Tres trampas frecuentes de la crianza
Y sugerencias para evitarlas.
Clinical Expert: Matthew M. Cruger, PhD
in EnglishCriar a los hijos. Aunque lo hemos estado haciendo por milenios, todavía es un trabajo en progreso. A pesar de generaciones de conocimientos y experiencias transmitidas, parece que siempre se reduce a una situación en la que ya ha pasado la hora de irse a dormir, tú no has dormido bien, solo tienes sobras de macarrones con queso para la cena y harías lo que fuera por lograr que tus hijos se bañen. Así es como casi cualquier padre o madre bien intencionados pueden caer en ciertas “trampas” de la crianza. Sin algún tipo de corrección del curso, estos pueden convertirse en patrones cada vez más difíciles de romper. Piensa en esto como si fuera arena movediza: te succiona poco a poco hasta que llegas a un punto en el que no te puedes mover.
Pero, si cuentas con buena información, tendrás menos probabilidades de caer en el encanto inicial de la trampa, y aumentará la probabilidad de que reconozcas lo que sucede. Estas son algunas de las trampas más frecuentes de la crianza, adaptadas de la lista de errores frecuentes de crianza del Programa de crianza positiva:
1. La trampa de la escalada
La trampa de la escalada puede suceder de dos formas diferentes. La primera es cuando los niños escalan a un siguiente nivel. Quizás tu hijo o hija quiere algo, un caramelo o jugar un videojuego. Tú le dices: “No, pronto vamos a cenar”, o “ya has usado tu tiempo de pantalla de hoy”. Su respuesta es llanto, ruegos o incluso una rabieta, lo cual mantiene hasta que tú te agotas y a la larga cedes, pensando para ti que harás cualquier cosa por detener su reacción.
Lo que tu hijo o hija han aprendido es que la forma en la que obtienen el caramelo o el juego es haciendo cada vez más ruido, haciendo un berrinche más grande, lloriqueando y llorando más. Este aprendizaje aumenta las posibilidades de que la próxima vez que se encuentren ante un “no” y se frustren por eso, probablemente intentarán de nuevo la misma estrategia.
La trampa de la escalada también sucede en otra dirección. Algunas veces son los niños quienes te enseñan que solo responderán después de que tú escales a un siguiente nivel. El ejemplo clásico es cuando tú dices: “Muy bien niños, es hora de lavarse las manos para cenar”. Ellos están viendo televisión y no hacen nada. Así que unos minutos después tú regresas y dices, algo más alto: “¡Dije que es hora de venir a cenar!”. Quizás ellos dicen, “muy bien, en unos minutos vamos”, pero unos minutos después todavía no están en la mesa para cenar. La tercera vez, tu enojo es visible y les ordenas que vayan a cenar, probablemente gritando y, es en ese momento cuando ellos finalmente van. Ellos saben que realmente no tienen que moverse hasta que tú subas la voz.
El problema aquí es que estás aprendiendo que la única forma de hacer que ellos hagan lo que tú quieres que hagan es gritando. Y ellos están aprendiendo que la primera vez que tú dices algo, en realidad no cuenta. Mamá o papá realmente no quieren decir eso a menos que estén gritando.
Qué hacer
Evitar la escalada requiere mantener la calma y ser firme con lo que estás pidiendo. Si dijiste no a la petición de un niño, tu meta es ignorar la conducta dirigida a hacer que cambies de opinión. No es fácil, pero es una inversión para reducir esa conducta en el futuro. Cuando el niño deja de portarse mal y vuelve a jugar tranquilamente o a hablar en un tono de voz calmado, bríndale un refuerzo positivo: “Me gusta la forma en que te calmaste”, o “es tan agradable cuando me hablas de esta forma”.
Lo mismo aplica si estás haciendo una solicitud y tus hijos la ignoran. Puedes repetir una vez la solicitud, pero sin escalar, y hacerles saber que lo que seguirá es una consecuencia si no hay resultados. “Dije que era hora de cenar. Si no vienes y te lavas las manos, vas a perder 10 minutos de tiempo de pantalla después de la cena”. Y cuando cumplen, ten preparado el elogio, incluso si tuviste que pedirlo dos veces.
2. La trampa de: “Es solo una fase”
Otra trampa en la que caen padres y madres es cuando observas alguna conducta problemática que esperas (naturalmente) que desaparezca por sí sola y, por tanto, no reaccionas. Piensas: “Es solo una fase”, minimizando la conducta de manera que no tengas que enfrentarla.
Por ejemplo, quizás tu hija pequeña está siendo agresiva con sus compañeras de juego. Tú piensas, “seguramente esto es algún tipo de cosa pasajera del desarrollo, esto es lo que hacen los niños pequeños”.
Muy bien, puede ser que tu hija dejará de involucrarse a la larga en conductas problemáticas: golpear o empujar o arrebatar. Sin embargo, la forma en que tú y otras personas responden a eso puede ser la clave para la rapidez con que desaparezca. Si los niños prueban los límites de los que están a su alrededor, y nadie interviene, ellos aprenden que este tipo de conducta es aceptable o, incluso, que los ayuda a obtener atención (aunque sea negativa). Este tipo de aprendizaje es muy importante en los niños pequeños, y se hace más difícil de deshacer a medida que crecen.
Qué hacer
Todos los niños pequeños van a golpear y morder y tomar sin permiso los juguetes: están explorando esto como nuevas conductas. Pero es importante que tú respondas de forma que les hagas saber lo que está fuera de los límites. Piensa en la conducta como un experimento que hacen tus hijos y que tú eres quien les da el resultado del experimento. Establecer límites, acompañado del elogio con la mayor frecuencia posible cuando no se involucran en conductas problemáticas, te puede ayudar a manejar estas conductas a medida que aparecen.
3. La trampa de: “Lo hiciste a propósito”
Esto es interpretar la conducta de los niños como algo realizado de manera intencional para molestar o castigar al padre o madre. Por ejemplo, tú le dices a tu hijo que es hora de dejar de jugar y de prepararse para ir a la casa de la abuela. Cuando regresas 10 minutos después, él todavía está jugando. Te escuchas decirte a ti: “Te dije que te prepararas para ir a casa de la abuela, y tú sabías que era importante para mí y no lo hiciste. Y lo haces a propósito para molestarme”.
El peligro aquí es que, si tú piensas que los niños están haciendo algo de forma intencional para molestarte o herirte, vas a responder de forma muy diferente que si lo ves como una conducta que no tiene que ver contigo. Quizás los niños tienen dificultades emocionales, o no tienen estrategias para enfrentar problemas bien desarrolladas para dominar la ansiedad que les causa estar lejos de casa. O, con mayor probabilidad, simplemente se equivocaron. Hay docenas de razones posibles por las que ocurre la conducta, de las cuales, la menos probable es que la hacen de forma intencional para molestarte. Si piensas que la conducta está dirigida a provocarte, es más probable que respondas con emoción negativa, en vez de responder de forma calmada y pensar en cómo desalentar la conducta en el futuro, o apoyar a tus hijos en tareas difíciles. También será más difícil elogiar las conductas que quieres ver si te enojas con tus hijos.
Qué hacer
Primero, saca de tu vocabulario la palabra “manipuladores” en referencia a tus hijos. No saldrá nada positivo de pensar en ellos como las mentes maestras y en ti como la víctima. Cuando tus hijos se portan mal, trata de recordar que no han desarrollado el autocontrol de las personas adultas. Hacer un berrinche suele ser una acción menos calculada que desesperada. Quieres reunir tantas ideas como puedas acerca de cómo puede haberse desarrollado la conducta y qué función tiene para los niños. Esta será una forma de mantener la cabeza fría y luego planificar cómo te gustaría responder de forma efectiva.