Cuando un niño está teniendo problemas, o te preocupa su comportamiento, puede ser difícil determinar si necesitas buscar ayuda de un profesional. Y si decides hacerlo, ¿qué tipo de profesional y tratamiento es el adecuado para tu hijo? En esta guía te explicamos paso a paso cómo encontrar al mejor profesional (o equipo) para tu hijo, así como el tratamiento más apropiado para su trastorno o discapacidad. También, te decimos en qué fijarte y qué preguntas hacer para asegurarte de estar recibiendo la atención de calidad que se merece tu hijo.
Todos nos preocupamos por nuestros hijos. A veces nos preocupa saber si se están desarrollando de una manera saludable. (¿Ya debería haber empezado a hablar?). O si son felices (no nos gusta verlos tristes o sufriendo). Y algunas veces nos preocupamos porque su comportamiento les causa problemas a ellos o a toda la familia.
Uno de los retos de la crianza es determinar cuándo es necesario actuar frente a una preocupación. ¿Cómo saber cuándo deberías buscar ayuda para un niño que está teniendo problemas? Ten en cuenta que hay una gran variación en cuanto al desarrollo de los niños, y una amplia gama de comportamientos que son típicos y saludables durante su crecimiento (a pesar de que algunas veces nos preocupen). Por lo que no queremos sobrerreaccionar. Sin embargo, si los comportamientos que te preocupan interfieren seriamente con la capacidad de tu hijo para hacer cosas propias de su edad, o con la capacidad de tu familia de sentirse bien y ser afectuosos, es importante buscar ayuda.
Estas son algunas cosas que los expertos en salud mental recomiendan tener en cuenta al decidir si tu hijo necesita ayuda profesional.
Si has decidido que los comportamientos, pensamientos o emociones de tu hijo necesitan atención, el próximo paso es consultar a un profesional. Pero, ¿a quién acudir? Existe una variedad potencialmente desconcertante de proveedores de la salud mental, y no todos son la mejor opción si buscas una evaluación basada en evidencia y un diagnóstico sensato. Por dónde empezar dependerá en realidad de los miembros del equipo médico que actualmente atiendan a tu hijo y de los servicios disponibles en tu área.
No todos los especialistas que se listan a continuación pueden realizar un diagnóstico, pero muchos de ellos (pediatra, psicólogo escolar) pueden ser valiosos en el proceso de obtener un diagnóstico acertado que ayude a tu hijo. (Lee nuestra guía de especialistas en salud mental para obtener información sobre los tipos de especialistas que tratan a niños, su formación y el tipo de servicios que ofrecen).
Para la mayoría de los padres, consultar con el médico de familia es el primer paso. Aunque a los médicos familiares o pediatras no se les exige tener formación sustancial en el campo de la salud mental, muchos diagnostican y tratan trastornos psiquiátricos, y otros te podrían referir con un especialista que pueda hacerlo.
La ventaja de acudir con el pediatra es que ya conoce a tu hijo y a tu familia, y atiende a tantos niños que podría ser experto en reconocer cuándo un comportamiento se encuentra fuera de los parámetros típicos. El pediatra también puede realizar exámenes médicos para descartar posibles causas no psiquiátricas de los síntomas que te están preocupando.
La desventaja es que tu pediatra puede tener poca experiencia en el diagnóstico de trastornos psiquiátricos y del desarrollo, y la mayoría no dispone del tiempo necesario para realizar el tipo de evaluación detallada que es importante para poder hacer un diagnóstico acertado, debido a que la mayoría de los comportamientos problemáticos en los niños (por ejemplo, falta de atención, berrinches, mal comportamiento) pueden ser causados por diferentes trastornos psiquiátricos o del desarrollo.
Las mejores prácticas para diagnosticar a niños incluyen el uso de escalas de calificación para conseguir una opinión objetiva sobre los síntomas, y reunir información de múltiples fuentes, incluyendo al niño, sus padres o cuidadores, maestros y otros adultos. (Hacer un diagnóstico acertado de niños pequeños requiere realizar evaluaciones adicionales, como las que se mencionan aquí).
Deberías tratar esto de forma directa con tu médico y preguntarle si se siente cómodo y conoce bien las enfermedades mentales. Si no te convence lo que te ofreció, pídele que te refiera a otro profesional clínico o busca tú otra opción.
Cuando estés buscando un especialista de salud mental que evalúe a tu hijo, es conveniente que tengas algunas preguntas preparadas para ayudarte a decidir si un profesional clínico en particular es el adecuado para sus necesidades:
Es una realidad frustrante para muchas familias en este país que no haya servicios de salud mental adecuados fácilmente u objetivamente disponibles. Esta es una de las razones por las que la mayor parte de la carga de la atención de niños con trastornos psiquiátricos y de aprendizaje recae en los médicos familiares, incluso cuando su capacitación no es siempre la adecuada para las necesidades del niño, especialmente en los casos más complejos. Afortunadamente, muchos servicios de salud estatales han comenzado a tratar este problema a través de telepsiquiatría, brindando a los médicos familiares acceso a consultas con psiquiatras capacitados vía telefónica o en línea.
Si tienes problemas para encontrar a alguien con capacidad para evaluar y quizás diagnosticar a tu hijo, pregúntale a tu pediatra o a cualquier proveedor de salud mental con el que estés en contacto si puede averiguar cómo conseguir una consulta con un servicio remoto. Si esa opción no está disponible, tal vez valdría la pena acudir a un centro apropiado, aunque sea distante, para obtener una evaluación y un plan de tratamiento de primer nivel que se les pueda enviar a los médicos más cercanos a tu hogar para que ellos lo lleven a cabo.
No hay pruebas de sangre o algo similar para identificar trastornos psiquiátricos y del aprendizaje, por lo que el diagnóstico depende, entre otros factores, de tener una imagen detallada del estado de ánimo, el comportamiento y los resultados de las pruebas escolares del niño. En pocas palabras, el profesional clínico depende de la información que recibe del propio niño, sus padres, maestros y otros adultos que lo conocen.
Un buen profesional clínico te hará preguntas detalladas acerca del comportamiento de tu hijo, así como de su historial de desarrollo y antecedentes familiares.
También utilizará herramientas que le permitan obtener una imagen objetiva de dichos comportamientos y síntomas.
Algunas de estas herramientas toman la forma de entrevistas estructuradas, en las que un profesional clínico realiza una serie de preguntas sobre el comportamiento del niño. Sus preguntas se basan en los criterios de cada trastorno psiquiátrico, los cuales se incluyen en el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM, por sus siglas en inglés) adaptado para niños. Las respuestas del niño se utilizan entonces para determinar si reúne los criterios de un trastorno en particular.
Por ejemplo, un profesional clínico podría usar lo que se conoce como entrevista estructurada para trastornos de ansiedad (ADIS, por sus siglas en inglés) o guía para trastornos afectivos y esquizofrenia en niños (K-SADS, por sus siglas en inglés) para determinar si el niño debería ser diagnosticado con uno o más trastornos psiquiátricos.
Algunas de las herramientas utilizadas para ayudar en el diagnóstico son las escalas de calificación, en las que el niño es calificado numéricamente con base en una lista de síntomas. Por ejemplo, el sistema de evaluación de la conducta en niños (BASC, por sus siglas en inglés) es un conjunto de preguntas personalizadas para padres, maestros y el niño, planteadas desde múltiples perspectivas para ayudar a entender los comportamientos y emociones de niños y adolescentes. Aunque esta escala no se utiliza como una herramienta de diagnóstico, puede alertar a los profesionales clínicos sobre áreas que parecen estar elevadas (ansiedad, problemas de conducta, depresión), lo que podría indicar la necesidad de realizar una mayor exploración.
Para los niños que pudieran tener TDAH, las herramientas que se usan comúnmente incluyen la escala de calificación SNAP para padres y maestros, la cual califica a los niños según la frecuencia con la que ocurre cada uno de los 18 síntomas que se incluyen en una lista.
Por otro lado, el test de desempeño continuo (CPT, por sus siglas en inglés), que califica la capacidad de un niño para completar una tarea aburrida y repetitiva durante un período de tiempo, es el modelo de referencia para diferenciar a los niños cuya falta de atención es un síntoma del TDAH en vez de alguna otra causa, como la ansiedad.
La escala de observación para el diagnóstico del autismo (ADOS-2, por sus siglas en inglés) es un conjunto de tareas diseñadas para diagnosticar el autismo en las que el niño interactúa con la persona que realiza la evaluación.
Estos son sólo algunos ejemplos del tipo de herramientas que utilizan los profesionales acreditados para la realización de diagnósticos al identificar trastornos.
Lo más importante: no aceptes tratamiento de un profesional clínico que no te ofrezca un diagnóstico para tu hijo. Al igual que un dolor de cabeza puede ser causado por muchas razones distintas, un comportamiento preocupante o los cambios en el estado de ánimo pueden ser síntomas de una variedad de trastornos psiquiátricos y del desarrollo. Es un error probar medicamentos a ver si funcionan para aliviar los síntomas sin tener un diagnóstico que te sea explicado claramente y que esté basado en evidencias sustanciales.
¿Qué tipo de preguntas les podría hacer?
Cuando estés buscando un especialista de salud mental que evalúe a tu hijo, conviene estar preparado con preguntas que te ayuden a decidir si un profesional clínico en particular es el adecuado para tus necesidades:
Una vez que tienes el diagnóstico de tu hijo, es tiempo de pensar en las opciones de tratamiento. En algunos casos, es una buena alternativa que el profesional clínico que hizo el diagnóstico sea quien también prescriba el tratamiento. En otros, necesitarás encontrar a un profesional con una especialidad diferente. En cualquier caso, tu médico de atención primaria o quien haya realizado el diagnóstico, pueden ser un buen punto de partida para comenzar tu búsqueda.
Un trabajador social clínico con licencia (LCSW, por sus siglas en inglés), ya sea de la escuela de tu hijo o de un centro de salud mental, podrían tener un papel importante en coordinar la atención que requiere tu hijo y te podrían canalizar con algún profesional que proporcione tratamiento. A través de supervisión continua, el trabajador social te ayudará a evaluar el progreso de tu hijo, acceder a los servicios que sean necesarios y atender cualquier problema que se vaya presentando.
Antes de decidir con quién trabajar, infórmate. Es importante que conozcas cuál es el tratamiento de primera línea recomendado para el trastorno de tu hijo, y que te asegures de que el profesional clínico que hayas elegido tenga capacitación y experiencia en dichos tratamientos.
Por ejemplo, para muchos trastornos de ansiedad y del estado de ánimo, hay algunos tipos muy específicos de terapia conductual, específicamente diseñadas para determinados trastornos. (Para obtener una lista de estas terapias basadas en evidencia y su uso, consulta nuestra Guía de Tratamientos Conductuales.) Las técnicas no son intercambiables: el profesional clínico adecuado para ti será el que tenga la experiencia en la terapia particular que necesita tu hijo.
Si tu hijo se podría beneficiar de tomar algún medicamento, es crucial que preguntes si tu médico de atención primaria o psiquiatra que lo haya prescrito tiene experiencia con el medicamento en particular. El éxito con los medicamentos psicotrópicos depende de la dosis correcta, que puede ser difícil de establecer, así como del monitoreo de un profesional experto conforme el niño va creciendo y cambiando. Este proceso requiere tiempo y paciencia. Si tu médico está demasiado ocupado para trabajar contigo hasta que el medicamento surta el efecto deseado, así como para monitorear a tu hijo y asegurarse de que el efecto deseado se mantenga en el tiempo, deberías buscar otro médico.
Ten en cuenta que, en muchos casos, el tratamiento para trastornos psiquiátricos puede que comience con intervenciones conductuales o ambientales, antes de prescribir algún medicamento. No obstante, sólo un profesional clínico con experiencia puede explicar de manera adecuada el orden en que se deberían aplicar los distintos tipos de tratamiento.
Ante todo, es importante buscar profesionales que se comuniquen de manera efectiva contigo, te expliquen con claridad lo que están ofreciendo, escuchen tus preocupaciones, respondan tus preguntas y presten atención de cerca a las necesidades y comportamientos particulares de tu hijo.
Estos son algunos ejemplos específicos del tipo de profesionales que podrían ayudar en el tratamiento de tu hijo:
Si ya le hicieron una evaluación neuropsicológica a tu hijo e identificaron sus desafíos de aprendizaje, lo siguiente es encontrar profesionales que puedan ayudarlo a trabajar en sus fortalezas y compensar sus deficiencias. Tal vez califique para obtener un Plan de Educación Individualizado (IEP, por sus siglas en inglés), que detalla el apoyo que está obligado a brindar el distrito escolar.
Además de cualquier apoyo que te ofrezcan los profesionales de la escuela, tal vez quieras contactar a un especialista en aprendizaje (o terapeuta educacional) que trabaje con tu hijo para desarrollar habilidades e identificar estrategias de aprendizaje que le funcionen bien. Si tu hijo necesita ayuda con habilidades para la lectura o las matemáticas, hay especialistas que trabajan en esas áreas. Si tiene dificultad con las funciones ejecutivas, el especialista puede trabajar con él para ayudarlo a estructurar su tiempo y dar seguimiento a las tareas escolares que necesita hacer. Algunas veces, un tutor es útil para un estudiante con dificultades en un área en particular y un asistente de tareas puede ayudar a que un estudiante al que le cuesta enfocarse u organizarse se mantenga al tanto de lo que tiene que trabajar.
Si califica para un IEP, el plan describirá el apoyo que el distrito escolar está obligado a proporcionarle. Aunque puede ser difícil moverse en el mundo de las negociaciones del IEP, la Ley para la Educación de Individuos con Discapacidades (IDEA, por sus siglas en inglés) es rigurosa en cuanto a la provisión de adaptaciones para los niños que califican. Si la escuela de tu hijo no puede brindárselas, es tu derecho encontrar otro proveedor de este servicio.
Para los niños con trastornos de ansiedad, como el trastorno de ansiedad social o la ansiedad por separación, el tratamiento de primera línea suele ser la terapia conductual. Un psicólogo trabaja tanto con el niño como con los padres y sigue un protocolo de tratamiento basado en evidencia para el trastorno específico. El TOC y los trastornos relacionados se pueden abordar de forma similar.
Por lo general, si un niño está lo suficientemente ansioso o deprimido como para requerir medicación, un psiquiatra o pediatra le `puede prescribir los medicamentos y trabajar con coordinación con el psicólogo del niño para monitorear su progreso. Es importante asegurarse de que quién sea que prescriba la medicación tenga experiencia con el medicamento en cuestión y con niños que están en una situación similar a la de tu hijo, así como suficiente tiempo para trabajar contigo para manejar todo de manera exitosa.
Dado que la terapia conductual utiliza técnicas muy específicas que no necesariamente son intuitivas, es importante que tu psicólogo esté capacitado y tenga experiencia en la terapia particular que es apropiada para tu hijo. Con frecuencia, los comportamientos basados en evidencia o las terapias cognitivo-conductuales siguen procedimientos estandarizados y un límite de tiempo, es decir, se detallan los procedimientos de manera muy específica, por lo que los terapeutas deben poder explicar con claridad lo que se espera tanto de ti como de tu hijo, así como la duración del tratamiento.
En el caso de niños diagnosticados con el trastorno del espectro autista, el tratamiento suele comenzar con una terapia del comportamiento aplicado, para ayudarlos a construir las habilidades sociales y de comunicación que no están desarrollando de manera natural. Los psicólogos capacitados en terapias del comportamiento (incluyendo el análisis del comportamiento aplicado o ABA, por sus siglas en inglés), suelen trabajar con los niños y además enseñar a los padres cómo continuar la terapia en casa. Los niños con autismo o algún retraso del desarrollo, a menudo trabajan con terapeutas ocupacionales o fisioterapeutas para desarrollar las habilidades motoras necesarias.
Los niños con trastornos del desarrollo, incluido el autismo, suelen tener desafíos con el procesamiento sensorial, lo que hace que sean inusualmente sensibles a sonidos, luces y otros estímulos, o que tengan sus sentidos subestimulados. Los problemas sensoriales pueden ser graves cuando los niños se abruman o desorientan a tal grado que no pueden ser funcionales, o cuando intentan huir o tienen crisis alarmantes. Se pueden beneficiar de la terapia conductual y, en algunos casos, también trabajan estos desafíos con terapeutas ocupacionales.
Si tu hijo fue diagnosticado con TDAH moderado a grave, el tratamiento de primera línea incluye, por lo general, medicamentos estimulantes. Un psiquiatra o pediatra puede prescribirlos y monitorearlos. Es fundamental que tu médico tenga conocimientos especializados y experiencia con estos medicamentos, pues administrar la dosis adecuada, en la periodicidad correcta, ajustar la dosis y reevaluar el medicamento conforme el niño crece y va cambiando, son factores fundamentales para que el tratamiento tenga éxito. Los medicamentos estimulantes son de acción rápida, pero hay muchos tipos, cada uno con distinta duración y sistemas de administración, y puede requerir cierto tiempo encontrar el plan farmacológico más efectivo para tu hijo. No es inusual que los niños cambien de dosis y de medicamento a lo largo del tiempo, por lo que es crucial tener un vínculo cercano con el profesional clínico para tener una experiencia exitosa.
En el caso de niños con TDAH, la terapia conductual por lo general no tiene efecto en los síntomas de falta de atención, impulsividad e hiperactividad, pero puede ser de mucha utilidad para enseñar tanto a padres como a niños cómo manejarlos de la mejor manera. Los tratamientos conductuales con un psicólogo capacitado, como la terapia de interacción padres-hijos (PCIT, por sus siglas en inglés), la capacitación en el manejo del comportamiento para padres (PMT, por sus siglas en inglés) y el programa de crianza positiva (Triple P, por sus siglas en inglés), ayuda a las familias con niños que tienen TDAH. Los padres aprenden a ejercer autoridad y establecer límites de forma tranquila y positiva, y los niños aprenden a controlar su propio comportamiento de manera más efectiva.
Para niños con trastornos del comportamiento disruptivo, estas terapias conductuales con un psicólogo adecuadamente capacitado pueden ser de gran utilidad. A veces, se combina la terapia conductual con un medicamento prescrito por un psiquiatra o pediatra.
Los tratamientos que pueden ser efectivos para trastornos del aprendizaje y psiquiátricos varían ampliamente, y no hay dos niños cuyas necesidades sean exactamente iguales. Pero hay algunos estándares generales y preguntas que puedes hacer a tu médico para determinar si la atención que recibe tu hijo sigue las mejores prácticas, ya sea que el tratamiento implique terapia conductual, medicación o ambos.
Una realidad que puede hacer el tratamiento de un niño con problemas de salud mental especialmente desafiante, es que los síntomas que experimenta pueden ser también síntomas de múltiples trastornos. Un niño con autismo también podría tener TDAH, un adolescente con ansiedad social podría a la vez estar deprimido. Cuando un niño tiene lo que los médicos llaman “trastornos coexistentes”, tratar uno no hará que el otro desaparezca. Por ejemplo, si un adolescente con TDAH o depresión utiliza alcohol para automedicarse, y desarrolla un trastorno de abuso de sustancias, tratar el trastorno original no curará el abuso de sustancias.
Cuando un niño tiene más de un trastorno, es importante trabajar con un profesional clínico o un equipo de médicos que puedan comprender cómo interactúan los trastornos en la infancia y encontrar un plan de tratamiento que responda a cada uno de ellos. Es especialmente importante que cualquier profesional clínico que prescriba medicamentos esté consciente de los trastornos coexistentes, todos los medicamentos que se prescriben y cómo interactúan entre sí.
Como en todas las otras áreas de la medicina, algunos trastornos psiquiátricos y del aprendizaje son más difíciles de diagnosticar y de tratar que otros. Dado que no existen análisis de sangre para determinar si un niño tiene TDAH o TOC, los profesionales clínicos dependen de las mediciones del comportamiento. Y muchos comportamientos pueden apuntar a una variedad de distintos trastornos subyacentes. Si, por ejemplo, un niño tiene problemas para concentrarse en la escuela, podría tener TDAH, pero también podría estar muy ansioso. Además, hay que agregar a esto que algunos niños tienen trastornos múltiples: autismo y TDAH , o ansiedad y depresión. Todo esto contribuye al hecho de que, en ocasiones, el primer diagnóstico que recibes no es preciso, y el primer tratamiento no siempre es efectivo.
¿Cómo saber cuándo es momento de buscar una segunda opinión y/o buscar opciones distintas de tratamiento?
Los padres suelen ser precavidos, con justa razón, sobre los tratamientos que reciben sus hijos con problemas de salud mental, en especial si se trata de tratamientos que utilizan psicotrópicos. Los tratamientos alternativos como las dietas especializadas (por ejemplo, evitar el azúcar o los colorantes en los alimentos) y los remedios naturales o suplementos, pueden ser una buena solución si buscas tratamientos que se sientan seguros, naturales y adecuados para hacerlos por tu cuenta.
Sin embargo, los padres que exploran estas opciones deben ser cuidadosos, porque en la mayoría de los casos, hay muy poca información que demuestre su eficacia. La evidencia anecdótica no es lo mismo que las pruebas científicas, y algunos tratamientos alternativos como la quelación, incluso son potencialmente peligrosos.
Invertir el tiempo en explorar alternativas que no están basadas en evidencia puede parecer una buena idea, pero tiene un “costo de oportunidad” para tu hijo. Esto es, mientras más tiempo pierda tu hijo sin recibir un tratamiento que realmente ataque los síntomas, más tiempo estará limitado y, en muchos casos, perdiéndose importantes aprendizajes y retrasando el desarrollo que tiene lugar durante la niñez y la adolescencia. Su trastorno también podría empeorar sin una intervención. En el caso de muchos trastornos, mientras más tiempo experimente el niño los síntomas, más difícil se vuelve tratarlos. En ocasiones, particularmente en el caso del autismo, es importante que algunas intervenciones se realicen lo antes posible.
Antes de intentar un tratamiento alternativo, discútelo con el médico de tu hijo. Como se hace con cualquier tratamiento, haz muchas preguntas. Entiende cómo funciona, qué evidencia lo soporta, cuándo deberías empezar a ver progreso y si hay algunos riesgos asociados. Si no te sientes satisfecho con los resultados de cualquier tratamiento, haz una cita con tu médico o con otro profesional para explorar otras opciones y encontrar una segunda opinión.
Aunque no es un tratamiento en sí mismo, promover la autoestima y un estilo de vida saludable es importante para todos los niños con trastornos psiquiátricos. El ejercicio nos hace sentir bien a todos y puede hacer una gran diferencia para los niños que no se sienten bien consigo mismos o que tienen demasiada energía. Las opciones que promueven la autoconciencia y la reflexión tranquila, como la meditación y el yoga, por lo general también son de gran beneficio.
Si notas que tu hijo tiene problemas en la escuela o no parece alcanzar los niveles básicos de lectura, escritura y matemáticas como los demás niños, podría tener una discapacidad del aprendizaje. Una discapacidad del aprendizaje es un tipo de trastorno cognitivo que afecta los procesos básicos de la manera en que aprendemos, incluyendo cómo recibimos, procesamos, recordamos y comunicamos la información. La más común es la dislexia (problemas para leer), pero las discapacidades del aprendizaje también pueden afectar cómo escribimos, deletreamos, hacemos operaciones matemáticas, escuchamos, pensamos y hablamos. Es posible que los niños tengan más de una. Si sospechas que tu hijo pudiera tener dificultades para aprender, haz una lista de todo lo que has observado sobre su manera de aprender: sus fortalezas y limitaciones. Compara notas con su maestra, psicólogo escolar y cualquier otra persona que pueda tener observaciones útiles. Podrías solicitar una “intervención previa a la referencia”, que consiste en una reunión en la que los maestros y el psicólogo escolar analizan contigo diferentes apoyos educativos que podrían permitir que tu hijo aprenda de manera más efectiva. Tal vez lo único que tu hijo necesita sea un arreglo personalizado. Pero si la intervención previa a la referencia no te da los resultados que esperas, el siguiente paso es una evaluación formal de diagnóstico.
Las evaluaciones formales analizan la manera en que tu hijo procesa la información. Hay diferentes tipos de evaluaciones, incluyendo evaluaciones educacionales (que valoran su nivel de lectura, escritura, matemáticas y capacidad de deletrear) así como evaluaciones neuropsicológicas (con las que se desarrolla una amplia descripción de las habilidades y capacidades de un niño en las áreas de razonamiento, aprendizaje, memoria, procesamiento visual y auditivo, comprensión auditiva, expresión verbal, habilidades de la función ejecutiva y capacidades académicas). Las evaluaciones también establecen una línea de base para medir el progreso de tu hijo, y son un paso indispensable para calificar para adaptaciones o los servicios de educación especial.
Por ley, las escuelas deben brindar una evaluación de acuerdo a la Ley de Educación para Personas con Discapacidades (en inglés). La escuela puede ser la primera en sugerir una evaluación, o tú puedes iniciar el proceso al solicitar una evaluación por escrito. Understood.org tiene una ejemplo de carta que puedes usar. Después de recibir tu solicitud por escrito, la escuela programará una cita para hablar sobre la evaluación contigo. Debes llevar a la junta los registros escolares de tu hijo, notas de los maestros y tus propias observaciones por escrito, y prepararte para analizarlos. El personal escolar tiene la obligación de compartir contigo el tipo de evaluación que considera apropiada, y tú tienes el derecho de objetar la evaluación que te ofrezcan o solicitar una distinta. Al final, deberás firmar un formato de consentimiento para que a la escuela se le permita hacer una evaluación formal. Después de la evaluación, la escuela está obligada a darte una copia de los resultados.
Si lo prefieres, también puedes buscar una evaluación privada, por fuera de la escuela, aunque en ese caso será necesario que la pagues con tus propios recursos. Puedes elegir si compartir o no los resultados con la escuela.
Las escuelas utilizan los resultados de la evaluación para determinar si tu hijo es elegible para las adaptaciones en la escuela o para servicios de educación especial. Los estudiantes pueden calificar para un amplio rango de apoyos que pueden estar organizados bajo un plan de adaptaciones de la Sección 504 o un Programa de Educación Individualizado o IEP. La mayoría de los estados tiene un centro de información y capacitación para padres o PTI, por sus siglas en inglés (en inglés) donde te pueden ayudar con cualquier pregunta que tengas sobre las leyes en tu estado.
Una plan de la Sección 504 brinda a los niños con discapacidades del aprendizaje “adaptaciones razonables” que les permiten participar en los planes de estudio generales en la escuela.
La Sección 504 (en inglés) es parte de la Ley de Rehabilitación de 1973, una ley de derechos civiles que previene la discriminación en contra de cualquier persona con una discapacidad en las instituciones que reciben financiamiento federal, incluyendo escuelas y universidades. Para calificar bajo la Sección 504 tu hijo debe demostrar que tiene una discapacidad que lo limita sustancialmente en una o más “actividades importantes de la vida”. Esto puede incluir su capacidad de hablar, escuchar, concentrarse, leer o escribir. Los niños que no califican para los servicios amparados por la Ley de Educación para Personas con Discapacidades (IDEA) pueden calificar bajo la Sección 504. Dependiendo de las necesidades de tu hijo, su plan 504 le podría dar derecho a una amplia variedad de adaptaciones, como un asiento especial, un lugar tranquilo para hacer sus exámenes, descansos adicionales, el uso de una computadora, libros de texto distintos, formatos de exámenes diferentes y mucho más. Todas las adaptaciones apropiadas se establecen en la reunión de planeación 504, a la que debes asistir, así como a todas las revisiones periódicas subsecuentes. Conoce más sobre los planes 504 en Understood.org.
Los estudiantes pueden obtener un Programa de Educación Individualizado (IEP) si califican bajo la Ley de Educación para Personas con Discapacidades, una ley federal que promete una “educación libre y adecuada” para los niños clasificados con discapacidades legales específicas. Las categorías de discapacidad bajo IDEA, incluyen:
Todos los niños que califican pueden recibir apoyos a través de su distrito escolar público local, incluyendo aquellos que asisten a escuelas privadas o parroquiales.
Para crear un IEP tendrás que asistir a una reunión con los representantes del distrito escolar (maestro general, maestro de educación especial, psicólogo escolar, especialistas apropiados, etc.) para planear un programa educativo que se adapte a las necesidades únicas de tu hijo. Esto implica establecer metas específicas y cuantificables sobre lo que te gustaría que tu hijo logre (por ejemplo, leer X cantidad de palabras por minuto) y cualquier servicio de educación especial o adaptaciones que necesite para alcanzar esas metas. Un IEP puede incluir educadores capacitados especialmente, métodos de enseñanza especiales, adaptaciones como tiempo adicional para hacer exámenes y cualquier otra cosa que se considere apropiada. Si así lo deseas te puede acompañar un defensor, un especialista en aprendizaje privado o un abogado en educación especial, o puedes consultar con ellos antes de comprometerte con el IEP. El plan se debe revisar al menos una vez al año, aunque puedes solicitar hacerlo con mayor frecuencia. Conoce más sobre los IEPS en Understood.org.
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