Los niños con trastorno de apego reactivo (RAD, por sus siglas en inglés) no forman el vínculo estrecho que se desarrolla normalmente entre un niño y sus cuidadores. Los niños con trastorno de apego reactivo parecen tristes, temerosos o irritables y les cuesta interactuar con los demás. Cuando están enojados, los intentos de los adultos por hacerlos sentir mejor no los consuelan. El trastorno de apego reactivo puede presentarse en niños pequeños que han sido extremadamente descuidados o maltratados.
El trastorno de apego reactivo no es común. Solo se diagnostica en niños que tienen entre nueve meses y cinco años.
Las señales de que un niño puede tener un trastorno de apego reactivo incluyen:
Los niños reciben un diagnóstico de trastorno de apego reactivo únicamente cuando tienen entre nueve meses y cinco años de edad. El médico se asegurará de que el niño no tenga autismo antes de diagnosticar el trastorno de apego reactivo, ya que ambos trastornos tienen algunos síntomas similares.
Para ser diagnosticado, el niño debe parecer triste o temeroso y no responder cuando su cuidador intenta hacerlo sentir mejor. El niño también debe haber experimentado abuso o negligencia graves, o múltiples cambios de cuidadores a edad temprana.
Es importante tener en cuenta que no todos los niños que sufren maltrato o abandono desarrollan el trastorno de apego reactivo.
Debido a que los niños con RAD son tan pequeños, la terapia involucra tanto al niño como a los padres o cuidadores principales. Por lo general, se combinan varias terapias diferentes, entre las que se incluyen:
Los servicios de educación especial también pueden ayudar a los niños con RAD.
Los niños pequeños que han sido abandonados o maltratados también pueden tener retrasos en el desarrollo y en su crecimiento físico. Los niños mayores pueden correr el riesgo de desarrollar trastornos alimentarios, problemas de ira, depresión, ansiedad, problemas en la escuela y abuso de drogas y alcohol.
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