Una manera de manejar la ira de un niño es mantener la calma cuando él pierda el control. Cuando tú controlas tus emociones, le estás dando el ejemplo a tu hijo. Lo puedes elogiar cuando él exprese sus sentimientos tranquilamente y cuando se calme después de una explosión de ira. Los adultos que son seguros de sí mismos, calmados y consistentes ayudan a los niños a desarrollar las habilidades necesarias para regular su comportamiento.
Niños furiosos: Cómo lidiar con la conducta explosiva
Cómo responder cuando un niño arremete con violencia.
Experto clínico: Vasco Lopes, PsyD
in EnglishLo que aprenderá
- ¿Por qué los niños se enojan?
- ¿Cómo pueden los niños aprender a controlar el comportamiento agresivo?
- ¿Qué pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos a controlar la ira?
Lectura rápida
A menudo es difícil para los padres manejar la conducta explosiva y de enojo que tienen los niños, pero ayuda entender la razón por la que se comportan así. Los problemas de ira en los niños suelen ocurrir porque no saben cómo manejar su frustración u otros tipos de sentimientos incómodos. Ellos todavía no han aprendido las habilidades necesarias para resolver los problemas sin enojarse.
A veces los problemas de ira en los niños están causados por otro problema que requiere tratamiento. Puede tratarse del TDAH, la ansiedad, un problema del aprendizaje o autismo.
Hay muchas estrategias que pueden ayudar a los niños a mejorar su comportamiento. Una de las más importantes es mantener la calma cuando ellos se enojan. Esto puede ser un reto, pero es una manera excelente de modelar el buen comportamiento. Cuando ellos traten de expresar sus sentimientos con calma, elógialos. Y si se enojan, asegúrate de elogiar su buen comportamiento una vez que se hayan calmado.
Enseñar a los niños habilidades de resolución de problemas y de comunicación puede ayudarlos a optar por diferentes maneras para expresar lo que sienten. También puede prevenir ciertos tipos de enojo en los niños si tú aprendes a identificar los detonantes. Por ejemplo, si tu hijo se enoja cuando le pides que deje de hacer algo que le gusta hacer, dale una advertencia sutil antes de que se acabe el tiempo.
Si un berrinche no es violento, lo mejor es ignorarlo. Si tu hijo se pone violento, lo más importante es llevarlo a un lugar seguro. Para los niños pequeños, una silla de tiempo fuera o una habitación sin juguetes ni otras recompensas suele funcionar. En el caso de los niños mayores, es posible que tengas que dejarlos solos para evitar recompensarlos con tu atención. En situaciones extremas, llamar al 911 puede ser la mejor manera de mantenerte a salvo tú y a tu hijo.
Si el comportamiento de tu hijo te sobrepasa, hay profesionales que te pueden ayudar. La terapia cognitivo-conductual o TCC (CBT, por sus siglas en inglés) puede enseñarles a los niños técnicas de afrontamiento y también puede enseñarles a los padres cómo ayudar. Si la TCC no funciona, puede que el niño necesite medicamentos o un programa de tratamiento diferente.
Cuando un niño, incluso un niño pequeño, pierde el control y se vuelve agresivo, puede representar un riesgo grave para sí mismo y para otros, incluidos padres y hermanos.
No es inusual que los niños que tienen problemas para manejar sus emociones pierdan el control y dirijan su angustia a un cuidador, gritando y maldiciendo, lanzando objetos peligrosos o golpeando y mordiendo. Puede ser una experiencia aterradora y estresante para ti y también para tu hijo. Los niños suelen arrepentirse una vez que se han agotado y calmado.
Entonces, ¿qué deberías hacer?
Ayuda comprender primero que el comportamiento es una forma de comunicación. Un niño que está tan abrumado que reacciona con violencia es un niño angustiado. Los niños no tienen la habilidad para manejar sus sentimientos y expresarlos de una manera más madura. Puede que no cuenten con las habilidades verbales, de control de impulsos o de resolución de problemas.
Algunas veces los padres ven este tipo de comportamiento explosivo como manipulación. Pero los niños que reaccionan con violencia generalmente no pueden manejar la frustración o la ira de una manera más efectiva, por ejemplo, hablando y pensando cómo lograr lo que quieren.
Sin embargo, la manera en que respondes cuando un niño explota tiene un efecto sobre si continuará respondiendo a la angustia de la misma manera o aprenderá mejores formas de manejar sus sentimientos para que no se vuelvan abrumadores. Algunos consejos prácticos:
- Mantén la calma. Al enfrentarse a un niño enfurecido, es fácil sentirse fuera de control y gritarle. Pero cuando gritas, tienes menos posibilidad de comunicarte con él. En su lugar, sólo lo estarás poniendo más agresivo y desafiante. Por difícil que sea, si logras mantenerte calmado y en control de tus propias emociones, puedes servir de modelo para tu hijo y enseñarle a hacer lo mismo.
- No te des por vencido. No lo alientes a mantener su comportamiento, al aceptar eso que él quiere para que se detenga.
- Elogia el comportamiento apropiado. Cuando tu hijo se haya calmado, elógialo por recobrar la compostura. Y cuando trate de expresar sus sentimientos de forma verbal y calmada, o trate de llegar a un acuerdo en un área de discrepancia, también elógialo por esos esfuerzos.
- Ayúdalo a practicar las habilidades de resolución de problemas. Cuando tu hijo no esté molesto, es el momento para ayudarlo a que pruebe cómo comunicar sus sentimientos y proponer soluciones a conflictos antes de que se intensifiquen en estallidos agresivos. Puedes preguntarle cómo se siente y cómo cree que podría solucionar un problema.
- Sistemas de tiempos fuera y de recompensas. Los tiempos fuera por el mal comportamiento no violento pueden funcionar bien en niños menores de 7 u 8 años. Si un niño es demasiado grande para los tiempos fuera, querrás pasar a un sistema de refuerzo positivo por la conducta apropiada, puntos o fichas para algo que el niño quiera.
- Evita los desencadenantes. El Dr. Vasco Lopes, psicólogo clínico, dice que en la mayoría de los niños que tienen crisis emocionales frecuentes, estas crisis suceden en momentos predecibles, como a la hora de las tareas, la hora de acostarse o cuando es el momento de dejar de jugar, ya sea con Legos o Xbox. El detonante suele ser pedirle que haga algo que no le gusta o que deje de hacer algo que sí le gusta. Las advertencias de tiempo (“nos vamos en 10 minutos”), dividir las tareas en instrucciones de un paso (“primero, ponte los zapatos”) y la preparación del niño para situaciones (“por favor, pide permiso antes de levantarte de la mesa de la abuela”) pueden ayudar a evitar las crisis emocionales.
¿Qué tipo de berrinche es?
La manera en la que tú respondes ante un berrinche también juega un papel en su intensidad. La primera regla para manejar las rabietas no violentas es ignorarlas lo más frecuentemente posible, ya que incluso la atención negativa, como decirle al niño que se detenga, puede ser alentadora.
Pero cuando un niño comienza a pasar al plano físico, no se recomienda ignorarlo, ya que puede causar daño a otras personas o a sí mismo. En esta situación, el Dr. Lopes aconseja poner al niño en un ambiente seguro desde el cual no tenga acceso a ti o a ninguna otra posible recompensa.
Si el niño es pequeño (generalmente de 7 años o menor), trata de ponerlo en una silla para tiempo fuera. Si no se queda en la silla, llévalo a un área tranquila donde pueda calmarse por sí mismo sin nadie más en la habitación. De nuevo, para que este enfoque funcione, no debe haber ningún juguete ni juego en el área que pueda hacerlo gratificante.
Tu hijo debe permanecer en esa habitación durante un minuto y debe calmarse antes de que le permitas salir. Luego, debe volver a la silla para tiempo fuera. El Dr. Lopes explica que, “lo que esto hace es darle a tu hijo una consecuencia inmediata y consistente para su agresión y elimina todo acceso a cosas gratificantes en su ambiente”.
Si tienes un niño de más edad que está siendo agresivo y no puedes llevarlo a un área aislada para que se calme, el Dr. Lopes aconseja que te alejes de él. Esto asegura que él no obtenga ninguna atención o refuerzo de tu parte y te mantiene seguro a ti. En casos extremos, puede que sea necesario llamar al 911 para garantizar tu seguridad y la de tu hijo.
Ayuda con técnicas conductuales
Si tu hijo está teniendo muchas reacciones violentas, lo suficiente como para asustarte frecuentemente y perturbar a la familia, es importante obtener ayuda profesional. Hay buenas terapias conductuales que pueden ayudarlos a ti y a tu hijo a superar la agresión, aliviar su estrés y mejorar su relación. Tú puedes aprender técnicas para manejar este comportamiento con mayor efectividad, y él puede aprender a frenar la mala conducta y disfrutar de una relación mucho más positiva contigo.
- Terapia de interacción padres-hijos (PCTI, por sus siglas en inglés). La terapia de interacción padres-hijos ha demostrado ser de mucha ayuda para niños entre 2 y 7 años. El padre y el hijo trabajan juntos a través de un conjunto de ejercicios mientras que el terapeuta aconseja a los padres a través de un audífono intrauricular. Tú aprendes cómo prestar más atención a la conducta positiva de tu hijo, ignorar los malos comportamientos menores y ofrecer consecuencias consistentes para la conducta negativa y agresiva, todo mientras permaneces calmado.
- Capacitación en el manejo del comportamiento para padres (PMT, por sus siglas en inglés). La PMT enseña técnicas similares a la PCIT, aunque el terapeuta suele trabajar con los padres y no con el niño.
- Soluciones proactivas y colaborativas (CPS, por sus siglas en inglés). La CPS es un programa que se basa en la idea de que la conducta explosiva o la mala conducta es consecuencia de un retraso en las habilidades, en lugar de, por ejemplo, un intento de obtener atención o probar los límites. La idea es enseñar a los niños las habilidades de las que carecen para que puedan responder a una situación en una forma más efectiva que con una rabieta.
Descifrar la conducta explosiva
Los berrinches y las crisis emocionales son especialmente inquietantes cuando ocurren con mayor frecuencia, mayor intensidad o después de la edad en la que se esperan para su nivel de desarrollo, (esos terribles dos años y durante la edad preescolar). A medida que el niño crece, la agresión se vuelve cada vez más peligrosa para ti y para el niño. Y puede convertirse en un gran problema para él en la escuela y también con los amigos.
Si tu hijo tiene un patrón de reacciones violentas puede ser debido a un problema subyacente que necesita tratamiento. Algunas razones posibles para la conducta agresiva incluyen:
- TDAH: Los niños que tienen el trastorno por déficit de atención con hiperactividad o TDAH se frustran con facilidad, especialmente en ciertas situaciones, como cuando se supone que deben hacer tarea o ir a la cama.
- Ansiedad: Un niño ansioso puede mantener sus preocupaciones en secreto, luego reacciona violentamente cuando las exigencias de la escuela o del hogar ejercen una presión sobre él que no puede manejar. Generalmente, un niño que “mantiene la calma” en la escuela, la pierde con uno o ambos padres.
- Discapacidades del aprendizaje no diagnosticadas: Cuando tu hijo tiene arranques de furia repetidamente en la escuela o durante el tiempo de tareas, puede que se deba a que el trabajo es demasiado difícil para él.
- Problemas de procesamiento sensorial: Algunos niños tienen problemas al procesar la información que están captando a través de sus sentidos. Cosas como demasiado ruido, multitudes e incluso la ropa que “pica” puede ponerlos ansiosos, incómodos o abrumarlos. Eso puede conducir a acciones desconcertantes, incluida la agresión.
- Autismo: Los niños que se encuentran en todos los puntos del espectro suelen ser propensos a crisis emocionales importantes cuando se sienten frustrados o se enfrentan a un cambio inesperado. También suelen tener problemas sensoriales que los hacen angustiarse y agitarse.
Debido que hay tantas causas posibles para los estallidos emocionales y la agresión, contar con un diagnóstico preciso es clave para obtener la ayuda que necesitas. Puede que quieras comenzar con su pediatra, quien puede descartar causas médicas y luego derivarte con un especialista. Un psicólogo o psiquiatra infantil capacitado y experimentado puede ayudar a determinar qué problemas subyacentes están presentes, si es que hay alguno.
Cuando los planes de conducta no son suficientes
Los profesionales están de acuerdo en que, mientras más pronto se pueda tratar al niño, mejor. Pero, ¿qué pasa con los niños mayores, e incluso con los más pequeños, que son tan peligrosos para ellos mismos y para otros que las técnicas conductuales no son suficientes para mantenerlos seguros a ellos y a quienes los rodean?
- Medicación. La medicación para las condiciones subyacentes, como el TDAH y la ansiedad puede hacer que tu hijo sea más accesible y educable. A los niños que tienen problemas extremos de conducta se les suele tratar con medicamentos antipsicóticos como Risperdal o Abilify. Pero estos medicamentos deben estar acompañados con técnicas conductuales.
- Zonas de apoyo. La capacitación de los padres puede, de hecho, incluir aprender cómo usar zonas de apoyo de seguridad con tu hijo de manera que lo puedas proteger de posibles dañosa él y a ti.
- Entornos residenciales. Puede que los niños que tienen conductas extremas necesiten pasar tiempo en un centro residencial de tratamiento, algunas veces, pero no siempre, en un contexto hospitalario. Allí, se les brinda tratamiento conductual y, posiblemente, tratamiento farmacéutico. Los internados terapéuticos proporcionan estabilidad y estructura las 24 horas del día, siete días a la semana. La meta es que el niño internalice el autocontrol de manera que pueda regresar a casa con una conducta más apropiada contigo y con el mundo en general.
- Tratamiento diurno. Con el tratamiento diurno, un niño que tiene problemas extremos de conducta vive en casa, pero asiste a una escuela que tiene un plan de conducta estricto. Estas escuelas deberían tener personal preparado para manejar con seguridad situaciones de crisis.
Los niños explosivos necesitan padres calmados y seguros
Puede ser un trabajo desafiante para los padres aprender a manejar a un niño agresivo con enfoques conductuales, pero para muchos niños, esto puede hacer una gran diferencia. Los padres que son seguros, calmados y consistentes pueden tener mucho éxito en ayudar a los niños a desarrollar las habilidades que necesitan para regular su propia conducta.
Esto puede requerir más paciencia y disposición para probar técnicas diferentes que las que podrías tener con un niño que se desarrolla típicamente, pero cuando el resultado es una mejor relación y un hogar más feliz, bien merece la pena el esfuerzo.
Preguntas frecuentes
En la terapia de interacción padres-hijos, un terapeuta le enseña a los padres cómo prestar más atención a los comportamientos positivos, ignorar los malos comportamientos menores y proporcionar consecuencias coherentes para la conducta negativa y agresiva, siempre manteniendo la calma. Otros tipos de terapia se centran también en enseñar a los padres cómo ser ejemplos de estabilidad emocional.