor especialmente importante para los niños negros y otros niños de color, sobre todo si asisten a escuelas predominantemente blancas. “Si hay una diferencia en el color de la piel entre los niños y sus maestros, es posible que entren a la clase con un nivel diferente de ansiedad que tendrán que superar para participar plenamente”, dice la Dra. Phillips.

Si el entorno escolar te produce ansiedad de entrada, es más probable que te cierres si el aprendizaje también es un desafío. Incluso podrías desarrollar miedo a ir a la escuela. Los maestros deben ser conscientes de que los niños no experimentan la escuela en el vacío. Deben comprender los factores raciales, culturales y demográficos que afectan a los niños, para que se sientan lo bastante seguros como para aprender y pedir ayuda si la necesitan.

Combinar el apoyo académico y emocional

Las escuelas están empezando a adoptar apoyos emocionales para los niños con trastornos del aprendizaje. Cuando los niños se sienten derrotados por sus desafíos, y se resisten a aprender porque los hace sentir mal consigo mismos, el apoyo académico por sí solo no es suficiente.

Cada vez más, las escuelas utilizan técnicas de aprendizaje socioemocional (SEL, por sus siglas en inglés) para ayudar a los niños a ser conscientes de las emociones que impulsan su comportamiento, ya sea que se trate de portarse mal, tratar de pasar desapercibidos o simplemente evitar las tareas que les resultan más difíciles.

A los niños se les pueden enseñar estrategias para manejar las grandes emociones en torno al aprendizaje. Por ejemplo, los niños con trastornos del aprendizaje en matemáticas se ponen nerviosos cuando se les pide que resuelvan problemas matemáticos. Suelen tener pensamientos negativos: “Soy muy malo en matemáticas. Voy a reprobar este examen de matemáticas. Soy tan tonto que no voy a entrar en la universidad”.

El diálogo interno negativo interfiere en la resolución de problemas. “Pone a prueba tu memoria de trabajo hasta el punto de que no puedes resolver los problemas con eficacia”, explica la Dra. Phillips. “Entonces, te va mal y luego te ves a ti mismo como un mal estudiante de matemáticas”.

Pero los niños pueden interrumpir el ciclo con un truco sencillo: decir los pasos del problema matemático a medida que los hacen. “Si repites los pasos de forma verbal, no te puedes enganchar en un diálogo interno negativo y por lo tanto no cargas el sistema de memoria de trabajo”, añade.  “Es muy eficaz”.

La capacidad de adoptar este tipo de resolución creativa de problemas es el arma secreta de un trastorno del aprendizaje, pero cuando un niño muestra señales de depresión, es importante buscar tratamiento profesional. Comprender que los problemas emocionales y los de aprendizaje están entrelazados puede ayudar a los padres a conseguir el apoyo que necesitan sus hijos.

La última revisión de este artículo se realizó el 7 de marzo de 2024.