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Voces calmadas, niños más calmados

A veces es difícil mantener la calma, pero menos gritos significa mejor comunicación

Escrito por: Beth Arky

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Antes de subirse a la montaña rusa llamada crianza, es probable que las personas que no tienen hijos hayan visto a mamás y papás perder el control en algún momento y hayan pensado con aire de suficiencia: “Yo nunca voy a gritarles a mis hijos”.

Y luego tienen sus propias familias y la realidad se hace presente. Porque a medida que sus encantadores niños alcanzan cada muy esperado hito de desarrollo, también adquieren algunas habilidades menos deseables. Así, una niña de 2 años que “dibuja con espontaneidad” puede exhibir su nuevo talento en paredes recién pintadas y preciados muebles, mientras que su lenguaje incipiente le permite repetir ciertas palabras una y otra vez, incluido el tan popular “¡No!”.

Los padres saben que en medio del caos, mantener la calma (también conocido como no gritar) es una regla de oro. Pero a menos que usted esté hecho de piedra, es bastante difícil mantener un tono moderado cuando está lidiando con niños día tras día. Cuando los padres gritan, “han perdido los estribos”, dice el Dr. Steven G. Dickstein, psiquiatra de niños y adolescentes. “Están abrumados por la ira o la frustración”.

Aparte de cuando un niño hace algo peligroso o dañino, hay muy pocas situaciones que ameritan gritar. Sin embargo, “no creo que haya un padre o madre que no haya gritado”, dice la bloguera Alice Long “Esto sucederá. No se atormente”.

Entonces, ¿por qué es tan importante ser firme, sin levantar la voz?

¿Qué tiene de malo gritar?

  • Se pierde el mensaje: los gritos a menudo no logran transmitir el mensaje, porque las emociones se sobreponen. Es probable que también haga más grande la situación y la agresividad del niño, ya sea física o verbal.
  • Lo han oído antes: si los padres gritan todo el tiempo, señala el Dr. Dickstein, “los niños pueden bloquearse o ignorarlo porque no es nada nuevo”. Kara Gebhart Uhl, madre de tres hijos y bloguera, agrega: “A veces es mucho más efectivo que un grito susurrar algo como ‘estoy muy decepcionada con tus acciones’”.
  • Es malo para la autoestima: se sabe que los gritos y un estilo severo de crianza están asociados con una baja autoestima para los niños, y pueden afectar su rendimiento en la escuela. Los niños que son objeto de agresión verbal corren el riesgo de desarrollar un comportamiento agresivo o disruptivo. El Dr. Dickstein advierte que cuando mamá o papá grita, lo que los niños pueden sentir es que sus padres no los “aman o ni siquiera los soportan” y solo pueden criticarlos.
  • Se pierde lo positivo: cuando gritar es el modo frecuente de comunicación, tanto los niños como los padres pierden la oportunidad de formar vínculos positivos y afectuosos. Y para los niños con predisposición a la ansiedad y la depresión, asimilar estas interacciones negativas puede ser un punto crítico.
  • Usted también se siente mal: los estallidos de ira pueden hacer que los padres se sientan culpables, frustrados y desanimados. Los adultos que expresan la ira de manera negativa aumentan su estrés crónico, lo que contribuye a otros problemas de salud.

¿Por qué más calmado es mejor?

Abordar la conducta inapropiada con calma permite que usted se enfoque en enseñar al niño qué es lo problemático de su comportamiento, y poder seguir adelante con consecuencias que sean efectivas.

  • Modelar el comportamiento es importante. Cuando los padres practican una autorregulación saludable, ayudan a los niños a aprender a autorregularse. Regina Myers, madre de un adolescente, afirma que cuando ella baja el volumen, su hijo “¡responde mucho mejor y grita menos!”.
  • Los niños se sienten más seguros. El mejor estilo de crianza tiene como característica “un alto grado de cuidado, firme pero amable”, dice la psicóloga clínica Melanie Fernández. Por mucho que los niños y adolescentes actúen como si quisieran tener el control, lo que realmente los hace sentir seguros son las figuras de autoridad calmadas, consistentes y justas. (Hay una razón por la cual algunos padres acuden a César Millán, el encantador de perros, en busca de consejos para la crianza de sus hijos. Después de todo, los buenos padres deben ser líderes de su manada: oh perdón, de su familia).

Si usted trabaja en estrategias específicas que lo ayuden a sentirse más calmado, puede ayudar a sus hijos a aprender a regularse mejor.

Consejos para padres

Identifique las interacciones problemáticas: identifique los problemas recurrentes que suelen provocarlo a usted y a sus hijos. Si salir de la casa por la mañana hacia la escuela es un problema crónico, las soluciones pueden incluir elegir la ropa y bañarse la noche anterior, o que todos se levanten un poco más temprano. Intente dividirlo en pasos que usted pueda abordar con calma.

Sea consistente: con los niños más pequeños, ayuda crear una rutina fija con instrucciones simples de un solo paso que podrían incluir ayudas visuales, además de muchos elogios y recompensas.

Considere los desencadenantes: ser consciente del contexto en el que ocurre el comportamiento permite responder de maneras más calmadas. Si reconocemos cuando un niño está de mal humor porque se saltó su merienda o está cansado, puede ser más fácil moderar nuestros propios sentimientos exaltados.

Comprensión = paciencia: también es importante que los padres conozcan y entiendan las capacidades de sus hijos, ya que esto puede ayudarlos a ser más pacientes. Para Long, entender los problemas de su hijo, a quien le diagnosticaron un trastorno del procesamiento sensorial, fue “un cambio en la jugada”. Puedes tranquilizarte, dice ella, cuando “aceptas a los niños como son, los amas como son y reconoces que la mitad del problema es cómo tú reaccionas”.

Maneje el tiempo: tratar de hacer demasiado causa estrés. “Las veces en que me salgo de control son las veces en que me estoy sobrecargando”, dice Long. “El momento de hacer cuentas no es cuando los niños están en la mesa haciendo un proyecto de arte”. Los padres que intentan realizar múltiples tareas al mismo tiempo, señala Long, aumentan el riesgo de que los niños se porten mal. “Solo quédate con tus hijos. Es menos probable que tiren su desayuno al suelo”.

Cuente hasta 10: todos los padres entrevistados para este artículo compartían un mismo consejo clave: tomar un descanso y respirar. Es importante reconocer cuándo usted está a punto de perder el control para poder alejarse de la situación, incluso salir de la habitación, cuando puede hacerlo de manera segura. (Una madre que le dice a su hijo que se está tomando un momento para clamarse, está modelando un comportamiento de autorregulación). “No soy alguien que grita”, dice Uhl. “Pero cuando siento que me estoy irritando por la frustración y escucho mi voz cada vez más fuerte, me detengo, me controlo, respiro hondo y empiezo de nuevo”.

Desconéctese: ignorar activamente los comportamientos problemáticos es otra estrategia que ayuda a evitar que los padres griten. Si te desconectas de la situación hasta que recuperes la compostura, estarás evitando alimentar el fuego. (Esto no se puede hacer cuando un niño está siendo agresivo o destructivo). En cambio, al responder positivamente solo a la conducta deseada, los padres refuerzan lo que quieren frente a lo que no quieren. Además, al permitir que los niños practiquen “desacelerar sus motores” por su cuenta, sin indicaciones de los padres, los ayudan a aprender a manejar la frustración.

Aprenda a soltar y reírse de ello: junto con ignorar viene aprender a relajarse. “Si el bocadillo termina en el piso, dice Long, en lugar de enojarme con los niños, les diré: ‘Oh, no, ¡hiciste un desastre!, vamos a limpiarlo juntos’. Haga lo que tenga que hacer para que sea más fácil para usted”.

Busque apoyo: Long agrega que también ayuda tener una red de amigos y parientes de confianza para esos días extremadamente malos en los que no siente que puede calmarse y necesita refuerzos. Los blogs, grupos de apoyo, otros padres y médicos pueden ayudar a los padres a confirmar que no están solos.

Acepte sus sentimientos: dependiendo de la edad y el nivel de desarrollo del niño, los padres pueden, después de que las cosas se hayan calmado, mostrarle a  sus hijos cómo hablar sobre los sentimientos. “Puede decirles que no se siente respetado o que se siente ignorado”, dice el Dr. Dickstein. Dan Janzen, quien ha tenido “uno o dos momentos de descontrol” con su hijo de 9 años y su hija de 6 años, dice que trata de hacer que “entiendan que los gritos, no son porque ellos son niños malos; sino porque él como padre perdió los estribos. ‘Lamento haber perdido el control, eso fue un poco duro, y no debería gritarte. ¿Pero entiendes por qué me frustré un poco?’ Y luego tenemos una breve conversación sobre la situación”.

“Siempre me aseguro también de seguir rápidamente con algo como: ‘Incluso cuando pierdo el control te amo”, agrega Janzen. “Creo que el tema principal es tratar de evitar que los estallidos perjudiquen su confianza o seguridad. Pase lo que pase, sigo siendo el mismo papá, un poco ridículo pero bien intencionado que los ama”.

La última revisión de este artículo se realizó el 21 de noviembre de 2024.