¿Qué es la corregulación?
Ayudar a los niños a regular sus emociones requiere aprender a manejar las tuyas.
Clinical Expert: LaKisha Hoffman
in EnglishLo que aprenderá
- ¿Qué es la corregulación?
- ¿Cuál es la diferencia entre autorregulación y corregulación?
- ¿Qué estrategias de corregulación se pueden utilizar con niños?
Lectura rápida
Las emociones nos permiten expresarnos y conectarnos con los demás, pero si no sabemos cómo manejarlas también pueden causar conflictos y daños. La autorregulación (la capacidad de manejar o regular nuestras propias emociones y comportamientos) es una habilidad que la mayoría de los adultos han aprendido a dominar con el tiempo.
Por otro lado, la corregulación es cuando dos personas se ayudan a regular sus emociones entre sí. Para los adultos, esto puede implicar también enseñar a los niños a manejar sus emociones por su cuenta.
La corregulación tiene un sustento científico.Nuestro propio estrés puede estresar a otra persona y nuestra calma puede hacer que otro se sienta tranquilo. La corregulación exitosa entre un adulto responsable y un niño implica ayudar al niño a tranquilizarse por su cuenta, por lo que el primer paso para la corregulación es que tú te relaciones con tu propio estrés de manera saludable.
Es importante considerar las cosas específicas que tienden a alterarnos y pensar cómo reaccionamos ante ellas. Esto se conoce como respuesta al estrés. Identificar cuáles son tus propias respuestas al estrés te puede ayudar a reconocer las respuestas al estrés de los niños (que pueden ser muy diferentes dependiendo del niño y de la situación), y de esta manera poder brindarles apoyo.
Independientemente de si eres maestro, maestra, padre, madre o cuidador, estas son algunas estrategias que puedes utilizar para ayudar a un niño a tranquilizarse antes de que sus emociones se salgan de control. Supongamos, por ejemplo, que un niño está gritando y llorando. ¿Esto te genera una respuesta de estrés? Primero, respira profundo para tranquilizarte y luego ponte al nivel del niño. Establece contacto visual con él y dile lo que ves: “Parece que en este momento te sientes muy molesto”. Asegúrate de utilizar una voz neutra. El objetivo es empezar a enfriar las emociones que se han intensificado. Finalmente, intenta guiarlo a través de un ejercicio tranquilizante o de respiración pausada. Si no quiere hacerlo contigo, hazlo tú, y explícale que estos ejercicios son una buena alternativa para lidiar con emociones intensas.
Las emociones pueden ser muy cambiantes. Nos pueden llevar a hacer o decir cosas dañinas, hirientes o de las que después nos podemos arrepentir. Por eso nos esforzamos por manejarlas o controlarlas. La autorregulación se parece a hacer una respiración profunda y decir: “Por favor, guarda tus Legos cuando termines de jugar para que no los pise”, en vez de recoger todas las piezas que te encuentres tiradas por la casa y lanzarlas por la ventana.
Como adultos, practicamos la autorregulación todo el tiempo en nuestras interacciones con compañeros de trabajo, amigos y parejas. No siempre es fácil, pero sabemos que es más efectivo y productivo hablar de lo que nos molesta que simplemente reaccionar.
Pero la autorregulación no es algo natural: es un conjunto de habilidades que todos necesitamos aprender. Desde una perspectiva del desarrollo, los niños son como automóviles con los frenos descompuestos, que nacieron con la capacidad de experimentar cada unos de los grados de una emoción pero sin ninguna de las herramientas para regularlos.
¿Qué es la corregulación?
La corregulación es un acto recíproco. Es decir: se trata de un intercambio de calma entre dos personas. Sin embargo, cuando el intercambio es entre un adulto (que ha adquirido herramientas cognitivas para manejar sus emociones) y un niño, la corregulación también implica que el adulto le enseñe al niño cómo regular sus emociones, mostrándole con el ejemplo cómo demostrar empatía y lograr tranquilizarse. La corregulación no significa simular que vivimos en un estado permanente de calma o que nunca nos enojamos. Significa manejar de forma activa nuestras emociones para ayudar a los niños a manejar las suyas.
La corregulación es algo que hacemos de forma activa y también es un proceso biológico: ocurre en nuestro cuerpo. Las investigaciones (en inglés) muestran que nos podemos influir directamente unos a otros en ciertos procesos. Por ejemplo, en la producción del cortisol, la hormona del estrés. La angustia de alguien (supongamos que un niño está llorando desconsoladamente) nos puede hacer sentir una angustia similar. Y cuando permanecemos tranquilos, podemos influir en la producción de hormonas de otras personas para ayudarlos a calmarse también.
Recientemente, la corregulación se ha convertido en una palabra de moda (en inglés) en algunos círculos de padres y madres. Pero quien utilizó el concepto por primera vez fue LaKisha Hoffman, MSW, subdirectora escolar en Richmond, California. “Los estudiantes se acercaban a mí y me decían: ‘Mi maestra hizo esto’. Luego, la maestra también venía y me decía: ‘El estudiante hizo esto y esto’”, recuerda.
Al parecer, las conductas de los niños desencadenaban emociones en las maestras que eran difíciles de controlar. “Algunas maestras reaccionaban ante el hecho de que estudiantes se levantaran de sus asientos y se pusieran a caminar”, afirma Hoffman. “Para otras, el desencadenante era que los estudiantes hablaran cuando no era su turno. Y en otros casos, lo que las hacía reaccionar eran estudiantes que se portaban de forma desafiante”.
Hoffman, quien actualmente es la directora sénior de los Programas para escuelas y comunidades del Child Mind Institute, empatizaba con la frustración de las maestras. Pero también reconocía que, como adultas, las maestras tenían una mayor responsabilidad de estar conscientes de los factores que las hacían reaccionar, para poder apoyar a los estudiantes y relacionarse con ellos, incluso cuando se estuvieran portado mal.
La corregulación comienza con la autorregulación
Para los adultos (padres, cuidadores o maestros), la corregulación comienza con la autorregulación. A todos nos determinan nuestras propias experiencias personales. “Todos somos humanos”, afirma Hoffman. “Cuando somos adultos hay distintas cosas que nos hacen reaccionar. ¿Cómo reconocer esas cosas? ¿Cómo manejar esos momentos y lograr calmarnos? Ese es el primer paso”.
Hoffman, una ex jugadora de básquetbol universitario, es entrenadora de varios equipos juveniles. Reconoce que uno de sus desencadenantes es cuando un joven se pone a rebotar la pelota mientras ella está hablando. Es un detalle, pero Hoffman sabe por experiencia que eso le molesta. “Pero no puedo reaccionar con un enérgico: “DEJA esa pelota ya”, dice. “No puedo interactuar con ellos de esa manera”. Tengo que estar calmada en ese momento y decir: ‘Ey, ¿en qué estamos? ¿Se supone que deberías estar rebotando la pelota ahora?’. Tengo que construir una cultura que los ayude a entender por qué no deberían hace eso.
Conoce tus respuestas al estrés
Los seres humanos hemos desarrollado respuestas al estrés para ayudarnos a responder ante situaciones de peligro. Sin embargo, esas respuestas se pueden activar incluso cuando no está en riesgo nuestra vida: únicamente por estrés. ¿Tal vez hayas escuchado el término lucha o huida? Otras respuestas al estrés incluyen la parálisis y la adulación (quizá menos conocida y que consiste en tratar de apaciguar a alguien para evitar el conflicto). Imagina que tu hijo hace un berrinche en la tienda porque le quitaste el dispositivo con el que estaba jugando. Así que, para evitar la escena en público, le regresas el aparato. Esa es una respuesta de adulación. Las respuestas de adulación son comunes también entre las personas que han experimentado trauma, como el abuso.
Cuando te enojas con tu hijo, ¿tu instinto es gritar (lucha)? O en cambio, ¿tiendes a alejarte (huida)? O sus reacciones a veces te abruman tanto que te bloqueas mentalmente y te “desconectas” (parálisis)? Las respuestas al estrés se pueden arraigar profundamente. Pero cuando puedes reconocer por qué reaccionas de cierta forma ante algo que te molesta, también puedes encontrar mejores maneras de manejarlo.
Busca una estrategia
La frase “respira profundo” se ha convertido casi en un cliché para combatir el estrés. Sin embargo, décadas de investigación (en inglés) han demostrado que respirar profundo tiene efectos importantes en las regiones del cerebro que gobiernan las emociones y la cognición. Cuando entramos en pánico, tendemos a respirar muy rápido (hiperventilación), por lo que las técnicas para pausar la respiración nos pueden ayudar a calmarnos. Incluso unas pocas respiraciones profundas pueden iniciar el proceso. Algunas técnicas específicas incluyen la respiración abdominal, la respiración cuadrada y la respiración de mariposa (ambas en inglés), que son ejercicios especialmente buenos para realizar con niños.
Por supuesto que siempre se puede simplemente inhalar más aire, pero el propósito de la respiración profunda realmente es estar más conscientes de uno mismo. Cuando nos podemos mirar desde fuera y reconocer que sí, efectivamente nos sentimos enojados, estamos dando el primer paso hacia el control de la ira (o de cualquier otra emoción que estemos experimentando).
Reconoce la desregulación en niños
Cuando los adultos pueden identificar sus propios desencadenantes y respuestas al estrés, están mejor preparados para reconocerlos en niños.
La desregulación emocional se puede ver de formas diferentes, dependiendo de la persona y la situación. Para muchos niños, en particular los más pequeños, la desregulación se podría manifestar como gritos, pataletas o golpear el piso con los puños. Pero toma en cuenta las posibles respuestas de lucha, huida, parálisis o adulación. La desregulación también se podría mostrar como retraimiento, una complacencia excesiva con los adultos (en inglés) o la incapacidad de decir “no”.
Además, la desregulación se puede intensificar. “Si me altero y los niños me están viendo, entonces ellos también se alteran”, explica Hoffman. “Entonces sólo logramos tener a muchas personas alteradas. ¿Cómo resolvemos el problema en esas circunstancias?”.
El objetivo de la corregulación es corregir el rumbo para evitar que siga aumentando el estrés.
Estrategias de corregulación
No toda la corregulación se hace de forma consciente. Nuestros cuerpos y cerebros pueden responder a los demás sin siquiera darnos cuenta. Aunque hay acciones que podemos llevar a cabo para guiar el proceso. Así como al respirar profundo le envía un mensaje a tu cerebro para que se calme, hay cosas que puedes hacer para enviar mensajes similares al cuerpo de otra persona.
Ya seas maestro o cuidador, es importante enseñar a los niños estrategias para calmarse, como los ejercicios de respiración profunda, antes de tener que recurrir a ellos en medio de una crisis. Cuando nuestras emociones están fuera de control, no es fácil enfocarnos en nueva información ni procesarla, porque nuestros cerebros están demasiado ocupados lidiando con el estrés.
Supongamos que un niño tiene una crisis. Cae estrepitosamente al piso, llora con quejidos y respira con dificultad. Lo primero que debes hacer es ser consciente de tu propia reacción física (¿se aceleró tu corazón? ¿Sientes que tu cara se puso roja?) y hacer unas cuantas respiraciones profundas. Relaja tu cuerpo y después:
- Ponte a su nivel. Cuando un niño se siente abrumado, es difícil ayudarlo a tranquilizarse si tú estás en una posición de mayor poder. Si puedes, acércate a la altura de su cara y míralo a los ojos. La investigación muestra que el contacto visual fomenta la confianza y la conexión. El contacto visual puede ayudar a los niños a sentirse seguros. Pero también es importante recordar que algunos niños con autismo pueden ser hipersensibles al contacto visual directo, de modo que es mejor decidir la estrategia de acuerdo a cada caso específico.
- Nombra su emoción. Por ejemplo: “Parece que en este momento estás realmente molesto”. Nombrar la emoción le permite al niño saber con claridad que tú puedes ver lo que está sintiendo. Así validas la emoción, no el comportamiento: está bien sentirse mal. Darle nombre a la emoción también les enseña a los niños a notar y nombrar ellos mismos sus propias emociones, lo que para niños muy pequeños no es algo que surja de forma natural.
- Cambia tu tono. Asegúrate de mantener un tono calmado y no levantes la voz. Esforzarse por sonar relajado puede tener un efecto de quiebre poderoso cuando un niño está alterado, porque tendemos a imitar los comportamientos que vemos en los demás. Este “espejeo” sucede a nivel subconsciente, como producto de las neuronas espejo en el cerebro. Y hay cada vez más evidencia (en inglés) que sugiere que las neuronas espejo juegan un importante papel en la manera en que aprendemos y expresamos empatía.
- Abrázalo o dale un apretón de manos. Cuando los niños están muy desregulados, pueden estar especialmente sensibles al tacto o incluso rechazarlo. Pero si un niño lo acepta, es una herramienta poderosa en la corregulación. Tocar a otra persona puede elevar sus niveles de oxitocina. A veces llamada la “hormona del amor”, la oxitocina nos hace sentir bien. El contacto también hace que la hormona se siga liberando, por lo que un abrazo o un apretón de manos pueden tener un efecto positivo que vaya más allá de la acción misma.
- Guíalo en un ejercicio tranquilizante. Si hay un ejercicio o respiración para recobrar la calma (en inglés) con el que el niño esté familiarizado (algo que quizá hayan aprendido juntos o que aprendió en la escuela), sugiere que lo hagan juntos. No te desanimes si te dice que no. Dile que te gustaría hacer el ejercicio porque te ayuda a ti a calmarte (esto es útil especialmente para los niños más pequeños, para recordarles el objetivo del ejercicio) y empieza a hacerlo por tu cuenta. Quizá sólo te mire o tal vez se te una. En todo caso, ambos resultados son valiosos.
Somos seres imperfectos. No siempre podemos ofrecer nuestra mejor respuesta ni la más consciente cuando estamos alterados, pero esforzarnos por reconocer nuestras propias emociones y comportamientos, establece un poderoso ejemplo para los niños. Independientemente de tu proceso específico, lo más importante de la corregulación es que los niños absorben lo que te ven hacer, y si les muestras cómo calmarse, se les puede facilitar hacerlo a ellos. Como dice Hoffman: “La mejor manera de enseñar es con el ejemplo”.