Trastorno de ansiedad generalizada en niños
Cuando las preocupaciones prácticamente constantes afectan el bienestar de su hijo.
Expertos clínicos: Emily Gerber, PhD , Jerry Bubrick, PhD
in EnglishLo que aprenderá
- ¿En qué se diferencia el trastorno de ansiedad generalizada de otras formas de ansiedad?
- ¿Qué les preocupa a los niños con el trastorno de ansiedad generalizada?
- ¿Cómo podemos ayudar a los niños con trastorno de ansiedad generalizada?
Lectura rápida
La mayoría de los tipos de ansiedad se centran en una preocupación concreta: miedo a las alturas, a separarse de los padres, a hablar en público, a cosas como los gérmenes o las arañas. Pero algunos niños se sienten ansiosos por muchas cosas diferentes. Es lo que se denomina trastorno de ansiedad generalizada o TAG.
Los niños con TAG se preocupan por todo, y a menudo lo hacen en forma de “y si…”:
“¿Y si nos quedamos sin gasolina?”.
“¿Y si mi mamá pierde el trabajo?”.
“¿Y si un huracán se lleva nuestra casa?”.
“¿Y si obtengo una mala calificación?”.
Los niños con trastorno de ansiedad generalizada tienden a imaginarse lo peor, y puede que su ansiedad no esté desencadenada por nada en particular. Además, podrían estar irritables y tener problemas para dormir.
Los niños con TAG también tienden a ser perfeccionistas. Es posible que se presionen mucho a sí mismos para tener un buen rendimiento (más que sus propios maestros o padres), y que eviten hacer cosas porque les preocupa no hacerlas lo suficientemente bien. Pueden tener dolores de estómago y de cabeza por ansiedad y pasar mucho tiempo en la enfermería de la escuela.
Es importante que los niños con TAG reciban ayuda, porque toda esa preocupación puede desembocar en depresión y, en el caso de los adolescentes, también en consumo de sustancias para calmar la ansiedad, como alcohol o marihuana.
El tratamiento del TAG incluye la terapia cognitivo-conductual (TCC), en la que los niños aprenden a reconocer el pensamiento irracional y a sustituirlo por formas de pensar más lógicas y saludables. Una alternativa es la terapia de aceptación y compromiso (ACT, por sus siglas en inglés), que enseña a los niños a reconocer y aceptar sus pensamientos ansiosos y comprometerse a seguir adelante a pesar de ellos. Los padres también aprenden a no permitir la ansiedad de sus hijos y ayudarlos a superarla.
El TAG grave se puede tratar con una combinación de terapia y medicación, normalmente un antidepresivo llamado ISRS.
Para muchos niños con ansiedad, la preocupación excesiva es desencadenada por una situación específica, como estar lejos de sus padres, tener que hablar en público, las alturas o un animal atemorizante. Sin embargo, los niños que se preocupan en exceso por muchas cosas podrían tener un trastorno de ansiedad generalizada.
El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) se caracteriza, ya sea por una preocupación constante por muchas cosas diferentes que no representan realmente una amenaza, o por una reacción exagerada ante amenazas menores. Es el tipo de trastorno de ansiedad más frecuente en niños y adolescentes.
A diferencia de las fobias, que tienen un desencadenante concreto (arañas, agujas, perros, aviones, payasos, etc.), los niños con TAG se preocupan por una gran variedad de situaciones cotidianas.
“A los niños con trastorno de ansiedad generalizada les preocupan las mismas cosas que a los demás niños”, dice Emily Gerber, PhD, directora sénior del Centro para trastornos de ansiedad de la clínica del Child Mind Institute en la bahía de San Francisco. “Pero se preocupan con más frecuencia e intensidad”.
Ni siquiera tiene que haber necesariamente algo que lo desencadene, añade la Dra. Gerber. “En cierto modo, está ahí siempre”.
Señales del TAG
“Los niños con TAG están preocupados de manera crónica”, dice Jerry Bubrick, PhD, psicólogo clínico sénior del Child Mind Institute. “No hay ningún área por la que no se preocupen, pero las áreas típicas de preocupación suelen girar en torno a su salud o la de su familia, el dinero, así como la seguridad y la estabilidad.”
Los niños con TAG se preocupan por los “y si…”, añade el Dr. Bubrick.
“¿Y si nos quedamos sin gasolina?”.
“¿Y si mamá pierde el trabajo?”.
“¿Y si un huracán se lleva nuestra casa?”.
“¿Y si obtengo una mala calificación?”.
Tienden a imaginarse lo peor y a pedir a sus padres que les aseguren que no ocurrirá.
El Dr. Bubrick ha visto niños que, por ejemplo, se preocupan mucho si se acerca una gran tormenta. Luego, si no pasa nada malo, se preocupan por si pudiera venir otra tormenta. ¿Y si la próxima vez no estamos tan preparados? Se mantienen pegados a los reportes meteorológicos con una preocupación excesiva.
La Dra. Gerber describe a un niño que desarrolló TAG durante la pandemia. “Su tía estuvo un tiempo en la UCI en los tiempos de COVID, así que él empezó a preocuparse en exceso por todos a su alrededor”, dice. “Preguntaba constantemente: ‘¿Se pondrá bien?’, y no quería que nadie saliera porque le preocupaba mucho que pudieran enfermar”.
Otras señales del TAG en niños y adolescentes incluyen:
- Estar inquieto o sentirse nervioso.
- Aprensividad.
- Indecisión.
- Fatigarse con facilidad, sobre todo al final de la jornada escolar.
- Irritabilidad.
- Tener problemas para dormir.
- Tener dificultad para concentrarse o una sensación de tener la “mente en blanco”.
- Catastrofismo o esperar siempre lo peor.
Los niños con TAG son perfeccionistas
La mayoría de los niños se sienten ansiosos por su rendimiento escolar de vez en cuando y podrían preocuparse por un examen o una presentación. Sin embargo, es probable que un niño con TAG lleve esa preocupación al extremo y estudie obsesivamente aunque ya conozca el material.
“Hay un niño de 9 años, cuyos padres son muy exigentes, que solamente quiere obtener 10 en la escuela”, dice la Dra. Gerber. “Tiene un miedo terrible a que si presenta un trabajo y no es perfecto, su vida se arruinará. Como resultado, ha desarrollado algunos comportamientos de evasión. O está tan angustiado o es tan evasivo que se olvida por completo de la tarea”.
El Dr. Bubrick añade que algunos niños con TAG son tan perfeccionistas que no quieren hacer nada a menos que puedan ser los mejores en ello. “Piensan: ‘Si no puedo ser el mejor en algo, ¿para qué intentarlo? Si no puedo ser una estrella de rock, ¿para qué tomar clases de guitarra?”.
Pueden tener dolores de estómago y de cabeza por ansiedad y pasar mucho tiempo en la enfermería de la escuela.
¿Quién está en riesgo?
El TAG se puede desarrollar en niños a partir de los 5 años, pero se diagnostica con más frecuencia en adolescentes. Suele afectar más a las niñas que a los niños, pero todos los sexos pueden tenerlo. Los niños de temperamento sensible son más propensos que los demás a desarrollar ansiedad generalizada.
El principal factor predictivo del TAG en niños y adolescentes son los antecedentes familiares. Los niños que tienen un progenitor con algún tipo de trastorno de ansiedad tienen más probabilidades de desarrollar ansiedad generalizada que otros niños. Quienes tienen dos progenitores con ansiedad tienen un riesgo significativamente mayor. Los expertos creen que el riesgo se debe a una combinación de factores biológicos y conductas aprendidas: ver cómo un progenitor enfrenta el estrés y la preocupación, y emular ese comportamiento.
Y si hay algo que abunda en los niños de hoy es el estrés. Los índices de ansiedad ya habían aumentado cuando COVID-19 azotó EE.UU. en marzo de 2020. La pandemia aceleró el desarrollo del trastorno en muchos jóvenes. Entre 2016 y 2020, las tasas de ansiedad en niños habían aumentado del 7,1% al 9,2%, según un estudio publicado en JAMA Pediatrics (en inglés), mientras que una revisión publicada solo un año después en el Journal of Psychiatric Research (en inglés) informó que las tasas de ansiedad en niños estaban entre el 19% y el 24%.
“La pandemia fue un detonante fundamental de ansiedad para muchos estadounidenses (especialmente niños que dependen de la escuela para la mayor parte de su socialización)” —afirma la Dra. Gerber—, y por desgracia, aún no hemos visto que las tasas de TAG se hayan reducido. Todavía estamos viendo niños con niveles de ansiedad que los padres reportan no haber visto antes.”
Cuando el TAG no es tratado
Sin tratamiento, el TAG suele empeorar con el tiempo. Si usted sospecha que su hijo pudiera tener un trastorno de ansiedad generalizada, es conveniente que sea evaluado. Cuanto antes se diagnostique y trate el TAG, su hijo desarrollará menos complicaciones a largo plazo.
“El peligro es que si el TAG no es tratado, y los niños no aprenden a enfrentar la ansiedad de forma segura y eficaz, puede seguir mermando su funcionamiento”, dice la Dra. Gerber. “Realmente se puede volver algo crónico, y es un fuerte predictor de depresión y otros trastornos más adelante en la vida”.
Otra preocupación real, sobre todo para los adolescentes, es el consumo de sustancias.
“Hay muchos jóvenes (cuando no han recibido tratamiento) que se automedican y empiezan a beber alcohol o fumar marihuana para calmar su ansiedad”, dice la Dra. Gerber. “Pero muchas veces ocurre lo contrario. Al principio puede ser un alivio, pero si no aprenden a sobrellevar el malestar y a desarrollar habilidades para afrontar sus sentimientos, la ansiedad seguirá aumentando y, a menudo, también lo hará el consumo de sustancias.”
Opciones de tratamiento
La mayoría de los casos de TAG se pueden tratar con psicoterapia en forma de terapia cognitivo-conductual (TCC) o terapia de aceptación y compromiso (ACT, por sus siglas en inglés).
Con la TCC, se enseña a los niños y adolescentes que sus preocupaciones no tienen fundamento en hechos, y aprenden formas de afrontar los pensamientos ansiosos cuando surgen. La terapia de exposición, una técnica de TCC muy utilizada en el tratamiento de la ansiedad, consiste en desencadenar la ansiedad del niño poco a poco, en un entorno seguro y controlado, hasta que la ansiedad se atenúe. Una vez que el niño ha aprendido a tolerar la ansiedad sin evitarla, la ansiedad disminuye.
Hay un límite en cuanto a lo que se puede hacer con la terapia de exposición para los niños con TAG, que están preocupados por muchas cosas, señala el Dr. Bubrick. “No se pueden hacer exposiciones para todo todo el tiempo. Por eso hacemos mucho trabajo cognitivo. Trabajamos mucho el pensamiento desafiante, haciendo que los niños reconozcan ese pensamiento irracional y lo sustituyan por versiones más lógicas y racionales de esos pensamientos. Se trata de que los niños aprendan a pensar de otra manera”.
Los adolescentes, sobre todo los que tienen experiencia previa con la TCC, se pueden beneficiar de la ACT, una forma de terapia de atención plena estrechamente relacionada con la TCC. Con ACT, un adolescente aprende a reconocer y aceptar los pensamientos de ansiedad que tiene y se compromete a seguir adelante a pesar de ellos. La ACT ayuda a los jóvenes a dar un paso atrás y observar su ansiedad, añade la Dra. Gerber. “En lugar de intentar detenerla, en cierto modo se hacen amigos de ella, la tratan como a un huésped que no fue invitado pero que es tolerable, aunque no exactamente bienvenido”.
El TAG de leve a moderado se suele tratar con 10 a 20 sesiones de terapia aproximadamente. El TAG grave se trata con una combinación de psicoterapia y medicación para los trastornos de ansiedad, normalmente un antidepresivo llamado ISRS.
“La medicación les permite progresar más rápidamente en la terapia porque pueden tolerar mejor la intensidad de la preocupación o la ansiedad”, añade la Dra. Gerber.
Qué pueden hacer los padres
Aunque el TAG suele ser hereditario, es importante no culparse por la ansiedad de su hijo y centrarse en ayudarlo a superar sus preocupaciones.
“Muchas veces los padres sienten que han hecho algo mal”, dice la Dra. Gerber. “En realidad, hay muchos factores que influyen en que un niño desarrolle TAG. Me gusta decirles a los padres: ‘Ustedes no son el problema, pero pueden ser una parte importante de la solución’.”
Eso implica conseguir que su hijo reciba el tratamiento que necesita y trabajar con su terapeuta para aprender a apoyarlo mejor fuera de la consulta. El primer paso es evitar reforzar inadvertidamente el comportamiento ansioso. Los padres pueden dar cabida involuntariamente a los miedos al brindarles consuelo a sus hijos o permitiéndoles que eviten las cosas que desencadenan su ansiedad.
“Es bastante natural que los padres quieran tranquilizar o complacer a un niño cuando está alterado”, dice la Dra. Gerber. “Pero al hacer eso, están enviando el mensaje de que hay algo de lo cual preocuparse”.
Como ejemplo, la Dra. Gerber cuenta que una vez tuvo un paciente que tenía miedo de bajar las escaleras por temor a que le pasara algo malo. Sus bienintencionados padres “compraron un refrigerador mini y lo conectaron junto a su habitación para que él sólo tuviera que asomarse y agarrar un jugo cuando quisiera tomar algo —dice—, pero eso no ayuda a largo plazo”.
Por otro lado, puede ser igualmente perjudicial ignorar o descartar los pensamientos ansiosos ya que, “cuanto más intentas evitar o acomodar la ansiedad, más fuerte se hace”, dice la Dra. Gerber.
Un enfoque relativamente nuevo para ayudar a los niños con TAG u otros tipos de ansiedad implica que un terapeuta trabaje únicamente con los padres, no con los niños de manera directa. Se llama Supportive Parenting for Anxious Child Emotions o SPACE (en inglés), y enseña a los padres a cambiar su propio comportamiento para ayudar a sus hijos a superar la ansiedad.
Si los padres tienen ansiedad, puede ser útil que ellos también reciban apoyo o tratamiento, añade la Dra. Gerber. De esta manera, estarán mejor preparados para ayudar a sus hijos a superar la ansiedad.