Los niños con ataques de pánico son tratados con terapia cognitivo-conductual (TCC) y a veces con antidepresivos. Los médicos recomiendan la TCC como primera opción de tratamiento para los ataques de pánico en niños, y añaden medicamentos en caso de ser necesario.
Ataques de pánico y cómo tratarlos
El miedo y el instinto natural de evitarlo pueden crear un impedimento serio.
Experto clínico: Jerry Bubrick, PhD
in EnglishLo que aprenderá
- ¿Cuáles son los síntomas de un ataque de pánico?
- ¿Cuándo se convierte un ataque de pánico en un trastorno de pánico?
- ¿Cuáles son las mejores formas de tratar los ataques de pánico?
Lectura rápida
Las personas suelen usar mucho las palabras “ataque de pánico”, pero los síntomas de un verdadero ataque de pánico son muy específicos. Incluyen sensaciones como un corazón acelerado, sudoración, mareos, falta de aire y náuseas. La persona puede sentir como si se estuviera muriendo. Los ataques de pánico suelen alcanzar su punto máximo a los 10 minutos y mejoran en unos 30 minutos. Las personas que han tenido ataques de pánico suelen relacionarlos con lugares o situaciones. Entonces sienten ansiedad por tener otro ataque en esa misma situación.
Los ataques de pánico se convierten en un trastorno de pánico cuando la persona se preocupa tanto por tener otro ataque que empieza a evitar esos lugares o situaciones. Esto puede significar aviones, trenes, coches, cines, ascensores o situaciones sociales como las fiestas. También pueden evitar situaciones que les recuerden los síntomas físicos de un ataque de pánico. Por ejemplo, pueden evitar hacer ejercicio en el gimnasio porque los hace sudar. Evitar otro ataque puede afectar seriamente todos los aspectos de la vida de la persona. El trastorno de pánico suele aparecer en la adolescencia.
El mejor tratamiento para los ataques de pánico es la terapia cognitivo-conductual (TCC). La TCC ayuda a la persona a sentirse tranquila y aprender a tolerar sus síntomas físicos. Aprenden que las sensaciones no van a hacerles daño realmente. Los terapeutas pueden hacer que la persona haga cosas como saltos de tijera para que su corazón se acelere, de modo que pueda practicar habilidades para calmarse durante la experiencia física de un ataque de pánico. A menudo se utilizan medicamentos antidepresivos para que la terapia funcione mejor. Funcionan al disminuir la intensidad de la preocupación.
Cuando el adolescente sienta menos temor, el terapeuta lo hará probar cosas que asocia con los ataques, poco a poco. Esto hace que se sienta más seguro y con mayor libertad.
“Ataque de pánico” es un término que ha llegado a ser utilizado muy ampliamente para nombrar una reacción de ansiedad. Se escucha a muchas personas decir cosas como, “cuando estoy cerca de los perros me da un ataque de pánico”, dice Jerry Bubrick, PhD, psicólogo clínico en el Child Mind Institute. “Lo más probable es que lo que quieren decir es que sienten algo de pánico, pero no están teniendo un verdadero ataque de pánico”.
Un verdadero ataque de pánico ocurre cuando se experimentan síntomas físicos súbitos e intensos: corazón acelerado, sudoración, temblores, mareos, falta de aliento, náuseas, y entonces interpretamos que eso significa que algo está muy mal. Las personas suelen creer que se están muriendo. O “que están enloqueciendo”.
“De repente, tienes esta explosión de síntomas físicos que son realmente incómodos”, explica el Dr. Bubrick. “Muchas veces, las personas piensan que están teniendo un ataque al corazón y acuden a emergencias”.
Andrea Petersen describe cuando tuvo un ataque de pánico a los 20 años, en una “mañana cualquiera” cuando era estudiante de segundo año en la universidad y se estaba registrando para clases. “De repente, mi ritmo cardíaco se aceleró, me quedé sin aliento y las palabras que estaba leyendo empezaron a transformarse, a cambiarse, a doblarse”, recuerda. “Estaba abrumada por el terror. Sentía que iba a morir. Algo terriblemente malo estaba pasando en mi cuerpo o en mi cerebro”.
Emboscado por el pánico
Lo que experimentas en un ataque de pánico es el sistema de alarma de tu cuerpo, el cual está conectado para prepararte físicamente para manejar una emergencia, y se activa sin una amenaza real. Los ataques de pánico por lo general alcanzan su punto máximo a los 10 minutos y van disminuyendo después de media hora. Sin embargo, algunas personas informan que experimentan los síntomas de manera continua.
Petersen, cuya biografía “On Edge: A Journey Through Anxiety” narra su experiencia y la investigaciones más recientes sobre la ansiedad, pasó un mes en el sofá de sus padres, inmovilizada por intensas sensaciones físicas, así como por el terror y pavor. “Pienso en ello como un ataque de pánico de un mes”, dice. “Sí, hubo altos y bajos. Pero fue una experiencia de cuerpo entero, consumidora e increíblemente incapacitante. Y resulta que no es tan inusual”.
A menudo, como con la experiencia de Petersen, un ataque de pánico surge de la nada y no tienes ni idea de qué lo provocó. Los médicos lo llaman ataques de pánico inesperados.
Pero, a menudo, las personas que han tenido ataques de pánico los asocian con lugares o situaciones en las que han ocurrido, y anticipan con creciente ansiedad tener otro ataque en esa situación. Eso los hace propensos a lo que los médicos llaman ataques de pánico esperados.
Trastorno de pánico
Un ataque de pánico se convierte en algo llamado trastorno de pánico cuando una persona se preocupa tanto por tener otro ataque, que empieza a evitar lugares o situaciones que asocia a los ataques.
No todo aquel que tiene un ataque de pánico aislado va a desarrollar un trastorno en forma. Algunos tienen la experiencia, pero lo descartan como una anomalía incómoda que esperan que no vuelva a suceder. Pero para alguien que está predispuesto a los trastornos de ansiedad, señala el Dr. Bubrick, la vía en el cerebro que evalúa las amenazas podría estar hiperactiva. Evitar otro ataque se convierte en una prioridad imperiosa.
Para Petersen, cuyo trastorno de pánico no fue diagnosticado durante un año: “Mi mundo se volvió cada vez más pequeño. Si estaba en la fila de la cafetería, y me sentía asustada, no regresaba a la cafetería. Dejé de ir al cine. Dejé de ir a fiestas. Dejé de hacer casi todo, menos dejar de ir al par de clases que pude tomar, tuve que abandonar la mitad de mis cursos y mi habitación en la universidad”.
Pánico más agorafobia
Debido a que parte de la experiencia de un ataque de pánico es una necesidad intensa de huir, las personas que los han experimentado, a menudo evitan situaciones en las que sería difícil escapar si se produce un ataque, tales como autos, trenes, aviones, multitudes. Esta evitación de ir a lugares considerados de difícil escape es agorafobia.
“La agorafobia sólo significa el miedo a no poder escapar de una situación, en caso de que tengas un ataque de pánico”, dice el Dr. Bubrick. Eso a menudo incluye espacios cerrados. “Las personas dicen: ‘¿Sabes qué?, está bien. No voy a cruzar un puente, nunca. No viajaré en avión. No necesito volar a ninguna parte”, añade. Pero también podría ser estar en un partido de béisbol con amigos que no tomarían muy bien el tener que salir en la quinta entrada. O en el teatro o viendo una película.
Petersen, una escritora colaboradora del Wall Street Journal (en inglés), y afanosa viajera pese a su ansiedad, señala que incluso ahora no conduce por la autopista, después de que tuvo un “terrible” ataque de pánico mientras conducía entre San Diego y Los Ángeles.
La evasión se hacer más grande
Las personas con trastorno de pánico también pueden desarrollar un intenso temor a las sensaciones físicas asociadas con el pánico, como una frecuencia cardíaca elevada, sudoración, dificultad para respirar, incluso cuando no están en el contexto de un ataque de pánico. Eso podría llevarlas a evitar el ejercicio porque interpretan esas sensaciones físicas como peligrosas, aunque en realidad son señales de un entrenamiento saludable y vigoroso.
“Entonces, como puedes imaginar, muchas personas no van al gimnasio”, señala el Dr. Bubrick. “Las personas no quieren estar en situaciones donde hace calor, porque eso podría desencadenar esas sensaciones, o en situaciones donde piensan que van a tener esa angustia física, como en una montaña rusa o en un avión”.
A pesar de que los niños pequeños pueden tener episodios de miedo o de nerviosismo relacionado al temor, el verdadero trastorno de pánico no aparece sino hasta los años de la adolescencia. Los ataques de pánico también pueden desarrollarse como una característica de otro tipo de ansiedad, como la ansiedad social con ataques de pánico o fobia específica con ataques de pánico.
Tratamiento para el trastorno de pánico
La investigación demuestra que el tratamiento más exitoso para el trastorno de pánico es una combinación de medicamentos antidepresivos y terapia cognitivo conductual (TCC). Muchos médicos recomiendan la TCC como el tratamiento inicial, y luego añaden medicamentos en caso necesario para que el paciente esté lo suficientemente cómodo para participar en la TCC.
Al tratar a alguien con trastorno de pánico a través de la TCC, el profesional clínico empieza trabajando con el paciente para que piense de forma más flexible en su ansiedad. En lugar de ver los síntomas físicos como peligrosos, practica tolerarlos y comprender que no son dañinos.
Para ayudar a la persona a desconectar los sentimientos negativos asociados con los ataques, el terapeuta induce esas sensaciones físicas, el paciente hace saltos de tijera o sube escaleras para acelerar el corazón, gira hasta conseguir marearse, respira a través de una pajilla de café para lograr que se dificulte su respiración. “Lo exponemos a las sensaciones físicas reales de un ataque de pánico, un síntoma a la vez”, explica el Dr. Bubrick.
Luego, en lugar de simplemente tolerar la ansiedad y esperar a que desaparezca, se le enseñan técnicas de respiración profunda a la persona, para calmar los síntomas físicos. Algunos médicos no hacen la respiración profunda, basándose en que los síntomas pasarán por sí mismos. Pero al Dr. Bubrick le gusta dar a los niños herramientas que los hagan sentir empoderados “para que sientan que pueden controlar los síntomas”.
A medida que el temor de los ataques disminuye, los ataques mismos se vuelven menos severos y menos frecuentes. La persona también está lista para comenzar a aventurarse a situaciones del mundo real asociadas con sus ataques de pánico. “Ahora podemos ir a los autobuses, los subterráneos o las salas de cine, cualquier lugar que han estado evitando, sabiendo que si tienen un ataque de pánico tienen una manera de lidiar con él”.
Los pacientes que han sido tratados con TCC a veces regresan para “sesiones de mantenimiento”, para actualizar sus habilidades. “Cuando empiezo a sentir ansiedad, y siento que es posible que recaiga —dice Petersen— voy de nuevo a TCC”.
Tratamiento con medicamentos
Si piensas en los ataques de pánico como un sistema de alarma que no funciona, los antidepresivos llamados inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) hacen que el sistema sea menos reactivo.
Petersen describe el efecto de los ISRS como la reducción de la intensidad de la preocupación. “Durante varias semanas noté que si antes la preocupación ocupaba el 70 por ciento de mi cerebro, el espacio se está abriendo y la preocupación sólo ocupa el 40 por ciento”, dice. “Me encuentro más presente en el momento, capaz de tener conversaciones, de escuchar lo que la otra persona dice. El monólogo de la preocupación puede ser tan fuerte y tan molesto”. Y ella dice que con el tiempo hay menos ataques de pánico.
No es raro que a las personas que experimentan ataques de pánico se les recete un sedante como Klonapin, Xanax o Ativan, si tienen un ataque. Pero, dado que los ataques de pánico son de corta duración, los médicos señalan que es fácil malinterpretar la reducción de síntomas como un efecto de los medicamentos y desarrollar una dependencia psicológica. Y estos medicamentos, llamados benzodiazepinas, deben tomarse con mucho cuidado, ya que pueden volverse adictivos y tener interacciones peligrosas con otros medicamentos.
Ser abierto acerca de los ataques de pánico
A pesar de que los ataques de pánico se entienden mucho mejor que cuando Petersen los estaba experimentando por primera vez, ella señala que las investigaciones demuestran que las personas que tienen trastorno de pánico suelen esperar años antes de hablar de los síntomas con un profesional clínico o incluso con otras personas. Es fácil sentirse avergonzado por los síntomas: si no te estás muriendo, ¿significa eso que hay algo terriblemente mal en tu cerebro?
Cuando ella estaba teniendo dificultades en la universidad y no sabía qué le sucedía, señala: “Les dije a mis amigos que tenía mononucleosis”.
Pero más adelante, después de algunas malas experiencias con parejas románticas que no la apoyaron, dice: “Me prometí a mí misma que iba a decirles a todas las personas con las que saliera sobre mi ansiedad desde el primer momento, como si se tratara de una enfermedad contagiosa. Estar cerca de personas que pueden aceptar esa parte de ti y apoyarte es muy importante”.