Quitarle el teléfono a un adolescente puede que no sea una forma muy efectiva de castigo. Al quitarle su teléfono usted interfiere en su vida social, lo que puede abrir una brecha en la relación de padres e hijos. Es útil que el castigo esté relacionado con el mal comportamiento, por lo que generalmente no tiene sentido quitarle el teléfono a un adolescente por un mal comportamiento como no respetar la hora acordada para llegar a casa. Es importante enseñar a los niños a controlar el tiempo que pasan frente a la pantalla, en lugar de cortarles el acceso por completo.
¿Cuándo debe interponerse entre un adolescente y su teléfono?
Pros y contras de cada una de las alternativas.
in EnglishLo que aprenderá
- ¿Por qué no es un buen castigo quitarle el teléfono a un adolescente?
- ¿Qué otros castigos son más eficaces?
- ¿Cómo pueden los padres ayudar a los adolescentes a establecer límites saludables en su uso del teléfono?
Lectura rápida
Amenazar con quitarle el teléfono a su hijo adolescente puede parecer una buena manera de conseguir que haga algo que ha estado evitando hacer. Pero no suele ser una buena opción de castigo.
Cuando usted les quita el teléfono, está apagando la televisión, prohibiendo los juegos, quitándoles la posibilidad de hablar con sus amigos y de salir: todo a la vez. Los teléfonos se han convertido en su forma de comunicarse, y eso es importante para su desarrollo.
Si le quita el teléfono, puede que su adolescente se enoje mucho. Y eso puede ser contraproducente y perjudicar su relación. Puede que se niegue a hablar con usted o que intente utilizar el teléfono a escondidas cuando usted no esté pendiente. El teléfono les puede parecer tan esencial que pueden considerar mentir la próxima vez para proteger su acceso a él.
Si necesita castigar a su hijo, la mejor manera de hacerlo es hacer que el castigo esté relacionado con lo que hicieron mal. Si no llegaron a casa a tiempo, es mejor castigarlos diciéndoles que no podrán salir de casa por un tiempo, que cortar toda comunicación con sus amigos. Pero si su adolescente hizo algo malo en línea, usted puede quitarle el teléfono o eliminar una aplicación específica durante un tiempo limitado.
También es conveniente poner límites a la cantidad de tiempo que su hijo adolescente utiliza su teléfono. Podría establecer reglas familiares, como por ejemplo, nada de teléfonos en la mesa. También puede utilizar aplicaciones para ayudar a su hijo adolescente a aprender a manejar su tiempo. Estas pueden bloquear los sitios que lo distraen, de tal manera que su hijo adolescente pueda hacer sus tareas o irse a dormir.
Kate Gosselin, la madre en el reality show Kate Plus 8, no es exactamente alguien en quien inspirarse para la crianza. Pero recientemente dijo algo en un especial de televisión que llamó nuestra atención. Cuando se refirió a sus dos hijas de 13 años, le dijo a la cámara: “Les compré esos teléfonos celulares y iPads a las niñas para poder quitárselos”.
Gosselin hace que el comentario suene especialmente manipulador, pero de hecho, eliminar el “tiempo de pantalla” o el acceso a dispositivos electrónicos se ha convertido en la consecuencia más usada por los padres ante un comportamiento inaceptable en niños de prácticamente todas las edades, desde niños pequeños hasta adolescentes. Y si hablamos de adolescentes, hay una dimensión adicional. Como lo expresa Gosselin de manera un tanto cruda: “Captas su atención porque los desconectas de sus amigos”.
Para los adolescentes, la amenaza de confiscar su teléfono o, lo que es peor, que sus padres lo revisen, parece tener un poderoso efecto disuasivo del mal comportamiento. Al menos eso es lo que a los padres les gusta pensar. Pero, ¿qué pasa realmente por la mente de su hijo adolescente cuando usted le quita el teléfono?
Confiscar el teléfono de un adolescente no es lo mismo que apagar la televisión o prohibir los videojuegos. No es lo mismo que restringir el uso del teléfono o “castigarlos” sin poder ir al centro comercial a encontrarse con sus amigos. Quitarle el teléfono a un adolescente es quitarle todas esas cosas a la vez y más.
Es fácil ver a su hijo inclinado sobre su teléfono, escribiendo con los pulgares, y pensar que se está perdiendo la comunicación “real”, del tipo que se obtiene en persona. Pero toda esa comunicación virtual tiene un papel positivo y de desarrollo importante.
Alice Marwick, codirectora del Centro McGannon de Investigación en Comunicación de la Fordham University, y Danah Boyd, investigadora principal de Microsoft Research New England, han pasado años estudiando el uso que hacen los jóvenes de las redes sociales. Para un proyecto reciente entrevistaron a 165 adolescentes en todo el país de diferentes orígenes étnicos y socioeconómicos. Uno de sus hallazgos fue que las redes sociales se han convertido en el equivalente moderno de pasar el rato en el centro comercial o el cine.
Las redes sociales proporcionan una manera de que los niños interactúen entre ellos sin la estructura ni la supervisión que hay, por ejemplo, en la escuela, los deportes y otros programas extracurriculares. Los adolescentes de hoy pasan una cantidad de tiempo sin precedentes en actividades estructuradas, y muchos lugares de reunión están fuera de su alcance. “Muchos sitios físicos de reunión restringen de manera explícita o implícita a los adolescentes”, escribe el Dr. Boyd, en su libro It´s Complicated: The Social Lives of Networked Teens. (Es complicado: La vida social de los adolescentes en la red). “Los adolescentes no pueden ingresar a los bares porque son menores de edad, carecen de los recursos económicos para reunirse en restaurantes, y cuando los adolescentes se reúnen en estacionamientos o en las esquinas de las calles, a menudo se les acusa de andar vagabundeando”. El Dr. Boyd argumenta que los espacios en red como Facebook, Instagram, Twitter y Tumblr se encuentran entre los pocos lugares donde los adolescentes pueden relajarse y expresarse, conectarse con sus compañeros y desarrollar su identidad sin la supervisión de un adulto.
“Los adolescentes usan Internet para experimentar con cosas”, dice el Dr. Marwick. “Experimentan con las identidades, adoptan poses, actúan. Y muchas de esas cosas pueden parecer problemáticas, cuando los padres las sacan de contexto (cuando publican blasfemias, jerga popular, selfies), pero cuando usted realmente ve lo que está haciendo el joven, está experimentando con una identidad, que es una parte típica y saludable del desarrollo adolescente”.
¿Qué sucede cuando usted confisca ese teléfono?
“Para los adolescentes, la red social y el contacto con amigos es la tarea y el enfoque primordial del desarrollo”, dice Beth Peters, psicóloga clínica especialista en adolescentes y familias en Westminster, Colorado. “Cuando eliminas la vía de escape de un adolescente hacia sus amigos, habrá una reacción emocional importante, un colapso en la relación padre-hijo”.
Cuando se quitan los teléfonos como castigo, dice la Dra. Peters, los niños tienden a alejarse de sus padres. “No intentan resolver el problema. No hablan con los padres. Realmente usted está preparando el terreno para un adolescente deshonesto, porque ellos necesitan ese contacto y recurrirán a un comportamiento engañoso para conseguirlo”.
Algunos jóvenes sienten que cuando los padres confiscan su teléfono, la posible invasión a su privacidad es peor que la pérdida del acceso a su teléfono.
Mariela, una estudiante de tercer año de high school en San Francisco, dijo que si sus calificaciones bajan, sus padres toman su teléfono por la noche para disminuir su distracción. Pero ella dice que no revisan su teléfono. “No lo miran porque entienden el aspecto de la privacidad”, dijo. “Pero a muchos de mis amigos, cuando les quitan el teléfono, eso significa que también lo están revisando”. Cuando se le preguntó cómo responden sus amigos a estas revisiones, dijo que sienten que sus padres piensan que ellos no son “confiables” y, a su vez, ellos dejan de confiar en sus padres.
¿Cuánto es demasiado?
Muchos padres no pueden dejar de preguntarse si el tiempo que los niños pasan en línea va en detrimento de otros tipos importantes de desarrollo. La Dra. Peters dice que cada semana ve a niños que están en conflicto con sus padres acerca del uso de los dispositivos electrónicos. Como ella señala, las redes sociales no pueden enseñarle a su hijo todos los aspectos importantes de la comunicación cara a cara, como las señales sociales o el lenguaje corporal. Ella comparte incluso el caso de un adolescente que dependía tanto de su teléfono que durante una sesión de terapia quería enviarle un mensaje de texto en lugar de hablar directamente con ella.
Ese es un ejemplo extremo, pero lo cierto es que una dependencia excesiva de las redes sociales puede ser perjudicial para las habilidades de comunicación de un niño. Catherine Steiner-Adair, autora de The Big Disconnect, teme que esta sea la primera generación de adolescentes a quienes les resulta incómodo hablar por teléfono o tener conversaciones en tiempo real. “Lo que vemos en los niños que principalmente envían mensajes instantáneos o de texto es una disminución en su capacidad de permanecer en una conversación durante la cena, de concentrarse y de escuchar activamente”, dice la Dra. Steiner-Adair. “Nuestra capacidad para escuchar y oír el tono de voz, los sentimientos detrás de la palabra o el texto hablado, es una de nuestras herramientas humanas más básicas para comunicarnos y conectarnos”. Sin esta práctica, los niños corren el riesgo de perder estas importantes habilidades de conversación.
Muchos expertos recomiendan que los padres les den a los niños un golpe de realidad, al establecer límites para el uso del teléfono que siga toda la familia. Por ejemplo, las familias pueden reservar la cena como un momento en el que todos dejan sus teléfonos a un lado y se comunican entre sí cara a cara. Para las familias que suelen trasladarse juntos hacia diferentes lugares, los viajes en automóvil, autobús o tren son otro buen momento para desconectarse y conversar.
Para ayudar a los adolescentes a aprender habilidades de autorregulación, la Dra. Steiner-Adair sugiere utilizar la propia tecnología para domar a la tecnología. “Aplicaciones como Rescue Time y Freedom son un gran recurso para limitar sus distracciones en línea”, explica. Estas aplicaciones monitorean el uso de Internet y pueden configurarse para bloquear sitios que distraen después de un período de tiempo determinado . Estas herramientas son particularmente buenas para los niños que se distraen mucho o que se sienten abrumados por las redes sociales al hacer la tarea o antes de acostarse.
¿Cuándo debería intervenir?
Por supuesto, los padres deben limitar el acceso de sus hijos adolescentes a teléfonos y otros medios cuando sienten que los están usando de manera inapropiada. Pero el Dr. Marwick cree que los peligros para los adolescentes de compartir y socializar en línea pueden ser exagerados. La mayoría de los adolescentes son mejores para evitar errores cibernéticos de lo que usted podría imaginar. Y muchos se están volviendo más inteligentes acerca de cómo se presentan en las redes sociales, al usar Facebook para promocionarse positivamente en la universidad, y mantener múltiples cuentas de Instagram para uso personal o para hacer su portafolio de trabajo.
Shannon, de 18 años, de Minneapolis, usa Instagram más que cualquier otra aplicación de redes sociales porque se centra en la fotografía: su pasión. “Instagram es una forma fácil de compartir mi creatividad con el mundo”, dice. Este impulso por compartir cosas con “el mundo”, por más aterrador que pueda ser para los padres, es saludable y es una parte típica del desarrollo de los adolescentes. Sin embargo, en este caso específico, “el mundo” es en realidad solo sus seguidores aprobados, porque su cuenta está configurada como “privada”, y uno de esos seguidores es su madre, Kate.
Kate también es amiga de Shannon en Facebook y ha descubierto que poder monitorear las redes sociales de su hija ha aliviado los temores que tenía sobre lo que Shannon muestra en línea. Si ve algo cuestionable, como una foto o una publicación que parece demasiado sugerente, habla con Shannon sobre ello en persona o le pide a su hermana mayor que le hable.
Confiscar o no confiscar el teléfono
Una de las reglas básicas de la disciplina efectiva es relacionar el castigo con el mal comportamiento. “Si su hijo llega a casa después de la hora acordada, quitarle el teléfono no tiene ninguna relación con ese comportamiento”, dice la Dra. Peters. “Usted no se está conectando con el niño. Lo está haciendo sentir mal, lo que cree que lo lo ayudará a aprender, pero de hecho lo está ayudando a aprender a ser más astuto o aprender que usted es el castigador”.
Y cuando la falta de juicio está relacionada con el uso del teléfono, la Dra. Peters piensa que ir a la lección, en lugar del castigo, es más efectivo con los adolescentes. “Mi filosofía es que tienes que conectarte con tus hijos antes de corregirlos”, dice ella. Si usted descubre que su hijo publica algo inapropiado, entonces su primer paso debe ser preguntarle a su hijo sobre ese comportamiento, dejándolo que explique su manera de pensar.
El segundo paso sería limitar los privilegios del teléfono: prohibir enviar mensajes de texto por un período o guardar el teléfono en su habitación si interfiere con otras tareas. Esto también debe estar dirigido al comportamiento problemático. “No tiene que quitar todo el teléfono”, señala la Dra. Steiner-Adair. “Si su hijo usa Snapchat o Instagram y envía una foto inapropiada, elimine esa aplicación de su teléfono. Por un tiempo razonable. No sea demasiado intenso”.
Dado que aprender a usar su propio criterio es una gran parte del crecimiento, es importante que los padres se den cuenta de que regular su propio comportamiento telefónico es algo que los niños también deben aprender, a veces con el método de prueba y error. “El objetivo aquí es enseñar a los niños cómo manejar su propia relación con la tecnología”, dice la Dra. Steiner-Adair, “sabiendo que la tecnología es el canal que usarán para toda su vida”.