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Los problemas de comportamiento de los niños pueden tener un impacto negativo en cada uno de los integrantes de la familia. Los padres saben que necesitan responder, pero a menudo no están seguros de cuál es la mejor estrategia, especialmente si el niño se porta mal con frecuencia y nada parece funcionar. Esta guía ofrece a los padres una visión completa de los problemas de conducta. Cubre una variedad de temas, incluyendo qué podría estar desencadenando el comportamiento problemático, cómo mejorar la relación entre padres e hijos cuando se vuelve tensa, qué hacer si los niños están teniendo problemas de comportamiento en la escuela y cómo obtener ayuda profesional en caso necesario.

¿Por qué algunos niños batallan con problemas de conducta?

Cuando los niños tienen explosiones emocionales frecuentes, podría ser señal de que aún no han desarrollado las habilidades necesarias para afrontar sentimientos como la frustración, la ansiedad y la ira. Manejar estas grandes emociones de manera saludable y madura requiere una variedad de habilidades, que incluyen:

  • Control de los impulsos.
  • Autorregulación emocional.
  • Resolución de problemas.
  • Retraso de la gratificación.
  • Negociación.
  • Comunicación de deseos y necesidades a personas adultas.
  • Saber qué es apropiado o esperado en cada situación.

En otros casos, podría parecer que el problema es más bien con los límites y con seguir reglas. Algunos niños se podrían comportar de manera desafiante, o ignorar las instrucciones y tratar de negociar cosas que no son opcionales. Tal vez has notado patrones de comportamiento que parecen surgir a ciertas horas del día (como la hora de acostarse), durante ciertas actividades (como al hacer los deberes escolares) o con ciertas personas. También es posible que hayas notado que tu hijo se porta especialmente mal cuando está en casa pero no cuando está en la escuela, o viceversa.

En la infancia, hacer berrinches y portarse mal son comportamientos normales e incluso saludables. Son señal de que un niño se está volviendo más independiente: que está probando los límites, desarrollando habilidades y opiniones y explorando el mundo que lo rodea.

Pero cuando un niño se porta mal con mucha frecuencia, puede tensar la relación entre padres e hijos, creando frustración y resentimientos que no son saludables para la familia. Ya sea que tu hijo se encuentre en las primeras etapas del aprendizaje de la autorregulación y los límites, o que tu familia haya estado batallando con problemas de conducta hace un tiempo y estén buscando ayuda, esta guía está diseñada para explicar más sobre cómo los niños aprenden a controlar su comportamiento, qué pueden hacer los padres para ayudar en el proceso y cómo obtener más apoyo en caso necesario.

Los berrinches pueden ser una conducta aprendida

A veces los padres sienten que los berrinches y otras formas de comportamiento problemático son intencionales o dirigidos a manipular. Sin embargo, los especialistas en conducta infantil están de acuerdo en que los berrinches no suelen ser un comportamiento voluntario de los niños, sino que podrían ser lo que se conoce como “conducta aprendida”. Esto significa que los niños aprenden que al hacer un berrinche obtienen el resultado que quieren.

En otras palabras, aunque un niño al que le cuesta controlar sus emociones podría no estar calculando de forma consciente sus berrinches, es posible que recurra a ellos porque no ha aprendido una mejor manera de resolver los problemas o comunicar sus necesidades. Con frecuencia, padres bienintencionados responden a los berrinches tratando de arreglar lo que sea que haya causado el problema, consolando al niño o dándole lo que pide. Lamentablemente, esto sólo refuerza el berrinche, haciendo que sea más probable que los niños sigan recurriendo a ellos y menos probable que desarrollen formas más sofisticadas de manejar sus emociones.

Cómo responder al comportamiento problemático

Cuando los niños se portan mal, los padres a menudo se sienten impotentes. Tal vez has probado diferentes técnicas de disciplina, pero sin mucho éxito. De hecho, probar diferentes estrategias para controlar las conductas problemáticas puede ser a veces parte del problema, ya que los niños responden mejor a los límites firmes que se refuerzan de forma constante. Pero si hasta ahora no has visto ningún progreso, no te desanimes, porque los padres suelen tener más poder del que creen cuando los niños se portan mal. Al utilizar estrategias indicadas por psicólogos infantiles especialistas en el control del comportamiento se puede empezar a mejorar la conducta de los niños e incluso mejorar la relación entre padres e hijos.

Esta sección comienza con algunas reglas generales recomendadas por expertos en comportamiento en forma de estrategias efectivas para responder en el momento a las conductas problemáticas. A continuación, se analiza la conducta problemática en mayor profundidad, lo que podría ser útil para padres que quieren entender más el porqué los niños se portan mal y cómo abordar las conductas específicas que te gustaría cambiar.

Consejos para responder en el momento:

  • No te rindas. Resiste la tentación de terminar con el berrinche de tu hijo al darle lo que quiere cada vez que explota. Ceder les enseña a los niños que los berrinches funcionan.
  • Mantén la calma. Las respuestas bruscas o emocionales tienden a intensificar la agresión de los niños, ya sea verbal o física. Al mantener la calma, también estás modelando el tipo de comportamiento que quieres ver en tu hijo.
  • Ignora la conducta negativa y elogia la conducta positiva. Ignora los malos comportamientos menores, ya que incluso la atención negativa (como regañar o decirle al niño que se detenga) puede reforzar sus acciones. En su lugar, brinda muchos elogios etiquetados sobre los comportamientos que quieres fomentar. (No sólo digas “qué bien lo hiciste”, dile: “Qué bien lograste calmarte“).
  • Aplica consecuencias consistentes. Tu hijo necesita saber cuáles son las consecuencias de los comportamientos negativos (como el tiempo fuera), así como las recompensas por los comportamientos positivos (como tiempo para usar algún dispositivo electrónico o ver la televisión). Y tú necesitas demostrarle que siempre haces cumplir estas consecuencias.
  • Espera a hablar hasta que la crisis haya terminado. No trates de razonar con un niño que está molesto. Querrás animar a los niños a practicar la negociación cuando ni ellos ni tú estén molestos.

Cómo abordar conductas específicas

Cuando estés lidiando con el mal comportamiento de tu hijo, es útil identificar cuáles son específicamente las conductas que se están tratando de cambiar (o fomentar). Es cierto que cuando las familias están abrumadas, a veces puede parecer que cada interacción es una lucha. Sin embargo, identificar conductas específicas es un primer paso importante para una disciplina efectiva. Abordar las conductas una a una te permite enfocarte y entender mejor la causa del comportamiento, así como tener una mayor sensación de control. Por supuesto, puede que haya múltiples conductas que te gustaría cambiar, pero es importante evaluarlas una por una.

Los comportamientos a abordar deberían ser:

  • Específicos (que las expectativas sean claras para todos los miembros de la familia).
  • Observables.
  • Medibles (que todos puedan estar de acuerdo en si el comportamiento ocurrió o no).

Un ejemplo de un comportamiento mal definido es “portarse mal” o “ser bueno”. Un comportamiento bien definido sería “correr por la habitación” (malo) o ”empezar a hacer las tareas a tiempo” (bueno).

Antes de que ocurra el comportamiento

Cuando pienses en una conducta en particular en la que te quieres enfocar, es importante analizar qué suele suceder antes de que se presenta el comportamiento, y qué podría estar desencadenándolo. Esto ayuda a los padres a entender no sólo por qué un niño podría portarse mal, sino también de qué manera la anticipación de ciertos factores desencadenantes podría ayudar a evitar que se produzcan esas conductas. Los padres también pueden examinar los factores detonantes que aumentan las probabilidades de que se produzcan comportamientos positivos (como obedecer una orden la primera vez).

Posibles factores desencadenantes a evitar

Estas cosas con frecuencia conducen a un mal comportamiento:

  • Asumir que tus expectativas fueron entendidas: Los niños podrían no saber qué se espera de ellos, incluso cuando tú asumes que lo saben. Las exigencias cambian de una situación a otra y, cuando los niños no están seguros de lo que se supone deberían hacer, es más probable que se porten mal.
  • Gritar las cosas a distancia: Dale las instrucciones importantes a tus hijos cuando estén frente a ti. Las instrucciones que se gritan a distancia tienen menos probabilidades de ser recordadas y entendidas.
  • Pedir que pase de una cosa a otra sin advertencia: Las transiciones pueden ser difíciles para los niños, especialmente si están a la mitad de algo que disfrutan. Cuando los niños reciben una advertencia y tienen la oportunidad de encontrar un buen momento para detenerse, las transiciones pueden ser menos agobiantes.
  • Hacer preguntas rápidas o dar una serie de instrucciones: Decir una serie de preguntas o instrucciones limita la probabilidad de que los niños escuchen, respondan a las preguntas, recuerden las tareas y hagan lo que se les ha indicado.

Posibles factores detonantes a fomentar

Estas son cosas que pueden reforzar el buen comportamiento:

  • Ajustar el entorno: Trata de controlar los factores ambientales y emocionales que podrían dificultar a los niños manejar su comportamiento. Cosas a tener en cuenta: hambre, fatiga, ansiedad o distracciones. Cuando es hora de hacer las tareas, por ejemplo, elimina las distracciones, como pantallas y juguetes, ofrece refrigerios, establece un lugar organizado para que los niños trabajen y asegúrate de programar algunos descansos.
  • Dejar en claro las expectativas: Tú y tus hijos deben tener claro lo que se espera de ellos. Incluso aunque “debieran” saber lo que se espera de ellos, precisar las expectativas al comenzar una tarea ayuda a evitar malentendidos futuros.
  • Preparar las transiciones con cuentas regresivas: Siempre que sea posible, prepara a los niños para una transición que se está por presentar. Por ejemplo, dales un aviso 10 minutos antes de que sea la hora de cenar o de empezar las tareas. Luego, dale seguimiento cuando queden 2 minutos. Así como es importante plantear esta cuenta regresiva, también lo es que la transición se haga a la hora que dijiste.
  • Dejar que los niños tengan una opción: A medida que los niños crecen, es importante que tengan voz y voto en su propio horario. Ofrecerles una elección estructurada (“¿te quieres duchar después de la cena o antes?”), los puede ayudar a sentirse empoderados y a que se empiecen a autorregular más.

Después de que se presenta el comportamiento

Es importante considerar lo que sucede después de un mal comportamiento específico porque las consecuencias pueden afectar la probabilidad de que la conducta se vuelva recurrente. Esto aplica tanto en el caso de las consecuencias positivas (por ejemplo, obtener 10 minutos adicionales de tiempo de pantalla) como en las negativas (obtener un tiempo fuera).

Algunas consecuencias son más eficaces que otras. Lo ideal es que las consecuencias creen una estructura y ayuden a los niños a entender la diferencia entre los comportamientos aceptables y los inaceptables. Sin embargo, las consecuencias también pueden hacer más daño que bien cuando envían un mensaje equivocado. Entender cómo usar consecuencias efectivas y consistentes hace toda la diferencia.

Consecuencias que no son efectivas

Este tipo de consecuencias son comunes, pero generalmente no tienen el efecto deseado.

  • Dar atención negativa: Podría parecer contrario a lo que dicta la intuición, pero las consecuencias que nos parecen negativas (como levantar la voz o dar nalgadas) a veces pueden reforzar el mismo comportamiento que intentamos prevenir. Esto se debe a que los niños valoran tanto la atención de los adultos importantes en su vida que cualquier atención, positiva o negativa, es mejor que ninguna. Por eso la atención negativa puede aumentar el mal comportamiento con el paso del tiempo. Responder a los comportamientos con críticas o gritos también puede afectar negativamente la autoestima de los niños.
  • Retrasar las consecuencias: Las consecuencias inmediatas son las más efectivas. Es menos probable que los niños relacionen su conducta con una consecuencia si ha pasado mucho tiempo entre una cosa y la otra, lo que significa que es menos probable que una consecuencia tardía cambie el comportamiento de un niño.
  • Consecuencias desproporcionadas: Los padres a veces se frustran tanto que reaccionan de forma exagerada al imponer consecuencias, lo cual es entendible. Sin embargo, una consecuencia severa puede ser desmoralizante para los niños, y los podría llevar incluso a querer renunciar a tratar de portarse bien.
  • Consecuencias que son complacientes: Cuando un niño se tarda en hacer algo que se le pide, como recoger sus juguetes, muchos padres se frustran y lo hacen ellos mismos. Aunque esta reacción también es comprensible, también aumenta la probabilidad de que la próxima vez otra vez vuelva a perder el tiempo.

Consecuencias que son efectivas

Las consecuencias que son más efectivas comienzan con una atención generosa hacia los comportamientos que deseas fomentar.

  • Atención positiva hacia las conductas positivas: Elogiar a los niños cuando los “sorprendes siendo buenos” los hace más propensos a repetir esa buena conducta en el futuro. La atención positiva también es algo bueno para la relación entre padres e hijos, mejora la autoestima del niño y hace que todos los involucrados se sientan bien.
  • Ignorar activamente: Esta medida podría parecer contradictoria, pero los expertos en comportamiento infantil a menudo enseñan que “ignorar activamente” es una estrategia eficaz para el control del comportamiento. Para ignorar activamente, retira tu atención de forma deliberada cuando un niño comience a comportarse mal. A medida que los niños aprenden que el mal comportamiento no llama tu atención, comenzarán a hacerlo menos. Un componente importante de ignorar activamente es dar inmediatamente a un niño una atención positiva tan pronto como muestre un comportamiento que tú quieres ver, como sentarse tranquilamente. Por supuesto, esta medida debe usarse sólo para conductas menores. Ignorar activamente no es apropiado cuando un niño está siendo agresivo o está haciendo algo peligroso.
  • Menús de gratificaciones: Las gratificaciones son una forma tangible de dar a los niños una retroalimentación positiva con respecto a las conductas deseadas. Las gratificaciones son más motivadoras cuando los niños pueden elegir entre una variedad de cosas deseables: tiempo adicional en la tableta o el teléfono, un regalo especial, etc. Las gratificaciones deben estar ligadas a conductas específicas y deben ser entregadas siempre de manera consistente.
  • Tiempo fuera: Los tiempos fuera o time outs (en inglés) son una de las consecuencias más efectivas que los padres pueden implementar, pero también una de las más difíciles de hacer correctamente. La siguiente sección ofrece consejos a los padres sobre cómo imponer tiempos fuera de manera efectiva.

Ejemplo: Centrarse en una conducta específica

Establece una conducta específica en la que te quieras enfocar

Dejar de saltar en el sillón.

Examina los factores desencadenantes

Tu hijo suele empezar a saltar en el sofá cuando le vas a cambiar el pañal o darle un baño al bebé.

Posible solución: Piensa en formas en que tu hijo pueda “ayudar” a realizar estas tareas. Su ayuda puede hacer que tengas que hacer todo un poco más lento, pero le das algo positivo que hacer y lo haces sentir que sigue teniendo tu atención. Cuando te ayude, elógialo por ser un buen hermano mayor.

Examina las consecuencias

Consecuencia ineficaz: Gritarle: “Te lo he dicho un millón de veces, Carmen, ¡no puedes saltar en el sillón! ¡¿Por qué sigues haciéndolo?!”.

Consecuencia efectiva: Enviarla a tiempo fuera de forma inmediata.

Por qué las transiciones desencadenan conductas problemáticas

Un desencadenante de conductas problemáticas común para muchos niños son las transiciones. En muchas familias las transiciones se pueden convertir en un punto de inflexión al que todos le temen, ya sea prepararse para ir a la cama, ir a cenar o dejar el control de los videojuegos.

Si las transiciones son un problema para tu hijo, es importante averiguar qué es lo que le cuesta trabajo de la transición. A menudo, a los niños no les gusta detener una actividad que están disfrutando (como jugar videojuegos) para hacer algo menos divertido, como prepararse para salir de la casa. Aunque a nadie le gusta detener las cosas divertidas, algunos niños tienen más dificultad que otros. Eso puede ser una señal de que aún están desarrollando habilidades de autorregulación emocional, pero eso sólo es una posible causa. Otros niños tienen problemas para hacer frente a cambios imprevistos en el horario o para dejar de hacer algo que sienten que no han terminado.

Tener problemas con las transiciones puede incluso ser una señal de un trastorno de salud mental en algunos niños. Los niños con TDAH, autismo, ansiedad y TOC son más propensos a batallar con las transiciones.

Técnicas para facilitar las transiciones

Una vez que hayas reducido lo que crees que podría estar detrás de la resistencia de tu hijo a las transiciones, puedes empezar a pensar en lo que crees que podría ayudar. (Nota: Si crees que tu hijo pudiera tener un trastorno de salud mental no diagnosticado, es importante que comuniques tus preocupaciones a un profesional clínico).

Estas son algunas técnicas que puedes probar:

Dale un adelanto y empieza una cuenta regresiva: Todas las mañanas, presenta a tu hijo lo que pasará ese día. Antes de cada transición, dale un poco de tiempo y una descripción de lo que sucederá junto con la cuenta regresiva (en 20 minutos, luego 10, luego 5 será el momento de terminar el desayuno e irnos a la escuela). Esto ayuda a los niños a prepararse emocionalmente.

Capta su atención: En el caso de niños que tienen dificultad para regular su atención, esfuérzate por captarla. Haz contacto visual con tu hijo, siéntate a su lado, pon tu mano en su hombro o pídele que repita lo que le dijiste. Esto hará más probable que siga las indicaciones.

Usa la música: Las canciones pueden ayudar a los niños (especialmente a los más pequeños) a facilitar las transiciones. La canción de “limpieza” es un ejemplo popular de esto, pero hay muchas canciones que puedes encontrar o inventar para una variedad de situaciones, desde atarse los cordones de los zapatos, hasta cepillarse los dientes.

Usa señales visuales: Colocar un cuadro con imágenes que describan una transición en particular, o los pasos involucrados, es un buen recordatorio visual al que los niños pueden recurrir.

Crea rutinas: Si hay transiciones con las que tu hijo tiene dificultades todos los días, como irse a la cama, crea cierta consistencia y estructura para esa transición. Por ejemplo, cuando se acerque la hora de acostarse, tu hijo podría elegir una última cosa que le gustaría hacer. Luego, pueden ir a cepillarse los dientes y leer un cuento, y después se apagan las luces. Hacer esta rutina constantemente ayuda a los niños a saber qué esperar y a hace que la transición sea más fácil.

Utiliza gratificaciones: Las gratificaciones pueden ser una herramienta efectiva para que los niños se acostumbren a las transiciones difíciles. Los padres pueden usar pegatinas o calcomanías, algún alimento favorito o un sistema de puntos que lleve a recompensas tangibles.

Pon en práctica las consecuencias apropiadas: Si una transición no va bien, piensa en las consecuencias que estás (o no) estableciendo. Gritar no es una medida efectiva, pero ignorar activamente o enviar al niño a un tiempo fuera podría serlo.

Usa los elogios: Cuando un niño logra llevar a cabo una transición, asegúrate de brindarle algún tipo de elogio entusiasta y distintivo que reconozca su buen comportamiento. Por ejemplo: “Me gustó mucho cómo entregaste el teléfono de inmediato y empezaste a cepillarte los dientes. ¿Ahora tenemos más tiempo para leer!”.

Habilidades: Cómo utilizar el tiempo fuera

Los críticos de los tiempo fuera (o time outs, en inglés) argumentan que pueden aislar emocionalmente a los niños. Pero las investigaciones muestran que son efectivos y que no son perjudiciales (en inglés). (Para conocer más sobre este debate, lee este artículo). De cualquier forma, es muy importante utilizarlos simplemente como una técnica más dentro de una estrategia de crianza enriquecedora y compasiva. Asegúrate de equilibrar el uso de los tiempos fuera con muchos elogios por los comportamientos positivos de los niños. También es importante manejar tu propio estrés para que los niños puedan aprender a regular sus emociones a partir de tu ejemplo positivo.

El objetivo del tiempo fuera no es avergonzar o castigar a tu hijo, sino disipar una situación emocional, y ayudarlo a aprender a manejar la frustración y regular su propio comportamiento. Usar un tiempo fuera es también una forma clara de comunicar que un comportamiento en particular es inaceptable.

Muchos padres han probado los “tiempos fuera” antes con diferentes niveles de éxito. Para que sean más eficaces, se deben hacer de forma consistente y seguir ciertos pasos. Estas son algunas pautas a seguir si estás aprendiendo a utilizar los tiempos fuera o si buscas solucionar problemas en la forma de aplicarlos.

Utiliza la advertencia previa: Los niños necesitan entender qué comportamientos están vinculados a qué consecuencias. Establece junto con tu hijo qué conductas (como golpear o no cumplir con una instrucción) conducen a un tiempo fuera, para que sepa qué esperar.

Establece un lugar predeterminado: Designar una silla especial, o un lugar en las escaleras, también ayuda a los niños a saber qué esperar. Es buena idea nombrar la silla para el tiempo fuera como tal, y no como “la silla malvada” ni nada por el estilo. Los tiempos fuera funcionan mejor cuando se centran en enseñar a los niños a comportarse, no en castigarlos.

Brinda una respuesta rápida: Cuando un niño se porta mal en una de las formas que han discutido, asegúrate de que el siguiente tiempo fuera sea inmediato, y de dejar claro el motivo: “Sin golpes. Ve al tiempo fuera”. Sé específico, breve y no muestres emociones. Esto ayuda a que el niño pueda vincular su acción con la consecuencia. Las sanciones retardadas no son efectivas porque los niños tienden a sentir que sólo estás siendo punitivo.

Sé breve: Una fórmula estándar para el tiempo fuera es un minuto por cada año de edad. Algunos expertos recomiendan un temporizador para que el niño pueda ver que el tiempo se está midiendo.

Mantén la calma: El objetivo del tiempo fuera es que los niños se sientan tranquilos. Algunos expertos recomiendan no comenzar el tiempo asignado hasta que tu hijo esté tranquilo. Otros creen que esto es demasiado difícil para los niños pequeños. Requieren que el niño esté completamente tranquilo durante 5 segundos antes de que termine el tiempo fuera. De esta manera los niños aprenden a asociar el buen comportamiento con el fin del tiempo fuera, y eso envía el mensaje de que gritar y berrear durante el tiempo fuera no funcionará.

No prestes atención: Los niños en el tiempo fuera deben ser ignorados, no se les debe hablar ni se debe hablar sobre ellos, incluso si están llorando o protestando. Al retirar tu atención durante el tiempo fuera, estás enviando el mensaje de que el mal comportamiento no es la manera de conseguir lo que quieren.

La consistencia es clave: Es tentador poner a los niños en tiempo fuera cada vez que actúan de forma inapropiada o cuando nos están sacando de quicio, pero usar el tiempo fuera de forma aleatoria hace que sea más difícil para los niños establecer la conexión entre malas conductas específicas y sus consecuencias. Además, es importante que el tiempo fuera suceda cada vez que se produzca la conducta específica. Si no es así, se está animando al niño a pensar que podría salirse con la suya.

Sin estímulos gratificantes: En la silla de tiempo fuera, el niño no debe tener acceso a la televisión, aparatos electrónicos, juguetes o juegos. Si estás fuera de casa, elige cualquier lugar que evite que el niño se distraiga con la estimulación.

Si un niño no respeta el tiempo fuera: Si un niño rompe las reglas dejando la silla de tiempo fuera demasiado pronto, ponlo en un área alternativa para el tiempo fuera de la que no pueda escapar (como un dormitorio donde no haya ningún estímulo gratificante como televisión, juguetes o juegos). Explícale brevemente que se debe quedar allí un minuto y estar tranquilo y en silencio antes de que le permitas salir. Luego de eso debes regresar al niño a la silla de tiempo fuera, y volver a iniciar la cuenta del tiempo que debe permanecer allí. Si vuelve a dejar la silla, el ciclo se repite. Tu hijo debería aprender rápidamente que le conviene quedarse en la silla hasta que se acabe el tiempo.

Después del tiempo fuera

Cuando has aplicado un tiempo fuera a un niño por no cumplir con lo que le pediste, le debes pedir que haga eso que le pediste una vez que salga de su silla de tiempo fuera. Esto los ayuda a entender que los tiempos fuera no son rutas de escape de las tareas que no quieren hacer.

Una vez que el tiempo fuera se ha terminado, es importante que le vuelvas a prestar atención nuevamente al niño, e interesarte en lo que está haciendo/trabajando/jugando, para que puedas “sorprenderlo portándose bien” y elogiarlo específicamente por su comportamiento positivo. Por ejemplo, si tu hijo completa su tiempo fuera y luego juega amablemente con el perro, le puede decir de forma directa que lo está haciendo bien: “¡Me encanta lo bien que juegas con el perro! ¡Estás acariciándolo con tus manos tan suavemente”. Esto es tranquilizador para los niños, que aunque hayan tenido que pasar por un tiempo fuera, también son completamente capaces de hacer cosas buenas y positivas que hacen que tú sientas orgullo por ellos y les demuestres tu cariño.

Habilidades: Cómo dar instrucciones efectivas

Es más probable que los niños entiendan y cumplan tus instrucciones si sigues estas pautas:

  • Sé directo. Haz declaraciones en lugar de hacer preguntas: “Por favor, siéntate”, en lugar de: “¿Estás listo para hacer tus tareas?”.
  • Manténte cerca. Dale las instrucciones a tu hijo cuando estés cerca, en lugar de llamarlo desde el otro lado de la habitación.
  • Dale instrucciones claras y específicas. En lugar de “empieza”, dile: “Por favor, empieza con tu tarea de lectura”.
  • Dale instrucciones apropiadas para su edad. Háblale a tu hijo a un nivel que pueda entender. Si tu hijo es más pequeño, mantén las cosas simples y usa palabras que sabes que conoce: “Por favor, levanta la pelota”. Con los niños mayores, es importante ser claro sin ser condescendiente.
  • Dale las instrucciones de una en una. Especialmente para los niños que tienen problemas de atención, trata de evitar dar una serie de instrucciones, como: “Por favor, ponte tus zapatos, agarra tu almuerzo de la mesa de la cocina y encuéntrame en la puerta”.
  • Mantén las explicaciones sencillas. Dar una explicación puede aumentar la probabilidad de que los niños escuchen una indicación, pero no si la instrucción se pierde en ella. Por ejemplo: “Ve a ponerte el abrigo porque está lloviendo y no quiero que te resfríes”. En vez de eso, prueba con: “Está lloviendo y no quiero que te resfríes. Ve a ponerte el abrigo”.
  • Dale tiempo a los niños para que asimilen la situación. Después de dar una instrucción, espera unos segundos, sin repetir lo que has dicho. Los niños aprenden a escuchar las instrucciones que se dan de una manera calmada una vez, en lugar de aprender que no necesitan escuchar porque de todos modos las instrucciones se les repetirán.

Cómo mejorar la relación entre padres e hijos

Uno de los efectos secundarios más desagradables de los problemas de conducta es el desgaste de la dinámica familiar. Cuando un niño tiene problemas crónicos de comportamiento, es común que los padres no disfruten el tiempo que pasan con su hijo. Esto puede ser frustrante y provocar culpas. A los niños también les afecta de forma negativa recibir críticas frecuentes o percibir la irritación de sus padres. Esto puede causar resentimiento y dañar su autoestima.

Mejorar la relación entre padres e hijos debería ser una prioridad para todas las familias que se enfrentan a problemas de conducta crónicos. Para ello, trata de aumentar el número de interacciones positivas que tienes con tu hijo y procura no alentar el conflicto. Por ejemplo:

  • Usa estrategias de manejo del comportamiento que refuercen lo que quieres ver (como dar instrucciones claras en un tono de voz neutral o usar muchos elogios etiquetados), en lugar de hacer comentarios críticos o que se enfoquen en lo que no quieres ver.
  • Presta atención a tus propias emociones y busca maneras saludables de lidiar con las situaciones estresantes sin que se intensifiquen. Usa tus propias habilidades de autorregulación emocional o tómate un descanso cuando necesites un momento para calmarte.
  • Como en cualquier relación que te interesa cultivar, piensa en cómo puedes hacer crecer (o crear) vínculos significativos. ¿Tienen intereses en común que se podrían promover? ¿Alguna nueva tradición en su relación que podrías impulsar?
  • Dedica todos los días un tiempo a estar con tu hijo sin juicios.

Cómo establecer tiempo de calidad diariamente

Reservar de forma constante incluso periodos breves de tiempo para estar juntos cada día se pueden convertir en algo que padres e hijos aprenden a esperar con ansias. Es importante que sea un momento de conexión positiva, sin reglas ni órdenes, para ayudar a todos los miembros de la familia a reducir el estrés y apreciar su mutua compañía. Además, debería ser considerado un tiempo especial que no depende del buen comportamiento del niño. Estos son algunos consejos para lograrlo:

  • Ponte como meta dedicar 5 minutos diarios a los niños más pequeños y 15 minutos en el caso de adolescentes.
  • Deja que tu hijo escoja una actividad que le guste e intégrate a ella.
  • Escucha de forma activa y deja que tu hijo dirija la conversación.
  • Valida sus elecciones e intereses.
  • Enfócate en dar atención positiva al buen comportamiento.
  • Ignora los malos comportamientos menores.
  • Evita dirigir la actividad o criticar a tu hijo.

Ayudar a los niños a lidiar con emociones intensas

Algunos niños se portan mal porque les cuesta regular sus emociones. Este es un problema común en niños pequeños que aún no han desarrollado la habilidad de afrontar las emociones intensas de forma constructiva. Algunos niños continúan luchando con la autorregulación a medida que crecen. Sus padres y maestros podrían notar que son particularmente sensibles y tienen reacciones emocionales exageradas en comparación con sus hermanos o compañeros.

La buena noticia es que la autorregulación es una habilidad que se puede enseñar como cualquier otra, y los padres pueden desempeñar un papel importante en ayudar a los niños a aprender a manejar sus emociones, incluso las intensas. Estas son algunas técnicas para ayudar a los niños a calmarse en vez de portarse mal.

Desarrollar el coeficiente intelectual emocional

Tomarse el tiempo para notar y nombrar las emociones ayuda a los niños a empezar a prestar atención a cómo se sienten. Esto es importante porque poner atención a nuestras emociones es el primer paso para aprender a manejarlas. A veces, el simple hecho de expresar una emoción ayuda a que disminuya. Con demasiada frecuencia intentamos fingir que no estamos sintiendo emociones negativas hasta que es demasiado tarde y nos sentimos muy mal. Reconocer un sentimiento negativo puede hacer que pierda fuerza y ayuda a que podamos pensar de una forma constructiva qué hacer con ese sentimiento.

Los padres les pueden enseñar a los niños al darles el ejemplo con su propio comportamiento. Por ejemplo, si están molestos porque olvidaron algo en el supermercado, compartan ese sentimiento: “¡Ay, qué frustración! ¡Se me olvidó traer la leche!”. Luego, después de haber reconocido cómo se siente, puede modelar las habilidades de afrontamiento y resolución de problemas. Podría decir algo como: “Voy a hacer unas cuantas respiraciones profundas para calmarme, eso generalmente me ayuda”. Luego, una vez que se sienta mejor, puede decir: “Ahora, ¿cómo puedo resolver este problema?”, y haga una lluvia de ideas.

Los niños comenzarán a aprender las habilidades que les estás mostrando, pero es posible que también necesiten un poco de apoyo adicional a medida que empiecen a aprender a lidiar con sus emociones. Si notas que tu hijo parece molesto, pídele que te describa cómo se siente. ¿Puede nombrar el sentimiento?

Sólo asegúrate de que si tu hijo te dice que se siente triste, o que está experimentando ansiedad o enojo, no trates de convencerlo inmediatamente de que no se sienta así. A veces, escuchar “¡no es tan terrible!” puede hacer que los niños sientan que sus emociones están mal, y sin querer les estás ensañando que no deberían compartir cómo se sienten. En vez de eso, puedes validar la emoción (“sí, eso suena frustrante”, o “pareces decepcionado”), y luego fomentar formas sanas de lidiar con ese sentimiento.

Cómo lidiar con las emociones intensas

Otra parte importante de que un niño aprenda a identificar conscientemente sus emociones es que lo anima a empezar a poner atención a cómo se siente, lo que significa que podría notar una emoción antes de empezar a sentirse abrumado.

A veces, las emociones intensas que muestran los niños durante los berrinches pueden sorprender a los padres. Pero los niños no pasan en un instante de la calma a una pataleta en el piso, aunque así lo parezca. Las emociones se van acumulando con el tiempo, como una ola. Los niños pueden aprender a manejar esas emociones que parecen abrumadoras al notarlas y nombrarlas antes de que la ola se haga demasiado grande.

A muchos niños les ayuda clasificar la intensidad de sus emociones en una escala del 1 al 10, en la que 1 es calma y 10 es furia. Tú también les puedes mostrar cómo hacer esto. Cuando experimentes frustración porque olvidaste comprar la leche en el supermercado, podrías decir que estás en un 4. Podría parecer una tontería hacer esto al principio, pero les enseña a los niños a detenerse y notar cómo se sienten. Algo como un “termómetro de sentimientos” podría ser útil para los niños que valoran los apoyos visuales.

Cómo obtener ayuda

Cuándo pedir ayuda

La mayoría de los niños hacen berrinches o tienen crisis de vez en cuando. Es normal que se porten mal cuando es hora de irse a la cama o cuando han tenido que interrumpir un juego. Sin embargo, cuando los niños hacen berrinches frecuentemente, o parece que no pueden controlar su temperamento la mayor parte del tiempo, es posible que se trate de algo más extremo que de una conducta problemática típica.

Estas son algunas señales a las que hay que prestar atención:

  • Cuando la conducta problemática está interfiriendo con su capacidad para hacer amigos o llevarse bien con otros niños.
  • Cuando la conducta problemática está causando muchos conflictos en el hogar y alterando la vida familiar.
  • Cuando tu hijo siente que no puede controlar su ira, lo que lo hace sentirse mal consigo mismo.
  • Cuando su comportamiento está causando problemas en la escuela con sus maestros o compañeros.
  • Cuando su comportamiento es peligroso para él mismo o para los demás.

Si te preocupa el comportamiento de tu hijo y te está costando controlar la situación, podría ser útil programar una cita con un especialista en salud mental infantil. Un profesional clínico puede realizar una evaluación integral para determinar si tu hijo pudiera tener un trastorno de salud mental no diagnosticado que esté contribuyendo a sus problemas de comportamiento, o recomendar estrategias o tratamientos específicos que puedan ser de ayuda.

Para conocer cómo encontrar un profesional clínico que pueda ayudar, lee esta Guía para padres para obtener servicios de calidad del Child Mind Institute.

Posibles causas y diagnósticos

A continuación te presentamos una lista de trastornos de salud mental y otros desafíos que pueden estar asociados a la conducta problemática.

Trastorno por déficit de atención e hiperactividad o TDAH (ADHD, por sus siglas en inglés)

Los niños con TDAH tienen una dificultad inusual para concentrarse en las tareas, prestar atención, quedarse sentados quietos y controlar sus impulsos. Aunque la conducta problemática no es un síntoma del TDAH en sí mismo, suele ser resultado de los síntomas del TDAH. La falta de atención y la impulsividad pueden hacer que sea muy difícil para los niños tolerar tareas que son repetitivas, aburridas o que requieren mucho esfuerzo. Debido a esto, los niños con TDAH se sienten abrumados por la frustración con mucha frecuencia, y lanzar un zapato o empujar a alguien y gritar “¡cállate!” podría ser el resultado de su impulsividad. Algunos niños con TDAH también pueden desarrollar patrones de conducta negativos, los cuales son una respuesta a años de estar en conflicto con los adultos.

Trastorno negativista desafiante o TND (ODD, por sus siglas en inglés)

Los niños con este trastorno tienen un patrón bien establecido de problemas de comportamiento, con síntomas que incluyen discutir con figuras de autoridad, negarse a seguir las reglas, culpar a otros por sus errores, estar inusualmente enojados e irritables y más. Todos los niños pueden tener estos síntomas de vez en cuando. Lo que distingue al trastorno negativista desafiante de un comportamiento problemático típico es su gravedad y su duración.

Trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo o TDDEA (DMDD, por sus siglas en inglés)

Los niños con TDDEA experimentan estallidos de mal humor frecuentes y severos que parecen totalmente desproporcionados a la situación en cuestión. Entre berrinche y berrinche, están crónicamente irritables. Su comportamiento disruptivo es el resultado de emociones intensas y habilidades limitadas de autorregulación. Los niños con TDDEA a menudo se sienten muy arrepentidos después de haber hecho un berrinche.

Ansiedad

Los niños que parecen estar enojados y comportarse de manera desafiante en realidad podrían estar muy ansiosos. Cuando los niños tienen dificultad para hacer frente a situaciones que les causan angustia, puede que tengan reacciones agresivas. Esto podría suceder cuando las exigencias en casa o en la escuela ejercen demasiada presión sobre ellos y no pueden manejarlo. En una situación que le causa ansiedad, el instinto de “lucha o huida” de tu hijo podría tomar fuerza. Puede que haga un berrinche o se niegue a hacer algo para evitar la fuente de un temor intenso.

Trauma

Con frecuencia, los niños que han sido traumatizados suelen ocultar su dolor con un comportamiento agresivo. Como resultado del trauma podrían estar batallando con una capacidad de autorregulación emocional limitada o nula, así como tener pensamientos negativos y estar demasiado alerta a los peligros, y por lo tanto, ser más propensos a tener una respuesta del tipo “lucha o huida” en un esfuerzo por protegerse a sí mismos.

Problemas de aprendizaje

Los niños que se portan mal constantemente en la escuela o al momento de hacer la tarea podrían tener un trastorno de aprendizaje no diagnosticado. Puede que se sientan frustrados y avergonzados porque se esfuerzan por hacer cosas que a otros niños les resultan fáciles, y no saben por qué. En lugar de pedir ayuda, es posible que rompan las tareas o se porten mal para crear una distracción de sus problemas reales.

Problemas del procesamiento sensorial

Algunos niños tienen problemas para procesar la información sensorial que reciben del mundo que los rodea. Los niños que son poco o demasiado sensibles a la estimulación sensorial se podrían sentir incómodos, ansiosos, distraídos y abrumados, lo que a menudo puede conducir a una conducta problemática.

Autismo

Los niños en el espectro autista tienden a ser rígidos (necesitan una rutina consistente para sentirse seguros), y los cambios inesperados los podrían llevar a hacer un berrinche. Los niños autistas también pueden enfrentar problemas sensoriales que los hacen sentir abrumados. Algunos niños autistas también pueden carecer de las habilidades de lenguaje y comunicación para expresar lo que quieren o necesitan.

Programas de capacitación para padres

Los programas de capacitación para padres están diseñados para reforzar las habilidades que podrían necesitar los padres para manejar la conducta problemática de un hijo y mejorar su relación. Estos programas están dirigidos por psicólogos y trabajadores sociales y están basados en evidencia, lo que significa que han sido probados de forma exhaustiva y se ha determinado que son efectivos para muchas familias.

A continuación se presenta una lista de diferentes tipos de capacitación para padres, incluyendo lo que los hace diferentes y para qué familias podrían funcionar mejor.

Terapia de interacción padres-hijos (PCIT, por sus siglas en inglés)

Tanto los padres como los hijos participan en las sesiones de la PCIT, durante las cuales un profesional clínico les enseña habilidades para interactuar de forma positiva y satisfactoria. Es efectivo para niños entre 2 y 7 años, y generalmente requiere de 14 a 17 sesiones semanales.

Durante la PCIT, los padres reciben capacitación en vivo (a través de un micrófono en el oído) de parte de un terapeuta que observa desde atrás de un espejo unidireccional mientras ellos y su hijo realizan una serie de tareas. Los padres practican respuestas específicas tanto ante el comportamiento deseado como ante el no deseado.

Capacitación en el manejo del comportamiento para padres (PMT, por sus siglas en inglés)

En la PMT (que es para niños de 3 a 13 años) suelen participar los padres sin que el niño esté presente, aunque es posible que se les pida a los niños que participen en algunas sesiones. El terapeuta enseña y modela habilidades para tratar más eficazmente los comportamientos difíciles y luego las practica con los padres a través del juego de roles. Después de cada sesión, se espera que los padres utilicen las habilidades en casa. Las familias suelen participar en al menos 10 sesiones.

Dado que la PMT es apropiada para todas las edades, es una buena opción cuando los niños son demasiado grandes para la PCIT. También puede ser una buena opción para familias en las que hay una buena relación entre padres e hijos, pero en la que el niño podría estar lidiando con ansiedad, impulsividad extrema o ira explosiva.

Adolescentes desafiantes (Defiant Teens en inglés)

Este programa es para padres de adolescentes entre 13 y 18 años. La primera mitad de este programa involucra sólo a los padres, y se centra en la enseñanza de las herramientas más eficaces para interactuar con el adolescente, específicamente para manejar el incumplimiento o la conducta desafiante. Pero, como los adolescentes son más autónomos que los niños más pequeños y están menos influenciados por lo dicen sus padres, el programa también incluye capacitación para el adolescente, con el fin de ayudarlo a participar en el cambio en la dinámica familiar.

En la segunda mitad, tanto padres como adolescentes reciben capacitación en comunicación orientada a la resolución de problemas. El objetivo es proporcionar recursos de comportamiento familiar para ayudar a cada miembro de la familia a desarrollar habilidades de resolución de problemas, negociación y comunicación más efectivas, así como corregir cualquier creencia poco razonable que pudiera estar impidiendo sus interacciones.

Programa de crianza positiva (Triple P, por sus siglas en inglés)

El objetivo de la Triple P es fortalecer a los padres con información y habilidades para aumentar su confianza y autosuficiencia en el manejo del comportamiento de sus hijos. Se puede aplicar con un variado rango de edad de niños, desde la infancia hasta la adolescencia. Con el programa Triple P las familias pueden participar en diferentes niveles de intervención según sus necesidades. En algunas sesiones los terapeutas se reunirán uno a uno con los padres para discutir las habilidades y estrategias, y en algunas sesiones los niños serán incluidos y el terapeuta les proporcionará capacitación en vivo.

Los años increíbles (The Incredible Years en inglés)

En el programa se ofrece capacitación en grupos pequeños a los padres de niños, desde bebés hasta los 12 años. Los programas se dividen en cuatro grupos de edad (bebé, niño pequeño, preescolar y edad escolar) y abarcan desde las 12 hasta las 20 semanas.

El programa comienza centrándose en mejorar las relaciones entre padres e hijos y el apego positivo, antes de pasar a rutinas consistentes, reglas y establecimiento de límites. Por último, cubre estrategias de manejo del comportamiento como ignorar de manera activa, aplicar una redirección, consecuencias lógicas y naturales, tiempos fuera para calmarse y resolución de problemas.

Para niños de cuatro a ocho años, el programa ofrece grupos infantiles que se centran en ayudarlos a adquirir estrategias de regulación de las emociones y habilidades sociales. Las investigaciones muestran que el grupo de niños funciona bien para mejorar el comportamiento prosocial y disminuir las conductas problemáticas. Los padres descubren que no sólo aprenden de los terapeutas sino también de otros padres del grupo.

Medicación

La capacitación para padres y la terapia conductual se consideran las formas más efectivas y duraderas de ayudar a los niños a aprender a manejar las emociones intensas y controlar la conducta problemática. Pero a veces los medicamentos se utilizan como complemento de la terapia conductual. Los medicamentos antipsicóticos como Abilify (aripiprazol) y Risperdal (risperdone), que han demostrado reducir la agresión y la irritabilidad, se pueden utilizar en los casos en que un niño corre el riesgo de expulsión de la escuela o de su casa. Se pueden utilizar medicamentos estimulantes si un niño muestra impulsividad excesiva, incluso si se le ha diagnosticado TDAH. Los antidepresivos (SSRI) pueden ser útiles en caso de que el niño tenga depresión o ansiedad subyacente.

Es importante tratar con el médico cualquier preocupación que puedas tener acerca del plan de tratamiento de tu hijo, su progreso o cualquier efecto secundario que puedas estar observando. Un buen médico estará preparado para hablar de los síntomas que has visto y explicarte las posibles opciones en cuanto al cambio de dosis o de medicamento. Si consideras que el médico de tu hijo no está tomando en serio tus preocupaciones, o si no está siguiendo las mejores prácticas para cambiar la dosis o agregar nuevos medicamentos, es importante buscar una segunda opinión.

Si crees que tu hijo debería dejar de tomar un medicamento en particular, asegúrate de discutirlo con el médico, así como también hablar acerca de las ventajas y desventajas. No hagas ajustes ni retires la medicación sin haberlo consultado con el médico previamente. Muchos medicamentos se deben reducir de forma gradual, y los niños deben ser supervisados muy de cerca para detectar posibles efectos secundarios de unas suspensión demasiado rápida.

Nota sobre Risperdal

Risperdal puede tener efectos secundarios graves, incluyendo un aumento de peso sustancial y cambios metabólicos, neurológicos y hormonales que pueden ser perjudiciales. Los niños que toman Risperdal u otro antipsicótico atípico deben ser controlados por sus médicos de forma regular. Antes de comenzar el tratamiento, se les debe hacer una prueba para establecer las líneas de base en cuanto a altura, peso, signos vitales y niveles de prolactina, de grasas y azúcar en la sangre. Durante los primeros meses de tratamiento, los niveles del niño se deben medir con frecuencia. Si el niño está usando el medicamento a largo plazo, debe seguir siendo controlado cada año.

Problemas de conducta en la escuela

En el caso de los niños que tienen problemas con su comportamiento en el aula, es importante establecer algunas estrategias de manejo de la conducta específicas para la escuela.

Por lo general, el primer paso es pedir a la escuela que realice una evaluación funcional del comportamiento (FBA, por sus siglas en inglés). El objetivo de una evaluación funcional es reunir más información sobre cuándo y por qué tu hijo se porta mal en clase. Esta información se utiliza luego para elaborar un plan de ayuda. Un psicólogo escolar o un especialista en comportamiento normalmente dirige la FBA, y podría hablar contigo, con los maestros de tu hijo y con tu hijo como parte de la evaluación, así como realizar alguna observación en clase.

Es importante determinar cuáles son las cosas específicas con las que tu hijo tiene más dificultad. Al igual que en el control del comportamiento en el hogar, es útil reunir la mayor cantidad de información posible sobre las situaciones de la vida real que parecen conducir a la conducta problemática, poniendo atención a lo que sucede inmediatamente antes, durante y después de la conducta. Poner atención a los momentos en que tu hijo no se está portando mal también puede arrojar información muy valiosa.

Una vez que esta información ha sido recopilada y analizada, el psicólogo escolar o especialista en comportamiento podrían trabajar en la creación de un plan de intervención del comportamiento (BIP, por sus siglas en inglés) con ideas para prevenir conductas problemáticas y gratificar el comportamiento positivo. Esto puede incluir diferentes estrategias de enseñanza, diferentes sanciones por mala conducta o cambios en las rutinas típicas. Es importante realizar controles periódicos para supervisar la eficacia de estas estrategias (y hacer las actualizaciones correspondientes).

¿Cómo pueden los padres apoyar los objetivos de comportamiento de la escuela en casa?

Los padres también pueden desempeñar una función importante para ayudar a reforzar el buen comportamiento en la escuela. Puedes decirle al maestro de tu hijo que quieres colaborar en la mejora del comportamiento de tu hijo y seleccionar uno o dos objetivos a la vez para trabajar en ellos. Por ejemplo, entregar las tareas y no gritar en clase. Luego, le puedes pedir al maestro que te proporcione informes periódicos sobre el progreso de tu hijo. La idea no es abrumar al maestro, pero si recibes un informe de avances cada ciertos días o cada semana, puedes ayudar a reforzar los objetivos de la escuela, ya sea gratificando el buen comportamiento escolar en casa o estableciendo las sanciones correspondientes.

Por ejemplo, si te enteras de que tu hijo está entregando bien sus tareas, le puedes dar tiempo adicional de pantalla ese fin de semana en reconocimiento por sus esfuerzos. Si está haciendo un trabajo particularmente bueno, entonces podrías darle una gratificación mayor, como una salida a su restaurante favorito. Por el contrario, si recibes un informe de que no está haciendo sus tareas, le podrías decir que no tendrá tiempo de pantalla durante los dos primeros días de la semana siguiente porque necesita priorizar sus deberes escolares.

Para obtener más información sobre cómo trabajar con las escuelas en cuestiones de comportamiento, consulta nuestra lista de lecturas recomendadas en la siguiente sección.

Lecturas recomendadas

Intervenciones para el comportamiento en el hogar (en inglés):

The Everyday Parenting Toolkit, de Alan Kazdin

The Kazdin Method for Parenting a Defiant Child, de Alan Kazdin

Taking Charge of ADHD, de Russell Barkley

Intervenciones para el comportamiento en la escuela (en inglés):

Behavioral Interventions in Schools: Evidence-Based Positive Strategies, de Angeleque Akin-little, Steven G. Little, Melissa A. Bray y Thomas J. Kehle

Managing ADHD in School: The Best Evidence-Based Methods for Teachers, de Russell Barkley

La última revisión de este guía se realizó el 28 de mayo de 2024.