Prevenir el agotamiento de los padres
Cómo enfrentar los desafíos emocionales de cuidar a niños con problemas de salud mental.
in EnglishLa crianza es un trabajo arduo, y criar a un niño que tiene problemas de salud mental es exponencialmente más difícil. Es casi seguro que te estás esforzando más que cualquier otra mamá o papá que conozcas, pero puede que tu hijo aun así esté en riesgo, tenga dificultades o progrese menos que sus compañeros. Esto plantea una pregunta crucial: ¿cómo seguir adelante sin agotarse?
Evitar el agotamiento de los padres requiere un verdadero esfuerzo. Los expertos señalan que incluye un autocuidado constante, el establecimiento de una red de apoyo sólida para ti y contar con un equipo terapéutico confiable para tu hijo. Otra pieza del rompecabezas es aprender a aprovechar uno de los motivadores más poderosos del mundo: tu amor por tu hijo. Estas son 12 ideas sobre cómo hacer esto.
Haz una lista de las principales fortalezas de tu hijo
Anota sus cualidades positivas, incluso si no han sido visibles últimamente. Encuentra formas de hablar sobre esto con tu pareja, tus amigos y tu hijo. “Esta mañana me encontré con el poema que escribiste sobre ______ y me recordó lo creativo que eres. Siempre he admirado eso de ti”. (Si tu hijo murmura que ya no es así, puedes responder con una sonrisa y algo como: “Bien en el fondo todavía sigue ahí. Ahora estás deprimido, y nadie puede ser la mejor versión de sí mismo cuando se siente mal”).
Recuerda los momentos alegres y divertidos
Contar un incidente familiar divertido o hacer un recuento de tus propios puntos débiles puede ayudar a que todos se sientan conectados. Las historias de bebés, las travesuras de la escuela primaria y los recuerdos de momentos vergonzosos tuyos son excelentes maneras de empezar a reír… y recordar que los buenos momentos sí existen. También ayuda recordar momentos más recientes de felicidad o diversión.
Practica actos sencillos de amabilidad
Cuando usar palabras es difícil, a menudo podemos contar con los gestos. Recuerda cómo le “decías” te quiero cuando era pequeño, o lo que solía calmarlo cuando estaba molesto. Acercarse a la puerta de la habitación de tu adolescente con un delicado “oye, pensé que tal vez te gustaría esto”, y sorprenderlo con algún regalo, puede recordarles a ambos que te preocupas por él o ella, incluso si la oferta es rechazada.
Sonríe cuando tu hijo entre en la habitación
La expresión de sorpresa en el rostro de un niño atribulado cuando es recibido con alegría en lugar de preocupación es un recordatorio sorprendente de la importancia de expresar nuestro afecto con palabras y con cariño. Un alegre “¡justo ahora estaba pensando en ti!” puede mover tu corazón y el de tu hijo hacia un mejor lugar.
Haz crecer tu empatía
La paciencia y la perseverancia florecen cuando vemos paralelismos entre nuestro propio paisaje emocional y el de nuestros hijos. Cuando te sientes abrumado, es revelador considerar que así puede ser cómo se siente tu hijo todo el día, todos los días. Un repunte en tu propia ansiedad o un repentino sentimiento de impotencia te pueden brindar una visión poderosa de lo que sucede cuando t hijo entra en pánico.
Literalmente, toca base
A veces nos retiramos de la dificultad sin darnos cuenta. Si tu hijo anhela el contacto y tú te has retirado físicamente, agrega“tocarlo y acariciarlo tres veces al día” a tu lista de tareas pendientes. Un rápido masaje en la espalda cuando está encorvado sobre la tarea o una mano suave en su hombro mientras le haces una pregunta pueden ayudar a que ambos se mantengan conectados.
Considera tu frustración como un rompecabezas por resolver
Puede ser útil recordarte que no saber cómo mejorar las cosas no significa que puedas hacerlo, simplemente significa que aún no lo has descubierto. Revisa bien el diagnóstico de tu hijo y sé totalmente franco con el terapeuta de tu hijo sobre tu necesidad de aprender mejores formas de manejar sus arrebatos, irritabilidad o ataques de ansiedad. Abordar esto como un problema dentro de tu curva de aprendizaje alivia en gran parte la inseguridad y facilita que te conectes con el amor que sientes por tu hijo.
Permítete sentir lo que sientes
Reserva un tiempo para enfrentar tus sentimientos sobre lo que la enfermedad de tu hijo les ha hecho a él, a ti y a la vida familiar. Permítete lamentar lo que has perdido. No eres un mal padre o madre por resentir cómo te afectan la irritabilidad o los arrebatos de tu hijo: se puede amar a tu hijo y odiar los efectos de su enfermedad al mismo tiempo. La clave es encontrar formas saludables de procesar lo que sientes.
Céntrate en las partes luminosas
Escribe todos los días una cosa positiva que haya sucedido, incluso si tienes que perseguir un distante rayo de luz. Te sorprenderás de lo bien que te sientes cuando te tomas el tiempo de hacer esto. Ve un paso más allá y hazle saber a tu hijo lo que has observado, aplaude sus esfuerzos o cuando lo sorprendas haciendo algo bueno.
Vigila tus reacciones ante el comportamiento de tu hijo
A veces, las acciones de un niño desencadenan viejos recuerdos o reacciones que pensamos que habíamos superado. Es lamentable que cuando nuestros hijos presionan nuestros botones, los botones efectivamente se activen, y debemos asumir la responsabilidad por eso. Cuando reaccionamos de forma exagerada a una situación, puede ser una señal de que es hora de resolver problemas que hemos acarreado largo tiempo, por nuestro propio bien y por el bien de nuestros hijos.
Conéctate con otros
Aunque la enfermedad mental no es opcional, la carga adicional de mantenerla en secreto sí lo es. Es probable que la franqueza sobre lo que está pasando aumente significativamente tu ancho de banda emocional, brindándote una infusión de energía muy necesaria. Confía en amigos o busca un grupo de apoyo para padres que enfrentan desafíos similares (a nivel local o en las redes sociales) para disminuir tu sensación de aislamiento.
No tomes el comportamiento de tu hijo como algo personal
Los niños deprimidos, ansiosos e impulsivos dicen y hacen muchas cosas hirientes. Aunque tú seas el objetivo, generalmente se trata más de su dolor que de ti. Respira profundamente unas cuantas veces y recuerda que una parte del veneno es la enfermedad hablando. Luego, repite en silencio “mi amor es más profundo que su dolor”, y responde a tu hijo con la mayor calma posible.