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Cómo colaborar con el terapeuta de tu hijo

Una buena relación con el profesional de salud mental que trata a tu hijo es clave para obtener buenos resultados.

Escrito por: Julia Johnson Attaway

Experto clínico: Jerry Bubrick, PhD

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Tomaste la decisión de buscar ayuda para tu hijo y elegiste un psiquiatra, psicólogo u otro profesional de la salud mental. Lo siguiente en tu lista de pendientes es averiguar qué puedes esperar del terapeuta y qué se espera de ti. Aquí te guiaremos para que puedas desarrollar una relación de trabajo sólida, establecer expectativas apropiadas y entender tu papel en el proceso que iniciará tu hijo. También te ofreceremos consejos para superar los obstáculos que se te pudieran presentar en la búsqueda de una buena atención médica.

Cómo empezar

“Las mejores relaciones comienzan con la transparencia”, dice la Dra. Wendy Nash, psiquiatra de niños y adolescentes. Ella sugiere prepararte para hablar en la primera cita, no solo sobre los problemas de tu hijo, sino también de sus antecedentes, cómo era antes de que te empezaras a preocupar, los factores estresantes o eventos claves que pudieran haber desencadenado el cambio y cuáles son tus prioridades en cuanto al tratamiento.

“Es útil que puedas explicar lo que ya intentaste, lo que funcionó y lo que no”, dice la Dra. Nash. “Cuanta más información de contexto brindes, mejor”. La información que pudiera ofrecer la escuela también puede ser valiosa, y el terapeuta te puede guiar en cuanto a la forma de solicitarla sin tener que revelar el porqué de tu solicitud.

Otra buena práctica es acordar cuestiones logísticas por adelantado. Los malentendidos se pueden evitar si hay claridad sobre asuntos como qué cosas deberás pagar (o no), la rapidez con la que el terapeuta se reportará a tus llamadas y el tipo de situaciones que merecen una llamada de tu parte previa a la cita.

Expectativas del tratamiento

Es común que madres y padres quieran saber cuánto durará el tratamiento y qué tan pronto se empezarán a notar los avances. Estar consciente de los factores que afectan los resultados te puede ayudar a establecer expectativas realistas y mantener la frustración bajo control.

Hay terapias de tipo conversacional que no tienen un tiempo límite específico, pero otras, como la terapia cognitivo-conductual, que utiliza técnicas de desarrollo de habilidades que han sido rigurosamente probadas, han demostrado resultados en un período de tiempo específico. Eso no significa que todos los niños progresen al mismo ritmo, en opinión de Jerry Bubrick, PhD, psicólogo clínico que trató a muchos niños con ansiedad y TOC en el Child Mind Institute. Sin embargo, te proporciona un marco de referencia, y está bien preguntar cuál es el rango de tiempo estimado. También es apropiado preguntar cuáles son los objetivos específicos del tratamiento y cómo se medirá el éxito.

La rapidez con la que progrese tu hijo dependerá de la complejidad de sus desafíos, así como del tiempo que haya tenido el problema para arraigarse. Un niño con ansiedad grave, por ejemplo, podría tener dificultad para participar en la terapia, y necesitar medicamentos para llegar al punto en que pueda empezar a obtener beneficios. Un adolescente con depresión se podría resistir al tratamiento y necesitar ayuda para reconocer sus beneficios. “Una mudanza familiar, un divorcio o un incidente traumático pueden retrasar mucho las cosas”, según el Dr. Bubrick. Las citas perdidas y las diferencias de opinión entre padres sobre la necesidad de terapia también pueden afectar el tratamiento. Una influencia abrumadoramente positiva es contar con una familia solidaria e involucrada.

Mamás y papás son fundamentales

Incluso el mejor terapeuta del mundo obtiene una imagen limitada del comportamiento y el estado de ánimo de sus pacientes a través de 45 minutos a la semana. Para completar la imagen, los profesionales clínicos generalmente reservan tiempo para conversaciones regulares con el papá o la mamá. ¿Cómo se trasladan las habilidades para el manejo de la ansiedad desde la terapia al patio de recreo? ¿Cómo está respondiendo el paciente al medicamento? ¿Has notado señales de aumento en la depresión de tu hijo? ¿Hubo una crisis importante que tu hijo no haya mencionado en la terapia? La información que proporcionas como madre o padre brinda al terapeuta una imagen más rica y precisa de las necesidades de tu hijo.

De acuerdo con el Dr. Bubrick, “depende de la edad del niño y de la naturaleza del tratamiento decidir si los padres deberían participar o no en las sesiones. Pero los padres siguen siendo quienes guían y manejan el tratamiento en el hogar”. Un aspecto clave: para que tu hijo aproveche al máximo el tratamiento, tendrás que hacer un seguimiento cercano, saber en qué habilidades se está enfocando en la terapia y cómo, para que las puedas reforzar fuera del consultorio, en la vida cotidiana.

Cuando no son suficientes una reunión de cinco minutos o una llamada telefónica con el terapeuta, le puedes preguntar por material de lectura relacionada, recursos en línea y grupos de apoyo para padres. También puedes solicitar una sesión completa sin tu hijo presente. Puede que estas sesiones “bilaterales” las cubra el seguro, lo que te permite analizar a mayor profundidad los problemas y la atención que se les está dando.

Estrategias para impulsar el trabajo en equipo

Aunque tú como padre o madre y el terapeuta tienen el objetivo común de ayudar a tu hijo a mejorar, cada quien tiene una perspectiva diferente. La comunicación efectiva depende de muchas variables, incluyendo tu propio nivel de estrés, el grado de receptividad que tenga el terapeuta hacia la retroalimentación de los padres, qué tan bien expresas tú tus preocupaciones y los factores personales que intervienen en cualquier tipo de relación. Estas son cinco estrategias probadas por padres y madres para ayudarte a superar los desafíos.

  • Respeta tu propio conocimiento. El terapeuta de tu hijo es especialista en intervenciones terapéuticas, pero tú eres especialista en tu hijo. Has pasado muchas más horas en su compañía y en más entornos que nadie. Ese conocimiento es importante, al igual que tu intuición acerca de lo que está sucediendo. ¡No tengas miedo de hablar! El terapeuta necesita saber lo que observas, sientes y piensas que está sucediendo.
  • Planifica lo que dirás con anticipación. Cuanto más puedas identificar tus preocupaciones, más fácil te será transmitirlas. Enfócate en observar los cambios en el comportamiento, estado de ánimo e interacción social de tu hijo, y ve si puedes identificar qué es lo que está activando tu preocupación. Puede ser útil anotar la frecuencia, intensidad y duración de los síntomas. Si surgen nuevos comportamientos confusos, está bien decirle al terapeuta: “No sé qué significa, pero esto es lo que he estado notando”. Pueden resolverlo en conjunto.
  • No te avergüences de pedir ayuda. Criar a un niño de alto mantenimiento puede llevar a los padres a situaciones en las que se sienten muy vulnerables al juicio de las demás personas. ¿Admites frente al terapeuta si le gritaste a tu hijo? ¿O que encuentras repugnante que tu hija se corte? ¿O que te mortificas cuando las personas observan los tics de tu hijo? En lugar de evitar este tipo de problemas, intenta pedirle consejos al terapeuta sobre cómo manejarlos. Puedes comenzar con algo como: “Necesito ayuda con estrategias para calmar a mi hijo cuando…”. O: “¿Me puede sugerir formas de lidiar con…?”. Es posible que el terapeuta no tenga una respuesta de inmediato, pero si abres la discusión, es posible que haya avances.
  • Cuenta una historia. A veces, un niño se presenta de manera diferente en el consultorio del terapeuta que en el hogar o la escuela. Esto puede crear una desconexión entre tu impresión de lo que está sucediendo y la del terapeuta. Las anécdotas ayudan. En lugar de resumir la semana con “las mañanas han sido difíciles”, intenta incluir detalles para que quede claro a qué te refieres exactamente. Decir por ejemplo, “estuvo gritando durante más de 40 minutos, lo que además incluyó arrojar libros y zapatos, y dejó un hueco en la pared”, transmite un mensaje completamente diferente.
  • Usa la curiosidad para expresar una opinión diferente. Las personas inteligentes pueden estar (y de hecho suelen estar) en desacuerdo con otras personas, y a veces puede ocurrir que el terapeuta de tu hijo llegue a una conclusión que tú creas que está totalmente fuera de lugar. En lugar de iniciar un debate, busca más información. Esto respeta la experiencia del terapeuta y no hace que se ponga a la defensiva. Puedes intentar algo como: “¿Me podría explicar por qué cree que eso es lo que está sucediendo? Yo tengo una opinión muy diferente al respecto”, o “mmm, ¿hay otras explicaciones posibles?”.

Qué hacer con los obstáculos en el camino

Cualquier relación tiene sus momentos difíciles, y a veces las personas dicen cosas que son desconsideradas o hirientes. Cuando esto sucede con un terapeuta, los padres se pueden sentir culpables, o pensar que el terapeuta no les está escuchando, o sentir enojo. “La pregunta clave es si lo que se dijo indica que hay un problema con la relación, o si esto es simplemente un obstáculo de comunicación a superar”, plantea la Dra. Nash. Ella sugiere una reunión cara a cara para discutir el tema de forma directa. “Puedes preguntar: ‘Cuando usted dijo ___, yo escuché ____’. ¿Es eso lo que quería decir?”.

La perspectiva del Dr. Bubrick es coincidente con esta propuesta. “Está bien decir: ‘Sentí que me ignoró cuando dijo ___’. O: ‘No me gustó la forma en que respondió cuando ___’. Abordar el problema directamente es la forma más rápida de avanzar”.

Si después de intentar resolver el problema decides que no te satisface el proveedor o el progreso de tu hijo, está bien buscar una segunda opinión acerca del tratamiento. En general, es mucho más fácil en la relación actual si le informas al terapeuta de tu hijo que estás explorando otras opciones.

Preguntas frecuentes

¿Qué se aconseja en la primera conversación con el terapeuta de tu hijo?

Cuando hables por primera vez con el terapeuta que hayas seleccionado, empieza por darle toda la información que puedas sobre tu hijo. ¿Qué te llevó a buscar ayuda? ¿Cuándo empezaron sus problemas? ¿Hubo algún cambio importante en la vida de tu hijo? La terapia para un niño funciona mejor cuando padres y terapeuta colaboran de forma estrecha.

La última revisión de este artículo se realizó en 22 de septiembre de 2025.